Miércoles, 29 de Octubre de 2025

Actualizada Martes, 28 de Octubre de 2025 a las 21:30:16 horas

MANUEL MARTÍNEZ SIRVENT
MANUEL MARTÍNEZ SIRVENT Martes, 28 de Octubre de 2025

La concertada y la privada, los grandes olvidados del sistema educativo español

Una escuela con muros entre docentes nunca podrá abrir las puertas del futuro.

El Gobierno de España anunciaba el pasado septiembre (coincidiendo con el inicio de curso escolar) una nueva reforma educativa con el propósito de mejorar la calidad de la enseñanza: menos horas lectivas para el profesorado, 23 en Primaria y 18 en Secundaria y una reducción de las ratios a 22 y 25 alumnos respectivamente. En apariencia, una medida razonable, incluso necesaria. Pero bajo ese anuncio bienintencionado se esconde una realidad incómoda: una parte esencial del sistema educativo vuelve a quedar al margen.

 

Mientras en la red pública esas mejoras ya son una realidad o están a punto de aplicarse, en las redes privada concertada, esa que une la iniciativa social con la administración educativa a través de los conciertos y privada, el reloj parece detenido desde hace años. Los docentes continúan con 25 horas lectivas en Secundaria y Bachillerato, y hasta 30 en Infantil y Primaria, siete horas más “de tiza”  por semana que sus compañeros de la pública.

 

Siete horas. Puede parecer una diferencia menor, pero en educación siete horas son un abismo. Son el tiempo que separa la serenidad de la prisa, la reflexión de la improvisación, la enseñanza de la simple supervivencia. Esas horas de más son como una piedra en la mochila de quien sube la misma montaña con menos descanso y el mismo horizonte: ayudar a los alumnos a llegar a la cima.

 

Y entonces surgen las preguntas que nadie parece querer responder:


¿Vale menos el esfuerzo de un profesor de la concertada o privada?

¿Aprende de forma distinta un alumno porque su colegio tiene otro modelo de gestión o financiación?

¿O acaso la calidad educativa depende del color político del Boletín Oficial que la regula?

 

La red privada concertada no es un satélite del sistema público, sino una columna que sostiene el mismo edificio educativo. Forma parte de la estructura que da estabilidad al conjunto. En ella trabajan miles de docentes con el mismo rigor, la misma vocación y la misma entrega. Y junto a ellos, también los profesionales de la red privada, que cada día asumen el reto de educar sin el apoyo de fondos públicos, demostrando que el compromiso educativo va mucho más allá de las etiquetas administrativas.

Los profesionales de estas redes no pedimos privilegios. Pedimos equidad, reconocimiento y diálogo. Reclamamos poder dedicar más tiempo a lo verdaderamente importante: el aprendizaje y el acompañamiento de nuestro alumnado. Y para eso solo se necesita una cosa: reducir las horas lectivas y abrir una mesa de diálogo sectorial estable, que dé voz a quienes vivimos la educación desde dentro.

 

Nada más. Pero tampoco nada menos.

Valoro especialmente la decisión de aquellas instituciones que no distinguen entre centros públicos, concertados o privados a la hora de reconocer la labor educativa. Siempre he creído que la educación es la herramienta más potente que tenemos para transformar la sociedad, y que no haya distinciones entre las distintas redes educativas es algo profundamente positivo.

Al fin y al cabo, trabajamos todos por lo mismo: ayudar a nuestros alumnos a crecer, madurar y conquistar sus objetivos. Enseñar es plantar semillas sabiendo que quizá nunca veremos el árbol, pero confiando en que dará sombra a otros. Ese es el verdadero espíritu de la educación: trabajar juntos, más allá de etiquetas o modelos de gestión, con un mismo propósito común.

Hablar de educación es hablar de futuro, y el futuro se construye como una catedral: piedra a piedra, aula a aula, maestro a maestro. No puede haber una escuela de primera y otra de segunda según quién firme la nómina o financie el centro. Si el compromiso político con la educación es real, debe serlo con todos los docentes, sin divisiones artificiales ni olvidos interesadamente silenciosos.

 

El debate no es público o concertado, público o privado; es justo o injusto. Y, hoy por hoy, mantener a miles de profesores en condiciones laborales desiguales mientras se predica la igualdad es, sencillamente, incoherente.

La educación necesita menos discursos y más coherencia. Menos reformas parciales y más visión de conjunto.

Porque sin los docentes de la concertada y la privada, la educación española está incompleta.

Y una sociedad que olvida a quienes enseñan, acaba olvidando lo que de verdad importa: el valor de educar.

 

Manuel Martínez Sirvent es politólogo y docente en Secundaria y Bachillerato; especializado en educación, estrategia política y análisis social.

 

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