La ética de la mentira: manual del político moderno
En un mundo donde la verdad parece haber sido arrojada por la ventana, la política se erige como el escenario principal del teatro del absurdo donde la mentira se convierte en la protagonista indiscutible.
La ética de la mentira ha encontrado su hogar en los discursos de los líderes, quienes, como hábiles magos, convierten la realidad en un espectáculo de ilusiones que esconde su insólita amoralidad al utilizar la falsedad con desparpajo torticero y la transforman en la eficaz herramienta de su oficio.
La primera regla del juego se resume en una frase: "Si no puedes convencerlos, confúndelos". Esta máxima es aplicada con maestría por nuestros representantes que han perfeccionado el arte de hablar sin decir nada. En lugar de abordar los problemas con sinceridad, prefieren envolver sus palabras en un manto de ambigüedad, o bien diseñar palabras inventadas, incluso utilizar neolenguas que nos recuerdan a los programas nocturnos de la teletienda mientras nos prometen mundos y fondos inagotables sin atisbo de responsabilidad.
Al observar a los políticos en acción, uno no puede evitar preguntarse si han sido instruidos por el gurú del engaño. La promesa de la verdad se ha convertido en el chiste recurrente de un mal monologuista cómico, donde el público ríe nerviosamente, sabiendo que la próxima broma será aún más absurda. "Vamos a erradicar la corrupción", dicen con una sonrisa de oreja a oreja, mientras se ajustan la corbata, ajenos al hecho de que se están forrando los bolsillos con el dinero público.
Y qué decir de las encuestas de opinión, esas herramientas que utilizan como barómetros de su popularidad. Es curioso cómo el resultado de una encuesta puede ser tan maleable como la realidad misma. "El 90% de los ciudadanos apoya nuestra medida", proclaman, mientras se muestran dispuestos a ignorar las miles de voces que gritan lo contrario. En este teatro de lo absurdo, la ética de la mentira se convierte en una estrategia de marketing, donde la verdad es solo una opción más en el menú.
Además, la falta de rendición de cuentas es un fenómeno digno de estudio. La política ha creado un espacio donde la mentira se encuentra tan naturalizada que ya no causa escándalo. Esta ética no solo se tolera, sino que se celebra.
"Si no te gusta lo que digo, simplemente cambia de canal", es el lema de muchos políticos o también la censura por ser incómodamente inapropiado. La falta de consecuencias por sus embustes se ha transformado en un lujo exclusivo de aquellos que ocupan los altos cargos.
Es hoy cuando la ética de la mentira reina con supremacía, la política es un circo y los políticos, payasos que hacen malabares con sus promesas. Mientras el ciudadano observa con una mezcla de asombro y desesperación, la realidad es cada vez más surrealista, ha sido relegada a un rincón, mientras que la mentira se pasea con orgullo por el escenario.
El futuro de la política podría depender de la capacidad de sus actores para recordar que, aunque la mentira puede ser un brillante truco de magia, la verdad es el único espectáculo que realmente vale la pena.
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