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JORGE BRUGOS Sábado, 13 de Abril de 2019

Ciudadanos

Puede, que la pregunta que titula esta columna sea aparentemente absurda teniendo en cuenta que el que la escribe, es miembro de Ciudadanos. Pero no. Niego con rotundidad la presunta irracionalidad de la cuestión, porque pese a que soy afiliado de dicha formación, no hay nada que me impida no votar a mis siglas el próximo 28 de abril. El voto es secreto, y ciertos allegados que militan en otros partidos me han llegado a reconocer que no han apoyado los proyectos de sus siglas a la hora de acudir a las urnas. No todos podemos convencer a las monjitas de las residencias para que con alevosía y premeditación entreguen a los ancianos las papeletas sin que estos estén conformes con dicha decisión, como presuntamente hace el Partido Popular, o al menos eso cuentan las leyendas negras… A diferencia de esos octogenarios, todos los ciudadanos sin excepción, pueden escoger las opciones políticas que más les seduzcan. Incluso aquellos, -pese a que es en cierto grado incoherente-, que militan en un partido pueden escoger a cualquier otra opción distinta a la de sus siglas, ya que la papeleta caerá en la caja de metacrilato con el anonimato sin que nadie sepa quien ha sido el que la ha introducido en la urna.  

 

Si no estuviera enrolado en Ciudadanos, y si el espíritu político no se hubiera apoderado de mí ser, no me cabe la menor duda de que mi papeleta sería naranja. El partido de Albert Rivera es el proyecto que llevábamos esperando los españoles desde los tiempos posteriores a la transición. Son muchos los que añoraban esa etapa de meritocracia en la que los gobernantes no eran profesionales de la política, sino mentes brillantes y eminencias en sus respectivos campos que dejaron su vida pasada para servir a los ciudadanos por patriotismo. Profesores, médicos, ejecutivos… Gentes, que pese a ganar más dinero en el sector privado con sus respectivos oficios, decidieron sacrificarse saliendo de su zona de confort y saltando al ruedo. Eso es lo que fue la UCD, y es lo que es hoy Ciudadanos. Pese a que muchos no sean capaces de asimilarlo como consecuencia de que sus instintos les nublan la mente debido a las fuertes presiones del exterior que ejerce la vieja política, Albert Rivera, y Toni Cantó en el caso de la Comunidad Valenciana, son los que lideran el verdadero cambio en las instituciones.

 

Transformación, en la que la política ha dejado de ser una salida laboral, como se creían algunos… para  convertirse de una vez por todas en un servicio. La semana pasada Ada Colau echaba la bilis cuando en el debate cara a cara con Manuel Valls, el candidato respaldado por Cs a la alcaldía de Barcelona aseguraba que él iba a traer el cambio a Barcelona. Cuánta razón. La furia de Colau era consecuencia de los hechos, de que se ha dado de bruces con la realidad. La que enchufó a su marido no puede presumir de regeneración. Todos los que han ido con aires de enmendadores hasta el momento, han caído en las mismas trampas y chanchullos que ellos mismos criticaban de sus antecesores. Subvenciones a amigotes, enchufes a sus allegados… Continuando la red clientelar que habían tejido los otros, estos han olvidado sus ideas iniciales volviendo a los planteamientos caciquiles de PP y PSOE.

 

Si hay un partido que cuenta con profesionales que no necesitan la política para vivir, ese es Ciudadanos. Toni Cantó, el candidato a la Generalitat Valenciana, es un ejemplo de ello. Uno de los actores más reconocidos de nuestro país dejó a un lado los escenarios para servir a España y a sus ciudadanos. ¿No me digan que no ganaría más actuando que legislando? Es innegable que sí. Aparcó su asentada carrera para un bien mayor, por unas convicciones y vocaciones superiores a las que satisfacía con la interpretación. Otro caso paradigmático de vocación política, es Fernando Llopis, número cinco de la lista a las Cortes Valencianas por Alicante. Profesor de renombre y una autentica eminencia en la Universidad de Alicante,-doy fe de que pasear con él por los aledaños del campus es como ir con una estrella-, que aparca su labor docente para dedicarse al servicio público. Por no hablar de Marcos de Quinto, el ejecutivo de éxito, que pudiendo ganar millones como CEO de grandes multinacionales ha decidido mudarse al Congreso de los Diputados y luchar por las libertades y derechos de todos los ciudadanos. ¿Usted dejaría de embolsarse suculentas cantidades de capital para ganar unos miles de euros mensuales como diputado? Eso solo lo hacen los valientes, los que viven para la política, y no de la política.

 

Porque eso es Ciudadanos, el partido de la sociedad civil. Las siglas en las que, sus dirigentes, no dependen de ir en una lista electoral. Y si hay alguno al que le vaya la vida en ello el ocupar un puesto de salida porque si no, no llega a fin de mes, ya sabe dónde está la puerta.

 

Cs ha supuesto tal trauma para la política tradicional, que otros partidos como el Partido Popular están intentando adherirse al boom de la tecnocracia. Antes de que Casado reclutara a periodistas o a toreros para burlar las cornadas demoscópicas de Vox, Albert Rivera ya había fichado a ilustres de la sociedad civil como Javier Nart o Begoña Villacis. Hemos sido pioneros. Ahora nos quieren copiar. Los que nos tachaban de veletas, no cesan en su empeño de calcar nuestro discurso respecto al conflicto catalán. Los que pactaron con el nacionalismo o se quedaron de brazos cruzados cuando el pan-catalanismo penetraba en las escuelas valencianas, gritan ahora de manera hipócrita contra lo que ellos ocasionaron al no reformar la ley educativa. Recuerdo en una ocasión, cuando hablando con Francisco Camps en un programa de televisión, -creo que he contado varias veces esta anécdota-, le recordaba mientras este criticaba la inmersión lingüística el grado de culpa que tuvo su gobierno con lo que pasa en la actualidad. Para mi sorpresa, no me lo negó con rotundidad, sino que se resignó a asentir levemente con la cabeza. 

 

Este problema, el mayor que hemos tenido en nuestra democracia, -la frustrada independencia de Cataluña-, y que algunos dirigentes de la Comunidad Valenciana sueñan con que fructifique, debe atajarse con el único partido que se fundó para derrotar al nacionalismo. Supremacismo, de aquellos que se creen superiores al resto de españoles por ostentar un ADN mejorado o una sangre más pura, que se derrotara con una nueva ley de educación y con unas reformas económicas y fiscales que igualen en derechos y en obligaciones a todos los ciudadanos. Porque solo con libertad e igualdad, podremos progresar.

 

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