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MANUEL MARTÍNEZ SIRVENT
MANUEL MARTÍNEZ SIRVENT Miércoles, 10 de Septiembre de 2025

Retos y desafíos del sistema educativo español

ASIGNATURAS PENDIENTES DEL CURSO 2025-2026

El inicio de un nuevo curso escolar siempre invita a la reflexión. No se trata solo de estrenar libros, horarios y rutinas, sino de detenernos a pensar en qué lugar se encuentra nuestro sistema educativo y hacia dónde queremos conducirlo. En España, la educación arrastra desde hace décadas problemas estructurales que no han encontrado todavía una respuesta sólida, consensuada y estable. De ahí que hablar de “asignaturas pendientes” no sea una metáfora ligera, sino un recordatorio urgente de los retos que aún esperan resolución.

 

1. Un pacto educativo nacional.

 

Quizá la primera tarea, y la más necesaria, sea alcanzar un pacto educativo de Estado. Un marco normativo duradero, estable en el tiempo y que trascienda las legislaturas. La educación no puede seguir siendo un campo de batalla ideológico que cambie cada vez que lo hace el color del gobierno. Necesitamos un consenso amplio, en el que participen directamente docentes, familias, alumnado y administraciones, que garantice continuidad y coherencia en las políticas educativas. Solo así lograremos una base sólida sobre la que construir.

 

2. Prestigio y autoridad docente.

 

La segunda gran cuestión tiene nombre propio: los docentes. La Unesco ha advertido recientemente que la profesión docente atraviesa una “crisis sin precedentes” en todo el mundo. Y es cierto: la docencia es una vocación apasionante, profundamente ética e intelectualmente exigente, cuya complejidad solo comprenden quienes ponen alma y cuerpo en el aula día tras día.


Recuperar la autoridad del profesor, entendida no como autoritarismo sino como liderazgo pedagógico y respeto social, es imprescindible. Ello pasa por mejorar su formación, garantizar incentivos adecuados y prestigiar la profesión en la opinión pública. También por replantear la selección y el acceso a la carrera docente, de modo que quienes lleguen a ella lo hagan con preparación, vocación y respaldo social.

 

3. Innovación pedagógica y el valor del conocimiento.

 

Hablar de futuro educativo es hablar de innovación metodológica. La escuela del siglo XXI no puede conformarse con repetir viejos moldes: debe ser participativa, competencial, fomentar el pensamiento crítico y la autonomía del alumno. Sin embargo, no podemos olvidar que la innovación no es un fin en sí mismo. Cuando la pedagogía corre el riesgo de convertirse en moda, la escuela puede perder su misión esencial: transmitir conocimientos sólidos.


Porque sin un dominio básico del lenguaje, la lectura y las matemáticas, muchas puertas se cierran para siempre. El debate, por tanto, está abierto: ¿debe la escuela priorizar las metodologías “novedosas” o garantizar primero la transmisión de saberes fundamentales? Tal vez la respuesta no esté en elegir, sino en integrar ambos caminos.

 

4. Fortalecer y prestigiar la Formación Profesional.

 

Si hay un ámbito donde la educación española tiene todavía un enorme potencial por desplegar, ese es la Formación Profesional (FP). Durante demasiado tiempo ha sido percibida como una opción de “segunda fila” frente al Bachillerato o la Universidad, cuando en realidad constituye uno de los pilares fundamentales para el desarrollo económico y social del país.

En los últimos años se han dado pasos importantes, especialmente con el impulso de la formación dual, que combina aprendizaje en los centros educativos con prácticas en empresas. Esta fórmula no solo acerca la enseñanza a la realidad laboral, sino que además permite a los estudiantes adquirir competencias prácticas, adaptarse mejor a los cambios del mercado y acceder a un empleo con mayor facilidad.

