Día Sábado, 22 de Noviembre de 2025
Contra la muerte no hay ley, mata al Papa, mata al rey

Oigan amigos y enemigos, me dirijo a ustedes porque durante esta semana, me he escandalizado en extremo del uso que ha hecho el PSOE de la muerte inesperada de D. Alfredo Pérez Rubalcaba y voy a intentar explicarlo desde el respeto hacia el fallecido pero también hacia la verdad verdadera.
A barba muerta, obligación cubierta. Rubalcaba ha sido éxitus, termino latino, que utilizamos los médicos para expresar el último viaje, el de Caronte. Pareciera que ha muerto un gran hombre, de estado, según cantan todos. Sobre su féretro, descansado en el salón de los Pasos Perdidos del congreso, reposaron dos banderas; la nacional bicolor y la monocolor socialista. Esto es justo y expresa su ámbito de acción con naturalidad, mientras que sus compañeros de todas las épocas, colores y el pueblo de Madrid, aficionado a todo tipo de colas, transitaba para honrarle sus méritos y expresar el dolor por su pérdida blandiendo rosas rojas.
Cayendo el muerto y soltando el llanto. Nuestro presidente en funciones, ataviado como una viuda desolada, escribe un epitafio de más de un folio con letra teresiana en la sede del partido, con su gesto crispado y movimientos milimétricamente medidos, abraza a todo el mundo, escucha con expresión circunspecta mientras se le graba en vídeo para la posteridad y para las próximas elecciones también haciendo verdad el dicho;
A tu enemigo fallecido, perdón y olvido.
Parece que solo yo recuerdo lo mal que se llevaban el muerto y el presidente. Para Sánchez, Alfredo era un ejemplo vivo de otros tiempos, de otra forma de hacer política con la que el pívot hermoso, no comulga e hizo todo lo posible por cambiar. Para D. Alfredo, Pedro, era sólo un imberbe sin formación y con mucha suerte. Todos han olvidado, las presiones del presidente, para obligar al Sr Rubalcaba a abandonar su carrera activa política. La cara de pena y de vergüenza de Alfredo cuando al recibir los aplausos de los diputados de todos los colores, en el último día que se sentó en su escaño, debía marchar para siempre. Es de alabar que después de la política, no trabajara para eléctricas, bancos o empresas mediáticas, como hubiera podido hacer en puertas giratorias al uso, y se haya conformado en volver a la universidad, a su plaza de profesor de química. Inaudito más bien, pensaría Sánchez con toda seguridad.
Pero hoy está muerto, no es un problema para nadie, aunque seguro lo fuera antes, es el momento para las exaltaciones patrias interesadas, para transformar su óbito en campaña electoral, todo vale, exageremos todo sin control tras la seguridad de que el pueblo, no sabe, no conoce y sobre todo, no recuerda... Las actuaciones y las performances se suceden mientras todos repiten; "Un hombre de estado, un hombre de estado", pero no están en lo cierto, con la mala suerte de que existen periódicos y hemerotecas que no avalan estas afirmaciones y a mí, me ha dado por revisarlas sin maldad, les juro o prometo, según me convenga, que así ha sido y les prevengo también, que lo releído y recordado no ha sido nada alentador.
Lo importante de la figura pública de Rubalcaba no son sus propios logros y méritos, que los tuvo sin duda, sino también los deméritos, luces y sombras que nos afectan a todos. Fue un hombre coherente y efectivo para los intereses del partido, fue el encargado que toda organización necesita para pasar de las musas a la realidad. Era técnico en pragmatismo aplicado.
Rubalcaba nunca lo pretendió ser un hombre de estado, lo que sí fue, un buen capataz, un hombre de partido, buen servidor, un soldado obediente de los dirigentes máximos, un ejecutor necesario y eficaz a las órdenes de Zapatero y González en sus misiones confesables y también en las inconfesables que muchas hubo.
Este fue Rubalcaba, y los elogios al finado como hombre de Estado no son veraces, no así como persona. Alfredo, sirvió a sus jefes con eficacia y con lealtad, mintió cuando fue preciso, pactó con delincuentes cuando se lo ordenaron, organizó estructuras de terrorismo de estado, protegió a los corruptos de su partido. Hizo lo que le mandaron sin planteamiento crítico alguno y eso sí que fue su cualidad más notoria, pero claro, de todo esto hace ya tanto tiempo, que al contarlo hoy, seguro suena a falso, todo mentira si se pregunta directamente. Ha sido útil hasta en su propio final, donde su entierro se transformó en un inmenso anuncio publicitario electoral. Nunca antes, se obtuvo tanto rédito de un político.
Merece el respeto como cualquier hombre que haya muerto, pero por favor, no cambiemos la memoria histórica transformando en héroe al que solo fue "siervo" de su partido y de sus poderosos dirigentes, caprichosos y arbitrarios por los que estoy convencido, hubiera ido a la cárcel para impedir sus arrestos si hubieran sido juzgados.
Quiero terminar con unas palabras del propio Rubalcaba cuando fue aleccionado para publicar sus memorias y contestó: "Lo que puedo contar no interesa, y lo que interesa no lo puedo contar". Definición precisa del personaje.
Descanse en paz pero sepan que "Muerto el hombre más celebrado, a los diez días, olvidado".
* Rafael Simón Gallardo es médico y cuenta cuentos inveterado...














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