Antiguas voces y oídos nuevos

Mi propuesta es sencilla pero arriesgada. Soy respetuoso con todas las lenguas porque son la traducción del alma y los deseos de las personas que las utilizan y las utilizaron. Son vehículo de transmisión de cuentos, historia y ciencia y  también el reflejo de culturas y tradiciones vividas que se abren paso en nuestros días.

Si rechazo una lengua estoy rechazando a miles de personas, cientos de historias pasadas y presentes que se canalizaron en crisoles culturales que no tienen por qué desaparecer por el capricho de resentidos históricos y oportunistas maltrechos. Por eso, quiero jugar a sumar, no a restar ni a dividir. Yo defiendo la libertad de las lenguas y de los que las hablan, yo respeto a las culturas que nos envuelven y protegen aunque también nos dañen.

Probablemente si este deseo dejara de ser una ilusión para volverse realidad, sería un vehículo eficaz  de mejora de la humanidad. 

No se puede legislar el uso de las lenguas, no se deben de imponer los idiomas desde arriba, entre otras cosas porque es pueril y sobre todo fascista comportarse de esta forma desoyendo el sentido común del verdadero pueblo soberano. 

Los idiomas nacen de profundas raíces, desde abajo. Las lenguas  sólo se aman y se hablan no se imponen. Las lenguas nacen, crecen se mezclan con otras para al final morir. Son reflejos de nosotros que vivimos y morimos como ellas. Son la suma de las vidas de todos los que las hablaron antaño y lo hacen hoy y finalmente son  la proyección de futuro de nuestros hijos y nietos. 

Cuando nuestra lengua muera, que lo hará, siempre quedará un erudito que pueda revivir el alma de aquellos que ya no existen y así ser todos un poco inmortales cuando lea nuestras palabras antiguas para oídos modernos... 

* Rafael Simón Gallardo es médico y cuenta cuentos inveterado...