 

Sin embargo, aún queda mucho por hacer: es necesario seguir fortaleciendo y prestigiando la FP, mejorando sus infraestructuras, actualizando constantemente los programas formativos y tejiendo una colaboración más estrecha con el tejido empresarial. Prestigiar la FP significa también cambiar la mirada social: que dejar de verla como una salida “menor” y reconocerla como una vía válida, moderna y necesaria, capaz de responder a los desafíos tecnológicos, productivos y laborales del siglo XXI.

 

5. Debates abiertos.

 

Hay cuestiones que, curso tras curso, permanecen en el aire y reclaman un debate sosegado, profundo y honesto. La primera de ellas es el uso de la tecnología en las aulas. En los últimos años hemos vivido una digitalización acelerada, en muchos casos improvisada, que ha dejado una enseñanza clara: la tecnología no puede convertirse en un fin en sí misma. Debe ser un instrumento pedagógico al servicio del aprendizaje, no un simple recurso ornamental. Y junto a este desafío aparece otro igualmente urgente: la brecha digital. No todos los estudiantes acceden a las mismas herramientas ni con la misma calidad, lo que genera desigualdades que la escuela, lejos de reproducir, debería corregir.

 

Otro debate candente es el de la Prueba de Acceso a la Universidad (PAU). Actualmente existen diferencias significativas entre comunidades autónomas, lo que plantea problemas de equidad y movilidad. Una PAU única y común en todo el territorio nacional permitiría garantizar las mismas oportunidades para todos los estudiantes, independientemente del lugar donde cursen el Bachillerato, y ofrecería un sistema más transparente y comparable.

La tercera cuestión afecta al modelo organizativo del sistema educativo. España cuenta con tres redes —pública, concertada y privada— que, en demasiadas ocasiones, se miran con desconfianza o rivalidad. Sin embargo, no deberían entenderse como compartimentos estancos ni como proyectos enfrentados. Al contrario: todas comparten una misma misión, la de formar a los ciudadanos del mañana. Es hora de apostar por la colaboración, la comunicación y la coordinación, entendiendo que la diversidad de modelos puede ser una riqueza si se articula en torno a un mismo horizonte común: la cohesión social.

 

6. Retos inmediatos.

 

Más allá de los grandes debates, existen dos retos urgentes que requieren respuestas concretas en este curso. El primero es el abandono escolar temprano. España sigue liderando las tasas europeas en este terreno, lo cual revela un problema estructural que no podemos seguir tolerando. Muchos jóvenes, especialmente en contextos de vulnerabilidad socioeconómica, abandonan los estudios sin haber completado la educación obligatoria. La escuela debe ser un espacio de oportunidades reales, y para ello se necesitan programas de acompañamiento individualizado, orientación académica y profesional, así como un apoyo emocional constante que ayude a los alumnos a encontrar sentido en lo que aprenden y en el camino que eligen para su futuro.

 

El segundo gran reto es el del nivel de lectura y comprensión. Sin competencia lectora, ningún aprendizaje posterior resulta sólido: leer es la llave que abre todas las demás puertas del saber. España arrastra déficits preocupantes en este ámbito, lo que exige una política educativa que vaya más allá de medir resultados en pruebas estandarizadas. Se trata de fomentar el gusto por la lectura, la comprensión profunda de los textos y la capacidad de pensar críticamente a partir de lo leído. Solo así formaremos ciudadanos capaces de interpretar el mundo con autonomía y criterio propio.

 

Educar: la tarea más noble

 

En última instancia, la educación no es solo una cuestión de programas, leyes o metodologías. Educar es convertir a alguien en persona. Es transmitir valores que no caducan: amor, generosidad, lealtad, esfuerzo. Porque una vida lograda es, en esencia, una obra de arte hecha existencia.

Que este curso 2025-2026 sea, entonces, la oportunidad para empezar a aprobar, como sociedad, esas asignaturas que llevamos demasiado tiempo dejando pendientes.

 

Manuel Martínez Sirvent es politólogo y docente en Secundaria y Bachillerato; especializado en educación, estrategia política y análisis social.

 

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