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ENRIQUE VILA
ENRIQUE VILA Sábado, 07 de Diciembre de 2024

¿Soberanía popular? (We the people)

Me entretengo (mucho), y me otorgan el honor de publicarme en este medio, por lo que adelanto que todo lo que digo es una opinión, un parecer, una forma de ver las cosas muy particular y personal que nadie tiene por qué compartir de la que ni hago dogma, ni principio, es más, prefiero la dialéctica razonada al asentimiento pasivo. Dicho todo ello, entremos en materia, al tajo.

El ser humano es muy de principios elevados. Le encanta y no puede, ni quiere, evitarlo. Justicia, Honor, Igualdad, Solidaridad, etc., en mayúscula, nos pone cachondos (obviamente me incluyo, pertenezco a la humanidad) y despierta la parte positiva del cráneo (Valle Inclán dixit) y, además, tenemos la necesidad de decirlo, que lo sepa el resto del mundo y más en los tiempos que corren en que si no eres ecológico, ojo y lo pareces, eres un malvado y cruel ser. ¡Pedaso de capullo mi vecino que tira el plástico y el vidrio al contenedor general, aunque todo vaya al mismo escombrero!. Pero esa es otra historia. ¡Calasparra cartapacio, me disuelvo (y disperso) en el espacio!. (1).

We, the people (nosotros, el pueblo), ancestralmente gobernados por semejantes autoproclamados 'Superiores', alcanzamos el grado suficiente de evolución darwiniana para entender que, siendo iguales, nacidos de vientre materno y fecundados por cópula humana, ningún privilegio natural tenían Patricios, Reyes y Nobles para ser distintos al resto. Y nos sublevamos. ¡Qué cojones!, a currar todo hijo de vecino y menos lobos que el que más y el que menos las pasa putas en su vida. Fuera privilegios y ventajas, tol mundo igual en derechos y obligaciones. ¡Me parto! ¡Ingenuos!.

¿A ver, cómo lo hacemos que no tenemos práctica?, ¿Y si inventamos algo a lo que todos tengamos que sujetarnos que recoja lo que queremos?.-  Joder, buena idea, ¿y si lo ponemos por escrito?.- Mejor, que sea público y conocido. ¿Qué os parece que quien nos dirija tenga que jurar cumplirlo y respetarlo?.- Difícil pero venga. Una cosa, ¿los dirigentes tendrán que cumplirla y si no lo hacen responderán por ello?.- Esa es la idea, que no haya diferencias entre la gente.- ¡Eres un crack!. Estás que te sales hoy, sólo nos falta un nombre, habrá que llamarlo de algún modo. ¿Y si lo llamamos Carta Magna, la gran Carta, o si quieres Constitución?.- Lo veo, me mola, no se hable más.

Al margen de la inglesa de junio de 1.215, en vigor hasta agosto del mismo año (dos escasos meses veraniegos en que todos estaban en Benidorm poniéndose gambas, o poniéndose de gambas, cerveza y tapas hasta las trancas, no en vano la caña estaba a menos de un chelín), las modernas proceden de finales del XVIII, derivadas de la Revolución Francesa y de la Independencia Americana.

Según Google se trata de la ley que establece quién y cómo se ejerce el poder público (el que se ejerce en nombre de todos por los órganos legislativos, ejecutivos y judiciales del Estado) y regula las relaciones que tal poder debe mantener con los ciudadanos de ese Estado. ¡Jajajajajaja. ¡Ay qué risa María Luisa, me parto, es un no parar!. La americana empieza con eso de “nosotros, el pueblo”, y en la francesa, aunque no lo diga, subyace que es el “pueblo” (jajajajaj) el que cede su soberanía para que la ejerzan los poderes públicos. Valiente majadería. De aquellos polvos estos lodos.

Dos siglos y medio, casi, más tarde, nos llenamos la boca de orgullo y satisfacción diciendo que los países modernos nos regimos por una Constitución en la que el “pueblo” es soberano y decide. Nueva valiente majadería. Que los poderes públicos se someten a la Ley y que todos – me cuesta, se me agarrotan los dedos – somos iguales ante la Ley. Que hemos derogado los privilegios regios (perdón por el pareado), y que nadie es mejor que nadie, pero tú creíste vencer (gracias al último de la fila). En fin, que lo único que hemos demostrado es que, entre la pastilla roja (la verdad) y la azul (Matrix) que Morpheo le ofreció a Neo, somos daltónicos y nos tomamos la azul creyendo, a pies juntillas, que era la roja. Obvia y lamentablemente, seguimos convencidos de ello y el agente Smith, campando a sus anchas, se descojona de nosotros.

En ejercicio de tal “igualdad” el Presidente Biden indulta a su hijo de la condena a la que ha sido considerado culpable por el sistema judicial. Muy igualitario. El Presidente Sánchez a los golpistas que fueron condenados por el Tribunal Supremo. Valiente pérdida de tiempo. En Perú se indulta a Fujimori por sus actos contra el Estado, y en Corea del Sur, uno de los países más industrializados y tecnológicamente avanzados del mundo, el Presidente, por sus santos cataplines, decreta la Ley Marcial. Mandan huevos (Trillo dixit).

Soy tan demócrata, o más, que Churchill (2), y tan imbécil e ingenuo, o más, que el resto de mis compatriotas y que el Último de la Fila. El cerrajero de una pedanía de Remesar, en Lugo, Concello de Quiroga (creo), es tan receptor de derechos y obligaciones como el ministro de obras públicas del Estado, ni más ni menos. Quizá hasta menos obligaciones porque no ostenta cargo público a costa del contribuyente. Pero esto es insostenible, mezquino y abusivo.

El sistema democrático occidental (no hay otro) está corrompido y huele a muerto. Mucho. El sistema, la forma, ha sustituido a la Justicia social, al fondo. La célula maligna constituida por el partido político, con sus intereses y fines propios y de perpetuación (sin excepciones ni colores) se ha extendido por el metabolismo cual metástasis, infectando a las instituciones garantes, en principio, de la salud general del cuerpo estatal. No se persigue la evolución ni el progreso, sino la perpetuación. No se pretende el bienestar sino la continuidad. No hay dialéctica sino confrontación, no ligera ni con reglas de juego, ni tan siquiera a primera sangre. A muerte.

No soy optimista, en absoluto, pues no sólo se aprecia a nivel local, autonómico o estatal, sino también supranacional. No sé qué función real y efectiva, más allá de agencia de colocación, tiene esta Unión Europea tan ufana de sí misma tan parecida, en el fondo, al tardío Imperio Romano por su propia autocomplacencia y miopía. ¡Qué coño, ceguera!. Todo ello ante los acontecimientos reales en los que el frente tiene aspecto económico y la espalda se le presenta al ciudadano que los mantiene. Por cierto, no a base de pan y cebolla.

Bonito panorama. No obstante, Felices Fiestas.

 

*Enrique Vila es abogado. Fundador del despacho Romiel y Vila Abogados.

 

(1).- Mortadelo y Filemón y Pepita Pulgarcita dixit.

(2).- La democracia es el peor de los sistemas políticos, excluidos todos los demás.

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