Día Sábado, 22 de Noviembre de 2025
Ilusos y farsantes

Vamos a hablar de ilegalidades, no de las cometidas en Cataluña por Carles Puigdemont, sino las presuntamente acontecidas en Alicante por el Alcalde Gabriel Echavarrí. Unas irregularidades por las que el regidor socialista ha sido imputado por los tribunales como consecuencia de un presunto fraccionamiento de contratos.
El político que presumía de honradez y de trasparencia parece haber cometido los pecados de los que creía estar inmaculado. Tras una gestión al frente del ayuntamiento mucho menos que perfecta, este escándalo ha sido la gota que ha colmado el vaso del tripartito. Una bomba que amenaza con desquebrajar todos los vínculos entre PSOE, Guanyar y Compromis. Gobierno tricéfalo que parece estar llegando a su fin ante la negativa del alcalde a dimitir.
Entramado que parece no haber dañado la imagen de Echavarrí en Alicante, ya que este sigue siendo el político más valorado de la ciudad por encima del resto de líderes. Algo que me sorprende y me conmociona. Siento tristeza cuando un gobernante involucrado en una trama de cohecho sigue teniendo cotas de popularidad tan altas pese a las circunstancias. Es como si los ciudadanos nos hubiéramos inmunizado contra la corrupción, lo viéramos como algo normal, un elemento propio de nuestro ambiente. Dejamos las actividades delictivas en un segundo plano, escurrimos el bulto y actuamos como si nada hubiera pasado para curarnos en salud y no tener remordimiento.
No solo pasa en España, donde el partido más votado de nuestro país es el que más casos de corrupción tiene, sino también en el ámbito supranacional. El otro día leía justamente la historia de Isaltino Moráis, alcalde portugués de una pequeña localidad que pese a los casos de corrupción que le persiguen durante años, lleva desde 1985 siendo el máximo mandatario del municipio. Pasan los años, pasan los escándalos, pero Moráis sigue sentando en la poltrona y sosteniendo en las manos el bastón de mando. O en Francia, donde pese a los escándalos que acaparaba François Fillon, candidato de la derecha francesa, fue apoyado por más de un 19,71 % del electorado.
La corrupción nos preocupa, pero parece que, a la hora de valorar a nuestros políticos, la eliminamos de nuestros parámetros críticos. El hombre es un animal de costumbres, aunque el candidato del partido al que somos afines este “untado”, nosotros le votamos por mero sentimiento o tradición. “He votado toda la vida al PSOE y no voy a dejar de hacerlo ahora”, en lugar de utilizar la razón, recurrimos al corazón, nos dejamos llevar por los sentimientos y pasiones. Valoramos a los candidatos de forma subjetiva, por su color político o por su cara bonita, no de forma objetiva.
Actitud que no hace más que dar cancha y pie para que los políticos sigan haciendo lo que les plazca sin perder redito electoral. Mítica fue la frase de Alfonso Rus, alcalde de Játiva por el Partido Popular de: “Robamos y nos siguen votando”. Cuánta razón en tan pocas palabras. No aprendemos, nos clavan el cuchillo, pero seguimos confiando en nuestros verdugos. Pese a que nos han defraudado, tenemos ilusas esperanzas en que esta vez sea distinto.













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