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JORGE BRUGOS Domingo, 26 de Mayo de 2019

Vasos comunicantes

Mesa del congreso de los Diputados.Mesa del congreso de los Diputados.

Admiro a los valientes, a los que se atreven a hacer cosas que el resto de los mortales, seguramente, de ponernos en su misma tesitura, no seríamos capaces de realizar. Hombres hechos de otra pasta.

 

Sustancia, de la que tambien está hecho Edmundo Bal, el hombre que, siendo leal a sus principios, se negó a modificar sus valores para salvar su puesto de trabajo. Sus superiores, comandados por el ministerio de Justicia y por el Doctor Sánchez, le pidieron que firmara un documento en el que se exculpaba a los políticos presos del 1-octubre del delito de rebelión. Bal, con contundencia, dijo No es No. Del mismo modo que el Presidente de Gobierno negó su apoyo a la investidura de Mariano Rajoy, el abogado del Estado y recién elegido diputado por Ciudadanos en esta nueva legislatura que esta semana empezó a rodar de la mano de la reencarnación de Valle-Inclán, rechazó el modificar su criterio por mucho que los jefes le dijeran que lo hiciera.

 

Eso tuvo consecuencias, esa rebeldía temeraria pero valiente y leal a nuestra nación y al Estado de Derecho le costó su puesto de trabajo. Su vida había cambiado de la noche a la mañana. Su trayectoria profesional era menor que el hecho de haber llevado la contraria a sus superiores. Le mataron, le cesaron. Como el mismo me contaba, al ser relevado de su cargo, fu a una cafetería, pidió un café, se sentó en una banqueta para asimilar lo ocurrido y a continuación, llamó a su esposa para comunicarle lo sucedido.

 

Al mismo tiempo que estaba derrumbado, que no derrotado, la noticia de su despido se filtraba a la prensa y los medios afines al gobierno publicaban la noticia destacando la rebeldía del jurista. Indisciplina, que, para otra parte de la prensa, era valentía y destacaban en los días posteriores la purga que el Gobierno había hecho con Bal. Sus jefes no se esperaban esa reacción, aquella contra argumentación, que rebatía lo publicado por otros medios dejando al ejecutivo en una situación que no le beneficiaba. Pedro Sánchez, para contentar a los secesionistas, estuvo dispuesto a violentar uno de los poderes del Estado construyendo unos vasos comunicantes entre el poder ejecutivo y el judicial.    

 

En este socaire imaginario en el que habita la izquierda y el secesionismo, sueñan con que la justicia y el resto de poderes del Estado estén a merced del ejecutivo. Se denota cuando Sánchez gobierna por Decreto sin respetar el fundamento por el que existe esta figura, y se palpa, cuando los nacionalistas piden el indulto de los políticos presos. Me llamaba la atención el otro día, como Quim Torra, en el momento en el que Raúl Romeva tomaba posesión de su cargo como senador, decía que el dirigente soberanista iba a facilitar la salida de prisión de los independentistas.

 

¿En qué mundo viven? ¿No sabrán que España es un Estado democrático en el que los tres poderes no están cohesionados, sino que existe una división entre ellos? Seguramente estén acostumbrados a naciones despóticas como Rusia, -quizá por eso Puigdemont mira con tanto anhelo a este país-, en donde, por cierto, si existen presos políticos. Patrias como Venezuela, gobernada por un dictador, -del que por mucho que reniegue Iglesias, no dejan de evidenciar la complicidad que su partido tiene con él-, en la que no les gustaría coexistir, pero sí que sulfuran porque España se convierta en una sede europea de la política bolivariana.

 

Sueñan con poder encarcelar a los que no son de su cuerda, en silenciar- como hacen los secesionistas en el Parlamento de Cataluña- a todos aquellos que no les bailen el agua y osen discrepar con sus tesis, señalar a los que piensan distinto a ellos y prohibirles la entrada en sus territorios,-recuerden que Manolo Mata, diputado de las Cortes Valencianas por el PSOE señaló que se deberían declarar personas non gratas a Toni Cantó y a Albert Rivera en Valencia o como algunos alcaldes secesionistas han hecho lo propio con Inés Arrimadas-.

 

En su mundo orwelliano, el que se atreve a plantarles cara, le ocurre lo mismo que le sucedió a Edmundo Bal, es purgado y sentenciado. Hasta a los que uno creía amigos, una vez que estos atraviesan la puerta a dicho orbe surrealista concebido quien sabe si por Valle-Inclán, te dan la espalda y ni te miran a la cara. Es lo que le pasó a Edmundo Ball, que el pasado martes, en la sesión constitutiva del Congreso, vio como Grande-Marlaska, al que creía hombre de su confianza, no levantaba la cabeza ni para dirigirle una mirada afectuosa. O estás conmigo, o estás contra mí. Luego estos son los que hablan de transigencia y tolerancia… Así de incoherentes son. Dan lecciones de higiene democrática, -acuérdense que Sánchez precipitó la caída de Rajoy por ese motivo- y luego son ellos los que crean una red institucional colocando a sus amigos en todos y cada uno de los organismos del Estado.  

 

Ya vale de intentar pintar una España autoritaria, cuando somos una de las democracias más plenas del mundo. Cesen ya en su hipocresía. Dejen de criticar falaciamente el despotismo de nuestra democracia cuando lo único que hacen es intentar sabotear nuestras instituciones para derrocar el sistema establecido para anexionar los poderes entre si y gobernar a su antojo sin ninguna restricción.  No se llamen demócratas cuando quieren ser tiranos.

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