Ciudadanía feminista

La joven de 18 años, encandilada de uno de los cinco miembros de la manada le besa apasionadamente mientras uno de los colegas de su amor platónico aprovecha la situación para agarrarla y acorralarla en un reducido cubículo. Asustada, ebria y como consecuencia de su ingenuidad, la víctima, ante la imposibilidad de no poder escapar de aquellos hombres fornidos que la custodiaban bloqueando cualquier tipo de opción de poder escabullirse, permanece sumisa e impasible mientras “La manada”, como si de un mero objeto se tratara, juguetea con ella con el fin de obtener estímulos sexuales mientras graban las escenas para posteriormente fardar de ellas en sus grupos de WhatsApp.

Leyendo los hechos probados de la sentencia del juicio de “La Manada”, se me saltaban las lágrimas al comprobar que la maldad y la animalización del ser humano no tienen límites. Hombres de casi 30 años, uno de ellos Guardia Civil y otro militar, dieron rienda suelta a su imaginación y probaron todas las posturas del Kama Sutra a costa de la víctima. Cualquier agujero del cuerpo de la denunciante parecía servirles para estimular su miembro viril.

Asco, eso es lo que me dan esos cinco individuos. En especial los dos pertenecientes a los cuerpos de seguridad del Estado, un Guardia Civil y un militar que son una deshonra para sus respectivos cuerpos. En lugar de ser héroes, han demostrado ser unos villanos, despojos humanos que del mismo modo que no merecen ser tratados como salvadores de la patria, han perdido todo el derecho a ser considerados personas por no saber controlar ni su conciencia ni sus instintos. Como ya dije en una ocasión, a veces sujetos determinados dejan de ser personas y se transforman en animales. Elementos dominados por su instinto, y en el caso de “La Manada”, por su testosterona.

Personas no humanas, que, como pide la calle y los políticos, deben tener un castigo ejemplar. Dirigentes, como los de izquierdas, que mientras ven insuficiente la condena de nueve años dictada por el tribunal a los acusados, rechazan la prisión permanente revisable o el cumplimiento íntegro de las penas por considerarlos herramientas inhumanas e impropias. Se dejan llevar por el clamor de la calle en lugar de sentar la cabeza y mostrar un poco de coherencia. Paradojas como las de Pablo Iglesias, que en momentos como este es el primero en enarbolar la lucha por los derechos de la mujer, pero a veces no duda en desear azotar a una periodista hasta que sangre o en remunerar en menor cantidad a las mujeres que a los hombres en su partido.

Coherencia, que es la única solución para que las mujeres sean de una vez por todas respetadas y tratadas como se merecen. Valoración y aprecio, que debe comenzar por el propio colectivo feminista de la tercera ola, este que desprecia y apalea a todas aquellas féminas que no actúan de manera radical y revolucionaria. Mujeres tan feministas que insultan a su propio genero por el simple hecho de que algunas no ceden ante sus consignas sesgadas de marketing barato. Sufragistas 2.0, que son capaces de anhelar que Inés Arrimadas sea violada en grupo o insultar a Begoña Villacis, portavoz de Ciudadanos en el ayuntamiento de Madrid, por asistir a las movilizaciones del 8 de marzo. ¿Cómo pretenden que muchos hombres aprecien a las mujeres si ni entre ellas son capaces de respetarse? Solo con la unión, no solo del sexo femenino, sino de todos los ciudadanos, conseguiremos que por fin exista una autentica evolución, una nueva era. El nacimiento de una sociedad feminista, no feminazi.