Día Sábado, 22 de Noviembre de 2025
Ni extremista ni radical

Desde que el ser humano lo es, decenios de miles de años atrás, le obsesionan muchas cosas, entre ellas la persistente e inherente necesidad de medirlo todo. Tiempo, espacio, comportamiento, personalidad o cualquier cosa que pueda contarse. Es innato. No se puede evitar como no se puede evitar respirar, es más, lo frecuente es dejar de hacer ambas cosas al tiempo.
Pasamos la vida midiendo desde nuestra inmediata existencia. Recibimos la luz solar y ya contamos, inconscientemente, el tiempo entre comidas. Además somos medidos. Dos kilos y medio pesa el bebé; cuarenta y cinco centímetros; leucocitos, plaquetas, nivel de oxigenación, etc. Necesitamos saber dónde estamos y por dónde nos movemos. Norte, Sur, Este y Oeste. Ecuador, Hemisferios, Paralelos y Meridianos, especialmente el de Castellón (el 0). Nivel del mar, punto de ebullición y de congelación del agua.
Para ello inventamos una herramienta previa, la unidad de medida. Si velocidad es igual a espacio recorrido dividido tiempo tardado, nada sabremos sin unidad de tiempo y espacio. De poco vale saber que la luz corre que se las pela, aproximadamente a 300.000 km/s, si no contamos con el kilómetro y el segundo. Creamos, del limbo, unidades y escalas, les damos vida animada. Un metro, la diezmillonésima parte de la mitad de un meridiano; un kilogramo la masa de un decímetro cúbico de agua destilada; un segundo, la sesentava parte de un minuto que, a su vez, es la sesentava parte de una hora. Actualmente tienen otras definiciones más exactas, con referencias atómicas, oscilaciones de radiación y similares. Mucho menos atractivas.
La escala ritcher, los grados centígrados, celsius, fahrenheid, kelvin, hasta la escala musical que parte del silencio o el test de rorschach, son convenciones humanas admitidas que aceptan un punto cero a partir del que calcular variaciones. Ese punto 0 es lo “normal”, “aceptable”, y sus alteraciones hacia los lados, la medición. De lo más cercano a los extremos. Por ello, el extremo depende directamente del 0. Si pusiéramos el 0 en 90º, el agua no necesitaría más que 10º para bullir; si el 0 de ritcher fuera 5, un sismo de 7,5 sería un leve contorneo, no un desastre.
Medir espacio, tiempo, velocidad o tocino, la dureza del adamantium o la habitabilidad de los exoplanetas es relativamente sencillo. Matemática combinada con física y química, complicada pero accesible. Fija, salvo errores. Mucho más complejo es el comportamiento, las actitudes, las ideas o sentimientos pero lo hacemos. Es mucho peor, no hay escala fija o fiable. El 0, lo normal, depende de algo llamado “opinión pública” o “publicada” -na más y na menos-, un carajal de narices.
Los gurús de la moda bendicen el camal pata de elefante o la falda larga y después el de pitillo y la mini. Hala a tragar por ello para ser aceptado socialmente, algo básico al parecer. Pelo largo, corto o rapado al cero, rastas o flequillo bocado de burra. La “opinión pública” sitúa el 0 y, en consecuencia, los extremos. Más cerca, más “in”, más lejos, extremista radical, ajeno, ausente y disidente social.
No soy radical cuando me espanto al ver un pseudo-cómico sonándose fingidos mocos con la bandera de España. Es lamentable y vergonzoso que para llamar la atención se supla el carente talento por provocación y falta de respeto hacia quienes nos sentimos orgullosos y afortunados de pertenecer a este grandísimo país. Cuna de genios y esencial en el mundo, antes, ahora y en el futuro. Que nadie mueva el 0 y pretenda situarme donde no estoy.
No soy radical por entender que nuestro pasado, pasado es, el futuro es lo importante. No me interesa, especialmente, dónde reposen los restos de nadie, los míos los que menos. Sí me preocupan revisionismos de escaparate carentes de fondo. Cortinas de humo y niebla que pretenden esconder un sucio fondo o, como mínimo, desviar la atención de la realidad. ¡Ojo dónde se sitúa el 0!
No soy radical porque me repugnen culturas, creencias o grupos que desprecian a más de la mitad de los seres humanos, considerándolas inferiores y sometidas a su superioridad por llevar las gónadas por fuera. Algo tan accidental y azaroso como el sorteo de Navidad. No creo que sea escudo ni justificación para esclavizarlas en sus países de origen pero mucho menos en el nuestro. Demasiado sacrificio ha costado llegar a esto como para ceder bajo falsas razones de respeto cultural. El respeto, como las carreteras, deben tener doble dirección. Este 0 me escandaliza particularmente.
No soy radical por renegar de quienes se mofan y profanan lugares de culto bajo simuladas y mentirosas razones que sólo persiguen hacer daño, nada más. Pedir respeto por lo propio supone asumirlo por lo ajeno, por contrario que se piense o crea. Es la verdadera prueba del demócrata. ¡qué fácil es estar de parte de los propios! Lo contrario es lo que tiene valor.
No soy radical por gustarme a rabiar el español. La misma que me entra cuando se desprecia el idioma de D. Jorge Manrique, Cervantes, Quevedo, Lope (s), Espronceda, Machados, Lorca, Cela entre los de acá, o de Neruda, García Márquez, Borges o Vargas Llosa entre los de achá. Qué poco sentido tiene conocer la altitud de la Carasqueta si se ignora el Kilimanjaro, Everest, Mont Blanc o el K2. O por dónde pasa el Vinalopó si se desconocen el Volga, Danubio, Támesis, Sena, Rhin, Amazonas o Mississippi. En un mundo global los localismos son el Pleistoceno. Las tribus o, como mucho, polis griegas.
No soy radical por amar a España, con todas sus regiones y culturas, virtudes y defectos, a la que quiero por desagradecida y cruel que se muestre, casi siempre, con sus devotos hijos.
No me gusta que me definan porque me limitan, y si además lo hacen sin conocerme mueven el 0 donde les viene en gana para intentar hacerme parecer lo que no soy. ¿Quién lo hace? No lo sé, pero que no es azaroso y bienintencionado, es evidente.
* Enrique Vila es abogado. Fundador del despacho Romiel y Vila Abogados














Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.116