Día Sábado, 22 de Noviembre de 2025
La defensa de un periodismo libre
La defensa de un periodismo libre es el pilar de cualquier modelo de convivencia social que considere al pueblo como soberano, es pues un elemento necesario de las sociedades democráticas, se asocia con el libre ejercicio de los derechos fundamentales que poseen los ciudadanos, promueve la mejora que ejerce en la sociedad y en los resultados de cualquier consulta popular. Paradójicamente, el control para contrarrestar el libre ejercicio del periodismo se basa en el mismo común denominador: la obstrucción a la libre crítica contra el régimen imperante.
El autócrata sabe que la mejor forma de eliminar la desobediencia es asfixiar al periodismo libre que nace directamente de su fuente original, el pueblo.
En función del perjuicio político, la represión, en sus diferentes formas, busca ser selectiva, es la preferencia estratégica de un régimen cerrado, totalitario o formalmente democrático que intenta limitar su represión a la esfera política con el usufructo de la legislación y su arsenal de reglas de obligado cumplimiento. En muchos Estados, a pesar de los avances, la abolición de los regímenes de partido único, la liberalización económica y la aparente democratización institucional de procedimientos, existe el fenómeno de la utilización de recursos y servicios estatales, incluido el aparato coercitivo, a beneficio de un nivel superior, de un líder carismático y sus familiares, amigos y partisanos.
Todo esto contribuye a generar un ámbito de acción pragmático interesado y corrupto además de la búsqueda de una falsa legitimidad para derrotar al contrario.
En la actualidad se reconoce que el control, directo e indirecto de los medios de comunicación, es una de las herramientas más eficaces que utilizan los regímenes autocráticos para desarticular protestas, conservar y ampliar apoyos evitando el descontento social.
Asimismo, el control mediático, considerado como un asunto de "seguridad nacional", o de "regeneración democrática" o de "control de bulos y desinformación" por su potencial capacidad de convocatoria, cobra un sentido relevante en los procesos electorales que aseguren la continuidad de los mandatarios corruptos.
Más del 50% de los regímenes autocráticos que convocan elecciones utilizan técnicas propias de estructuras totalitarias para mediatizar la opinión y la participación popular.
El caso chino es paradigma de un sistema dictatorial, los intentos de controlar la libertad en las redes sociales mediante el uso de acreditaciones para los periódicos digitales; el bloqueo del sistema de mensajería de Weibo, el Twitter chino; la definición de todos los comentarios como "material perjudicial"; la eliminación de las aplicaciones de chat que no favorezcan las políticas oficialistas; la detención de los infractores del buen uso de las redes; el bloqueo geográfico para que los usuarios no conozcan la realidad de otras regiones y por supuesto la verdad del exultante mundo capitalista.
El caso venezolano como sistema autocrático disfrazado de democracia, ejemplifica el desatino en su historia ante el enfrentamiento contra el canal de televisión privado RiTv, en la venezuela de Chávez. El régimen controló los diez canales nacionales, al igual que 223 de los regionales, RiTv cubría el estado de Aragua, allí la población rechazaba el modelo gubernamental y su televisión les apoyaba. Los dueños de RiTv resultaron implicados en procesos judiciales y diligencias orquestadas en su contra que culminaron con el cierre de la cadena.
La exigencia imprescindible de que la comunidad internacional emprenda acciones reales y eficaces contra este tipo de actitudes, lejos de las bonitas palabras y las expresiones de "ser motivo de honda preocupación" o "exigir a las autoridades una pronta e inmediata explicación" que supongan sanciones o represalias reales proporcionadas a la severidad de las actuaciones represivas es un oxímoron.
Es necesario trabajar con especial atención en los estados en transición y actuar directamente a través de un diálogo constructivo. La diplomacia intergubernamental debe activar el mecanismo preventivo de alerta temprana para garantizar una asistencia política más eficiente y un enfoque elaborado para luchar contra las violaciones de los derechos en los estados autocráticos.
Se debe realizar un esfuerzo concertado para proteger y promover medios de comunicación libres; trabajar para mejorar el acceso a una información fidedigna, basada en hechos verificables; evitar el daño que las noticias falsas, las medias verdades o las acusaciones infundadas puedan hacer a la credibilidad de los medios de comunicación independientes y al trabajo de periodistas profesionales. Para combatir las noticias falsas, los estados y los interlocutores deben ofrecer una amplia gama de fuentes creíbles que garanticen la pluralidad de opiniones y la contratación de la realidad. También es fundamental proteger a los periodistas y sus fuentes a través de un marco legal adecuado.
Las conclusiones a las que llegamos nos obligan a llamar a la acción de los actores de la sociedad civil comprometidos con la libertad en todo el mundo. Nos necesitamos unos a otros para, juntos, poder desafiar la ofensiva global hacia un periodismo bajo el control directo o mediatizado de los gobiernos y frente a las limitaciones, cada vez mayores, impuestas a los periodistas en el ejercicio de su profesión, de su derecho y de su deber de proporcionar información plural y crítica.
En un contexto global de retiro de las democracias antiguas y la emergencia de los regímenes autocráticos travestidos, las estrategias deberían incorporar las novedosas técnicas de la información y las redes libres hasta la abolición de estos regímenes inapropiados.
Dado que los avances del discurso y las medidas políticas a nivel global serán más lentos que las nuevas herramientas, mensajes y acciones emprendidas por la tecnología emergente, el papel desde empresas, universidades y sociedad civil es esencial. No estamos ante problemas endémicos y propios de las autocracias, sino que debemos cuestionarnos como personas libres y ciudadanos del mundo, porque nuestras democracias son tan débiles y el peligro real de que abracen a el fascio que dicen odiar.
Finalmente entiendo que desde Occidente se debería reafirmar la superioridad de nuestros valores éticos frente a otros liderazgos de alcance global, consensuar estrategias políticas, económicas y comunicativas y mantenerlas en el tiempo.
Claro es que probablemente esto no sea posible al vislumbrarse el ocaso de la regencia de nuestra cultura que anticipa el advenimiento de una izquierda radical, obsoleta, frustrada y fascista como único partido posible al quedar todo lo demás fuera de la legalidad permitida por ella misma.
*Rafael Simón Gallardo es médico y cuenta cuentos inveterado...













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