Se cierra el Círculo

Llegaba puntual cada dos meses. Al principio me daba la sensación de que aparecía simplemente en la mesa del salón. Al crecer descubrí que no, que alguien la dejaba en el buzón de la casa de mis padres. También descubrí que antes había estado en casa de mis abuelos, donde mi madre la había conocido. Mucho tiempo después, cuando viví solo, llegó también a mi casa. Las primeras veces la subía Adela, pero al poco tiempo empecé a bajar yo por no hacerle subir esos cuatro pisos sin ascensor.

El ritual era siempre el mismo: sentarse en el sillón y sumergirse en todos aquellos libros. Era la revista del Círculo de Lectores que, ya en el nombre, te hacía pertenecer a un selecto grupo de gente rara que leía libros.

Esas colecciones de clásicos de la literatura (siempre alguna edición del Quijote, por supuesto), de misterio, de novela actual, de terror, de novela histórica, de romances en las Highlands escocesas (que mira que había libros con highlanders de torso descubierto y pelirrojas macizas con vestiditos de gasa, con el frío que tiene que hacer allí).

Con el tiempo, los libros históricos dieron paso a los libros para bebés e infantiles y estos, a las novelas. Pero siempre pedía alguno. Lo difícil era elegir. A veces la revista viajaba del salón al water, (donde se han elegido grandes títulos) y allí se quedaba, si la elección no era obvia, para el siguiente apretón.

Nunca fue tan evidente la cantidad de títulos conseguidos a través del Círculo como ahora, cuando estoy haciendo la mudanza y tengo que llevarme mis preciados libros. Cientos y cientos de ellos se agolpan en el suelo y en cajas esperando a la empresa de mudanza. Harán un nuevo y largo viaje, como yo, que vendo mi casa definitivamente para comprar en otro sitio. Exactamente en el momento en el que Círculo de Lectores cierra tras 60 años.

Cambios en la vida que te hacen cerrar un círculo para abrir otro. Pero mucho me temo que aquel Círculo que tan felices nos hacía, ese no volverá.