Día Sábado, 22 de Noviembre de 2025
Carta de un viejo a la “cultura woke”
Soy de derechas. Siempre lo fui y casi seguro que moriré con esta enfermedad incurable, porque por mucho que quiera estar acorde con los tiempos, a mis 63 años es harto difícil cambiar. Los abuelos estamos llenos de manías fruto de la repetición y del ensayo error sempiterno como eficaz método científico para atrevernos a experimentar otras teorías a riesgo de ser tachados de conservadores o incluso fachas.
Acepto con resignación mi obsolescencia, mi deterioro y mi falta de actualización. Me importa un comino estar de moda, porque para conseguir este objetivo, tendría que sacrificar mi pensamiento y mi libertad fruto de lo leído y aprendido para poder comulgar con las ruedas de molino de la "cultura woke" llena de chorradas acientíficas, dogmas en plan sectas satánicas y falta de respeto hacia el que no colabora ni respeta las estupideces que predican.
![[Img #20388]](https://alicantepress.com/upload/images/02_2021/4673_rafael-gallardo.png)
Cuando era joven, la mayoría de compañeros decían que eran de izquierdas, eso era molón y guay, se ligaba más. Yo después de leer "cartas de una empresario a su hijo" de G. Kingsley Ward, donde un padre explica a su vástago en la universidad de Harvard lo que es la vida, la amistad, las prioridades de interés y el peligro de hacer estupideces fuera de los momentos oportunos, se abrió mi mente al hacerme entender -mientras mis padres se dedicaban a temas de mayor relevancia- que lo primero que la educación forma es el carácter, y, después, los conocimientos.
Que la universidad genera académicos, simples teóricos que precisan de la prueba real de la vida para transformarse en licenciados... que los temas que te fuerzan a pensar deprisa, son buenos en sí mismos, aunque sean chorradas, porque te obligan a dar la respuesta pertinente antes de que el resto deje de morder sus lápices.
Aseverar que la universidad no hace al tonto listo sino que lo desarrolla, normaliza y legaliza para el desempeño profesional, de la misma forma que titula al avezado y le permite resaltar entre la mayoría de mediocres que estudian como él...me dí cuenta que lo importante no es saber mucho sino aplicar lo poco que se sabe.
Que las cosas tienen precio y valor y que ni es lo mismo ni tienen por qué coincidir...además que la vigencia de la verdad solo se puede aprender teniendo tratos con mentirosos. Por experiencia aprendí que no es bueno parecerse siempre a los padres, aunque estos se sientan orgullosos, porque seguro heredaremos defectos impresentables. Saber que el conocimiento también se adquiere de forma autodidacta, sin maestros y que esta forma de aprender es la que acaba desarrollando el hombre viejo.
Para terminar saber a ciencia cierta que hacer lo correcto está lleno de caminos equivocados y peligrosos y probablemente sea el acto más valioso de nuestra biografía aunque ésta no sea conocida.
*Rafael Simón Gallardo es médico y cuenta cuentos inveterado...













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