Jarrones chinos

Jarrones chinos. Dícese de las viejas glorias, que después de haber dejado su cargo se dedican a dar lecciones sobre el arte de la política. José María Aznar, el expresidente del Gobierno, fue el acuñador de dicho termino para referirse a los dirigentes socialistas que llenaban auditorios o platós de televisión para difundir sus enseñanzas de abuelo cebolleta. Encarnaban al típico cansino que se cree que todo lo sabe, y que confía en tener la posición para adoctrinar a las masas y a las generaciones venideras. Charlatanes que tanto criticaba Aznar y a los que, ahora ha comenzado a emular, hasta tal punto de que la mayoría de los líderes del Partido Popular actual han pedido que se calle y vuelva a la cueva de la jubilación en la que se había metido. El ego, que es muy poderoso, juega malas pasadas. Provoca que nos creamos poseedores de la verdad absoluta estando legitimados para aleccionar a la plebe. Es más complicado dominar al silencio fruto de la humildad que a la arrogancia que da rienda suelta a nuestra lengua.
Alucino con los políticos, que tras haber realizado una gestión más o menos dudosa o incluso desastrosa, se atreven a dar su opinión en público sin un atisbo de vergüenza. Lo hace Susana Díaz, la mujer que perdió las primarias socialistas contra Pedro Sánchez, y que ahora, por la voluntad popular, ha visto como su cortijo de la Junta de Andalucía era pasto de las llamas de la democracia. No cesa en su empeño en intentar que la escuchen. Ha perdido el poder, los andaluces no la quieren, ha llevado a su región a la más absoluta miseria, pero no se cansa de hablar, de hacer oposición. ¿Cómo va a dar lecciones alguien que no ha sabido gestionar lo que ahora se compromete a solventar? Es incoherente. Los que me leen sabrán que destaco mucho las incongruencias de los políticos. Si hay alguien pierde el feudo que llevaba comandando desde tiempos inmemoriales, lo sensato, es que esta persona coja, abra la puerta, y se vaya. No por los ciudadanos, sino por ese político, por su dignidad, por sus principios. Valores, que, al reprochar a los actuales gobernantes, circunstancias que en un tiempo pasado estos ignoraban, se ven echados por tierra.
En Alicante, durante estos últimos compases de la campaña electoral de las municipales, dos viejos fantasmas de nuestra política local, salieron a la palestra virtual, para dar su opinión sobre dos dirigentes del panorama actual. Uno fue Gabriel Echavarrí, que, tras estar un año en hibernación escondido en la caverna, dio señales de vida para criticar en una red social el resultado electoral del PSOE de Sanguino. Pedía su dimisión, achacaba su “mal” resultado electoral, -cuando él consiguió tan solo 6 concejales a diferencia de los 9 que ha cosechado el candidato de estas elecciones-, a su condición de independiente. Le tildaba de marioneta, aseguraba que los socialistas habían hablado en las urnas, como si los electores fueran todos militantes del PSOE y les fuera en ello que la cara visible sea del partido o no. Que se lo digan a Ángel Gabilondo, que ha conquistado la Comunidad de Madrid sin tener el carnet de socialista…Lecciones vendo que para mí no tengo. Como me gusta esta frase… y que cierta es. El peor alcalde de la historia de Alicante, critica a su predecesor cuando ha sacado tres escaños más que él. Alucinante. Hay que meditar treinta segundos antes de publicar algo en una red social, sino te pasa como Donald Trump, que se le calienta el teclado y te hace spoiler de tu serie favorita. Como decía ZP, amigo íntimo de Maduro, talante, señor Echavarrí.
Desgraciadamente, los que más tienen que callar, son los que más hablan. Charlatanes, encantadores de serpientes, que ya tuvieron su momento. Es cierto que coexistir en el anonimato después de ser objetivo de los flases de la fama, es complicado no caer en la tentación de aprovechar cualquier ocasión para volver al redil de las estrellas, pero del mismo modo que hay que saber cuándo dar el salto, tambien hay que ser consciente cuando uno debe abandonar. Una retirada a tiempo es una victoria. Jubilarse en política es sinónimo de callarse, de dejar de hablar para que trabajen los que ahora están sirviendo a los ciudadanos. Así que… ¿Por qué no se callan?
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