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JORGE BRUGOS Jueves, 03 de Mayo de 2018

Un juez discrepante, un ministro discordante

Mientras Mariano Rajoy suele ser una persona cauta, mansa y prudente frente a los micrófonos, sus ministros no tienen pelos en la lengua para manifestar sus opiniones sin importar las consecuencias que estás tengan. Si semanas atrás Cristóbal Montoro contradecía el auto del juez Llanera al negar rotundamente en una entrevista que el procés hubiera sido financiado con dinero público, el otro día, Rafael Catalá, no dudó en acusar al juez Ricardo González, el magistrado que pidió la absolución de los cinco miembros de La manada, de “tener un problema singular”.

 

Catalá, hablando claro, se emocionó. Ante la excitación que supone el hecho de ser transparente ante los periodistas, el ministro de justicia faltó al respeto a un jurista de reconocido prestigio víctima de la improvisación y de cómo ya he dicho, del subidón que provoca estar frente a unos micrófonos y ser libre de decir lo que a uno le plazca. El máximo responsable de la justicia en nuestro país ha atentado contra el honor, dignidad y buen nombre de un magistrado para aglutinar votos del ala más progresista y despiadada de la sociedad. Ese conglomerado, que en su cogito polarizado, concibe un mundo en el cual, si uno no apoya su tesis, está contra ellos.

 

Personas, que ante la decisión judicial del magistrado González de absolver a los cinco presuntos violadores de la manada, han visto en la figura de este juez, a un nuevo enemigo. Al miembro número seis de la manada, a un violador más al que hay que linchar y condenar. Gentes, que, con rabia, miran la fotografía del magistrado que los medios de comunicación facilitan como si este fuera uno más de la pandilla de depravados y criminales a los que se juzga.

 

Prensa, que como ya he dicho en más de una ocasión, le encanta el morbo. Los periodistas se pelean por la noticia fácil, por ese titular simple, pero con gancho que no conlleva horas de trabajo, pero que sube como la espuma. El negocio del periodismo ha visto en el juez discrepante a un limón que hay que exprimir. Fruto, del que el propio ministro de justicia, ha sacado jugo. Todos van a por el hombre discordante, al juez que lo único que hacía era realizar su labor como magistrado. Cometido, que, en el caso de La Manada, ha sufrido vicios y errores evidentes. Fallos, por los que no pido su no inhabilitación, pero si pido respeto. Si este juez debe ser sancionado, como así han pedido cientos de asociaciones nacionales e internacionales, que así sea. Pero lo que es inadmisible es que a este profesional de la justicia se le insulte o se le critique de forma destructiva simple y llanamente por haber cometido un error realizando su labor. ¿Es que acaso usted, querido lector, no comete errores? Todos lo hacemos, y el que diga que no ya es hora de que se mude a la dura realidad y deje su residencia en villa ombligo.

 

Equivocaciones, o problemas singulares, por los que esta reprobado por la oposición, que el ministro de justicia debe ser el primero en asumir. Propósito de enmienda, que debe comenzar con un perdón al magistrado González. Disculpas que deben provenir no solo de los labios de Catalá, sino de todos aquellos que han condenado o lapidado al juez discrepante como si fuera un violador más, como si este hubiera confabulado con esos cinco individuos a los que se juzga. Animales, que, si son violadores, no el magistrado.  

 

Hombre de ley, que pese a su hipotética ideología retrograda, conservadora y tradicional, no merece recibir la humillación pública vertida por parte del ministro de justicia. Si el magistrado ya estaba en el ojo del huracán de la opinión pública y de la turba por el mero hecho de haber diferido respecto al fallo del juicio a la manada, las palabras de Catalá no han hecho más que aumentar el grado de hostilidad y crispación de parte de la sociedad no solo con la persona del juez González, sino con la justicia en sí. Como dice él jefe de policía de Gotham, James Gordon, en “El caballero oscuro: la leyenda renace”, “Llega un momento, en el que el sistema falla, las normas dejan de ser armas y se convierten en ataduras que dejan que el malo se salga con la suya”. Al poner en duda el fallo judicial, el ministro de justicia se ha disparado en el pie y ha dado lugar a que personas cuestionen el sistema establecido y al Estado de Derecho en España. Una justicia, que, en la mente de la calle, ampara a los corruptos, ladrones y violadores.

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