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ENRIQUE VILA
ENRIQUE VILA Viernes, 14 de Diciembre de 2018

Rien ne va plus

Me he desayunado, días atrás, con una noticia espeluznante, imprescindible, a la que los medios de comunicación no han otorgado la difusión y transcendencia que merece. Hoy no, porque me encuentro de ayuno voluntario hasta las 14 hs., en solidaridad con los cientos de miles de calamares sacrificados a diario e introducidos contra su voluntad, troceados y rebozados, entre rebanadas de pan, algunos incluso bañados en salsa mayonesa. Creo que esta noble causa merece un sacrificio a su altura.

 

Grupos de animalistas, que bogan y luchan por equiparar los derechos de los animales a los del ser humano, protestan y claman contra expresiones insultantes, denigrantes e infames como “matar dos pájaros de un tiro”, “coger el toro por los cuernos”, “ser un conejillo de indias”, “la curiosidad mató al gato” y similares. No les falta razón. Desde aquí todo mi apoyo que materializaré con otro ayuno entre comida y cena, salvo que a media tarde (meriending time) desfallezca y deba saltármelo por prescripción facultativa. El equipo médico de alicantepress, ante el riesgo, altruistamente se ha ofrecido a realizarme controles periódicos. Más vale prevenir que curar.

 

Se trata, claramente, de una ¡Alerta Antilingüista!, precisada, urgida, de la respuesta callejera adecuada. No podemos (por si alguien no lo ha pillado aún) permanecer impasibles sentados en nuestras amplias mansiones, frente a cristalinas piscinas, girando la cara para otro lado ante tamaña afrenta e injusticia. Ya en su día esta valiente vanguardia protestó justamente frente al ordeño de las vacas. ¿Es que nadie piensa en ellas como madres que son? (las vacas) Decían entonces con justicia y acierto (los animalistas). El mundial éxito y difusión de aquella universal protesta ha llevado a los infatigables luchadores a dar un paso adelante. Es necesario desterrar del lenguaje giros y dichos que puedan provocar el sufrimiento de nuestros hermanos animales. Ellos lo entienden todo y cada vez que se profiere una de esas expresiones pajarillos, conejillos, zorritos, elefantes y anacondas sufren al escucharlas. Hasta las cucarachas tienen sentimientos en su pequeño caparazón de repugnante insecto.

 

¿De verdad no podemos sustituir “tener memoria de mosquito” por, no sé, al azar, “tener memoria de político en campaña” o “ser un burro” por “ser un rufián”? ¡Cuánto sufrimiento animal se evitaría con estos simples e inocentes cambios! Más que necesario, se hace imprescindible evolucionar, abandonar expresiones como “¡qué monada de vestido!”, “dar gato por liebre”, “ser un tigre en la cama”, “estar más ciego que un topo” o “tener lengua de víbora”.

 

Y como estas muchas otras metáforas y comparaciones que denigran, vapulean y discriminan a sus protagonistas. Cuando decimos “si Dios quiere” o “bocatto di cardinale” sometemos un mundo aconfesional a nuestras creencias religiosas; si expresamos “mañana será otro día” cometemos un claro intrusismo profesional con los videntes y médiums que honradamente se ganan el pan aliviándonos de todo aquello que nos inquieta, atormenta o perturba a horas intempestivas; cuando un portero es “manco” o un jugador “cojo” se oye el lamento de quién realmente padece esta dolencia; si un libro es un “ladrillo” el mundo de la construcción se resiente; qué pensarán los meteorólogos cuando en casa hay “marejada”, los vecinos son un “tormento” o “llueve a cántaros” (incluyendo a los alfareros en la infamia comparativa); los madereros cuando se dice de alguien que es un “hacha”; los boticarios con la “purga de Benito”; los conferenciantes que “aburren a las ovejas”; los enterradores ante los “silencios sepulcrales” o los médicos ateos que tienen “mano de santo”.

 

Si queremos evolucionar, ser mejores, alcanzar el fin último de cualquier aspirante a Mister o Miss Mundo, Miss Universo, Miss Antropía o Miss Terio, esto es, la Paz Mundial, hemos de empezar por desterrar del lenguaje estos usos y costumbres que tan osadamente (perdón plantígrados) venimos admitiendo sin ser conscientes del peligro que entrañan y el sufrimiento que producen.

 

Es más, en los tiempos que corren su uso debería prohibirse por ley y ser sancionado con castigos ejemplares. En el cuadragésimo (40 para más señas) aniversario de nuestra Constitución, es lamentable que los grupos políticos no hayan hecho un esfuerzo para modificarla y adaptarla a los tiempos que vivimos.

 

Como siempre, la sociedad avanza a la velocidad del rayo (perdón meteorólogos) y las instituciones, cual caballo del malo, quedan rezagadas ante demandas inaplazables que todos y todas, animales y animalos, esperamos como agua de mayo.

 

Lo dicho, no puedo con la vida que me dais (bis).

 

* Enrique Vila es abogado. Fundador del despacho Romiel y Vila Abogados.

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