Día Martes, 16 de Septiembre de 2025
DANA, Depresión por la Altura de nuestros administradores
Andaba pensando qué decir del tema. Varios días. Tengo mi opinión, obviamente, y tengo claro que los barrancos y cauces secos de Levante no están ahí por motivos decorativos. Tengo claro que el hecho de que muchas de nuestras calles se llamen “Avenidas” o “Ramblas”, no responde a un capricho denominativo sino a pura semántica. También que este es, como los tornados de Florida, un fenómeno natural, cambio climático aparte, que lleva sucediendo miles de años. Cientos en cuanto a registros y datos, miles no documentados. Que el hecho de que haya ríos, cauces, denominados “secos” puede extrañar o sorprender a foráneos, pero no a la terreta.
Convencido, absolutamente, de que si la previsión, la prevención, el cuidado y las medidas a adoptar dependieran de ancianos agricultores, ganaderos, granjeros y gente del pueblo que ha vivido en persona, o conocido de mano de sus ascendentes, fenómenos similares o idénticos, otro gallo de la granja nos cantaría. Desgraciadamente no es así, ni parcialmente. Reside todo en manos de políticos y sus numerosos y bien pagados asesores. Valientes teóricos majaderos.
A pesar de todo, no toca. En serio, no es el momento. Habrá tiempo, si se quiere, o pasará de largo como tantas otras cosas que suceden. Lorca, la Palma y así hasta el infinito y más allá. De verdad, no es el objeto de estas líneas, pero sirve de introducción.
Que haya un fenómeno natural imparable y repetido es algo que al ser humano, en su endiosamiento, repele. No poder dominar lo indomable, la naturaleza, nos repugna como amos de la misma. Hay que joderse y aguantarse, no queda otra. Eso o rematar de cabeza un meteorito si estás tan pirado para intentarlo. Suerte. La cuestión, en este momento es otra que hay que hacerse mirar.
Pánico me da ver que ante una situación caótica nuestros representantes, pues se supone que eso son y trabajan para nosotros, en lugar de ayudar, poner los medios y colaborar conjuntamente en la resolución del problema, se tiran mierda, desechos e inmundicias entre ellos. Que preside su actuación el interés por perpetuarse y fastidiar al adversario. El cálculo electoral que les clave a la silla eternamente si fuera posible. Motivo esencial del artículo.
Depresión, como tristeza, jamás la seria enfermedad que a tantos afecta y que nunca, quién me conoce lo sabe, tomaría en vano. Lamento sincero por no acometer actuaciones necesarias, urgentes, esenciales al margen de intereses y conveniencias personales o de grupo. Desconsuelo y abatimiento que habrán sufrido los habitantes de la Palma o de Lorca, cuando ha pasado el titular y se ven desamparados por un Estado o Comunidad (salvo a los municipios) que ya no está en el foco de la noticia. La misma Administración a la que contribuyen diariamente a su sostenimiento y que les da la espalda cuando la necesitan. O los ignora, aún peor.
Altura, lógicamente moral, ética y aún estética, de quiénes teniendo el deber de servir al resto, sirven a sí mismos. ¿Qué les llevó a presentarse al cargo que ostentan? ¿fue la vocación de servicio público? ¿dónde quedó aquello, si es que alguna vez existió? ¿mintieron cuando juraron el cargo?, que cada cual responda lo que considere. Su altura, si sólo afectara a ellos, sería su problema, pero no es así, transciende y mucho.
Nuestros. Efectivamente, nuestros, no de ellos mismos sino del colectivo que, entre otras cosas, los sostiene y mantiene. No es poco. Da igual que sean proclives, adeptos, simpatizantes o militantes, da lo mismo. No debemos olvidar lo que ellos obvian, son nuestros designados, y de nadie más. Quizá, sólo quizá, unos y otros nos hemos habituado a otra cosa, a servir al servidor y postrarnos ante él. Los pájaros disparando a las escopetas.
Administradores, que otra cosa no son, aunque se piensen lo contrario. Ni tan siquiera titulares, sólo gestores. La soberanía nacional reside en nosotros, por lo menos teóricamente, art. 2 CE.- 2. La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado. Ese pueblo que ahora se ve desamparado es el titular, el dueño, y no el administrador que sólo tiene que hacer lo que a su empleador convenga.
Por eso, mucho más que lamentable, desolador y triste es que no haya un frente común, sólido y unánime entre esos administradores que se pierden en sus propios intereses y no en los de su comunidad de vecinos, quien los sostiene generosa y abundantemente. Que se vea, se evidencie y compruebe que el pueblo responde espontáneamente cuando no actúa quién debe. Miles de voluntarios suplen las carencias administrativas con el corazón que les falta a otros. Jóvenes con ordenadores portátiles crean apps que asisten a necesitados y les conectan con otros necesitados de ofrecer su ayuda (ayudaterreta.com) sin que los grandes medios del Estado hayan, ni siquiera, pensado en ello. Quizá por falta de asesores. Que en toda España se fleten convoyes para nutrir de víveres, herramientas, ropa, enseres y lo que necesiten nuestros paisanos. Y que mientras el pueblo demuestra su grandeza, los administradores, de nuevo, su vileza.
No por previsible resulta menos descorazonador. Ya lo dijo aquel prolijo autor, un tal A.Nonimo “¡Dios, qué buen vasallo, si tuviese buen señor!
*Enrique Vila es abogado. Fundador del despacho Romiel y Vila Abogados.
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