Día Martes, 16 de Septiembre de 2025
Te digo lo que no quieres oír...
Lo dijo George Orwell en su novela 1984: «La libertad es el derecho de decir a la gente aquello que no quiere oír».
Por tanto, contar lo que se quiere oír y callar lo que molesta es sencillamente censura, autoimpuesta en ocasiones y muchas veces exigida por las mentalidades meapilísticas imperantes.
No es lícito exigir "espacios seguros" porque sencillamente no existen, la vida es una zona donde todo el mundo tiene derecho a transitar y de hecho así sucede, incluso para el que piensa raro, diferente y diverge puede y debe explicar sus criterios y no está justificada la exclusión y el insulto de los que opinan amparados en el pensamiento imperante.
Nuestra sociedad es cada vez más simplona, menos complicada y por tanto infantil. Como resultado de estas variables, se ha favorecido el caldo de cultivo eficaz para que lo políticamente correcto avance imparable. Nos tratan como a niños y se nos dice mediante organizaciones, aplicaciones y medios lo que es cierto o falso, bueno o malo, adecuado e inapropiado. De esta manera, la represión se extiende como el agujero de ozono sobre la atmósfera prohibiendo actitudes, palabras, términos, partidos, dirigentes y funcionando efectivamente como la cruel policía del pensamiento que terminará teniendo incluso un ministerio; "El Ministerio de la Verdad".
![[Img #20400]](https://alicantepress.com/upload/images/02_2021/5321_rafael-gallardo.png)
Que lástima que no exista el Ministerio del Tiempo porque cogería la puerta del Siglo de Oro Español y me iría con Quevedo a componer sonetos. Seguro que el poeta me explicaría que no todo el mundo opina lo mismo ni posee igual sensibilidad. Que es imposible separar lo ofensivo de lo inocuo porque sencillamente cada cual se ofende según sus gónadas y las hormonas son imprevisibles. Que la ofensa no está en el emisor sino que depende fundamentalmente del receptor.
Lo políticamente correcto se esfuerza en hacernos sentir cómodos y seguros a salvo de todo mal. Para conseguir esto hay que sacrificar la credibilidad y el rigor del discurso intelectual, elegir emoción y no lógica, hablar de sentimientos en contraposición a hechos y así llegar a cambiar razón por ignorancia. Pero aun así todo este esfuerzo es ineficaz porque no resuelve los problemas que pretende; maldad, injusticia, discriminación...Todo este montaje es la respuesta facil de mentes superficiales que ante el trabajo, estudio y seriedad necesarias para cambiar el mundo eligen simplemente crear nuevos términos, llamar a las cosas de otra forma y censurar los mínimos atisbos de inteligencia, cultura y ciencia.
Aunque nos prometan mil veces que si cerramos los ojos los monstruos desaparecen, no les crean. Aunque nos obliguen a repudiar palabras, utilizar otras e incluso aprender neologismos inventados para nombrar lo que molesta, no les hagan caso, sean libres y sigan llamando a las cosas por su nombre. El problema no son las palabras son lo que representan.
Vivir es saber que el mal existe, encajar el sufrimiento y la contrariedad, obviar el cuento de hadas que nos repiten y es falsario, reconocer la verdad de los hechos, situaciones y personas y la profundidad del lenguaje sin intermediarios ni traductores oficiales. Si somos capaces de hacer esto, indefectiblemente aprenderemos a rebatir los criterios opuestos con naturalidad y sobre todo sin miedo porque nadie tendrá derecho a censurar y decir lo que hay que hacer o pensar. Simplemente seremos libres.
Que Dios sí existe así lo vea...
*Rafael Simón Gallardo es médico y cuenta cuentos inveterado...
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