Intolerantes crónicos

Me acuerdo como si fuera ayer cuando escribí en este mismo medio una columna criticando la decisión del entonces concejal de Cultura, Daniel Simón, de abstenerse en la iniciativa de bautizar un parque en la Playa San Juan con el nombre de Ignacio Echevarría, el héroe de Londres que salvó la vida de una mujer, dando la suya. En ese escrito, me quedaba a gusto. Me acordé de todos los ancestros de Simón, me parecía sectaria e injusta su actitud.

Una semana después de la publicación de dicho artículo, el concejal me recibió en su despacho de la concejalía de Cultura, esas cuatro paredes que seguro que tanto echa de menos. Tras conversar, como ya plasmé en otra columna que publiqué como consecuencia de ese encuentro, me percaté, de que ese hombre con gafas, pelo rizado y un marcado estilo hípster, no era el típico comunista intolerante. Me respetaba, no compartía mis ideas, pero si toleraba el punto de vista que tenia de la realidad. Yo hacía lo propio. En lugar de atacar a la persona, combatía sus ideas. Ahora, en el momento en el que escribo estas líneas, no solo considero a Daniel Simón un hombre dialogante, sino un buen amigo. Amistad sembrada y germinada gracias a la tolerancia y el respeto a unos ideales distintos.

Comprensión, no aceptación, que se echa en falta en nuestra sociedad. En un mundo cada vez menos tolerante donde los rojos atacan a los azules y viceversa. Todo sea por defender al bando propio. Como si estuviéramos en la Guerra Civil, algunos se empeñan en lanzar bombas contra el que piensa distinto para invalidar y tumbar su tesis. Escenificando la máxima de que si no estás conmigo estás contra mí. Víctimas de su intolerancia y esclavos de la ignorancia ven enemigos donde solo hay simples discrepantes. “Es imposible que me pueda llevar bien con una persona que piensa de manera distinta a la mía” me dijeron una vez. Fanáticos que abundan en el orbe. En el virtual y en el real, aunque el digital sirve de modelo para el mundo de verdad. Redes sociales, que manifiestan no solo opiniones, sino también actitudes. Comportamientos intolerantes y coléricos hacia el que comparte contenido que atenta contra los principios de uno. “Aquest xitxaret. Lo ha de mejar moltes sopes encara” le dijeron a un servidor el otro día. Mediante el insulto fácil, pretenden imponer su razón por delante de mensajes elaborados y argumentados. Hombres faltos de letras cuya única arma es el insulto. Cobardes, como señala Juan Meseguer en su excelente obra Pensamiento crítico: Una actitud, amparados por el miedo de muchos discrepantes que se niegan a exponer su planteamiento por temor a ser linchados.

Intolerancia a los contrarios, que causa conmoción y tristeza teniendo en cuenta que la madurez democrática de las naciones se mide en base al grado de tolerancia de sus ciudadanos. Sectarios, que deberían de aprender del recientemente fallecido senador de los Estados Unidos, John McCain, el cual, al ser preguntado sobre Barack Obama respondió con un rotundo: “Es un hombre de familia decente y ciudadano con el que tengo desacuerdos sobre cuestiones fundamentales”. Ojalá llegue el día en el que los enfrentamientos se conviertan en desacuerdos y los insultos en opiniones respetuosas.