Jueves, 30 de Octubre de 2025

Actualizada Jueves, 30 de Octubre de 2025 a las 15:29:33 horas

JUAN ANTONIO LÓPEZ LUQUE Lunes, 02 de Octubre de 2017

Miguel, Víctor y Antonio

No sé qué pasa que allá donde vivo ha existido un pastor poeta y, además, pastor de cabras. Debe ser que lo de subir cabras al monte inspira que no veas. En Alicante tenemos a Miguel Hernández y aquí en Yaiza tenemos a Víctor Fernández Gopar, “el Salinero”, que yo me enteré de quién era porque era el nombre de una calle y me picó la curiosidad. El tipo, de niño, le pidió al cura que le enseñara a leer porque no había escuelas en la zona. Y también en los dos sitios donde he vivido hay salinas: si en Alicante tenemos las de Santa Pola, en Yaiza están las de Janubio que Víctor Fernández Gopar ayudó a construir, trabajó en ellas de maestro salinero y acabó siendo el encargado. De ahí su apodo.

 

Ambos eran poetas del pueblo y, aunque muy diferentes en estilo, ambos se encargaron de poner voz a las miserias e injusticias de su época. A Víctor no se lo cargaron por que murió en 1920 que si no, no sé yo…Y ambos se elevaron por encima de sus grises y difíciles vidas escribiendo. “Alto soy de mirar a las palmeras” decía Miguel; “a la torre más alta se sube el viento, pero más alto sube mi pensamiento" escribía Víctor. Ambos poseían esa nobleza que no dan los títulos ni los bienes.

 

Pues de ellos dos me acordé el otro día en una boda. Y me los recordó un gitano moreno con cara de haber vivido más que usted y que yo cien veces.

 

Llegó con pantalones negros, zapatos negros de punta y camisa roja de manga larga metida por dentro a pesar de los 30 grados que caían a plomo sobre el patio donde se iba a servir el refrigerio después de la boda. Tendría el tipo unos 60 años, bajito, el pelo negro azabache largo recogido en una coleta, entradas y patillas kilométricas con un bigotazo que ya lo quisiera un guardia civil y la cara llena de recuerdos de la vida. Empujaba una maletilla roja y, sobre un carrito con ruedas, un altavoz de considerable tamaño cuya datación, así a ojo, situaría yo aproximadamente en el Pleistoceno Medio; del recubrimiento negro que un día llevó solo quedaban jirones aquí y allá sujetos con cinta negra. Completaba la imagen una guitarra española que debía haber visto tanto como su dueño, tan llena de cicatrices estaba.

 

Se casaba una pareja inglesa en el bonito edificio que asemeja una iglesia pero que no lo es. Y querían a Antonio (ese es su nombre) para amenizar el asunto: guitarra española, typical Spanish flamenco. En Lanzarote. Nada de timple, isas o folías, que eso no suena a español “auténtico”. Llegaron los invitados (todos con sus trajes, camisas y chalecos, tacones, vestidos, gasas y bolsos), todos de piel blanca y rosa, rollizos cuerpos británicos quemados al sol de las Canarias. Simpáticos muchachotes y risueñas mozalbetas se calzaron de media entre dos y tres pintas de cerveza antes del evento y cuando llegó la novia (guapísima con su traje blanco y tatuajes en el hombro) el personal estaba de lo más emocionado. Y allí que se arrancó Antonio, suavemente con su guitarra, marcándose un Concierto de Aranjuez que a mí, que estaba fuera, me puso los pelos de punta. ¡Qué manos! ¡Cómo tocaba ese hombre!

 

Al terminar la breve ceremonia, todo estaba preparado fuera, en el patio, para que los invitados se tomaran unos cavas y unas cervezas haciendo tiempo para irse a la tempranera cena o a donde leches se fueran después. Y allí, en el patio, se instaló de nuevo Antonio con su desvencijado altavoz y su maltrecha guitarra y se puso a tocar como si nada, una tras otra, verdaderas maravillas de la música. Cada vez que terminaba una, le daba un sorbito al zumo de naranja que tenía al lado ante la indiferencia absoluta de los presentes. Mientras, los invitados se cargaron más de dos cajas de cava e innumerables cervezas. No pasó mucho tiempo, obviamente, hasta que un par de ellos se arrancaran con un patético intento de baile flamenco pero ni aun así se llevó Antonio un solo aplauso. La gente actuaba como si él no estuviera allí, como si fuera solo una grabación a la que no prestas atención. Esa indiferencia no es una cosa de los británicos, que todos hemos visto esa situación aquí, con los nuestros también. Pero Antonio, perro viejo, seguía rascando esas cuerdas como si nada, llenando el aire de magia sin mover ni un músculo de la cara. No sé por qué me lo imaginé como a un pastor viendo a sus cabras triscar y brincar al ritmo de su flauta o de su silbido, como a Miguel o a Víctor, muy por encima del rebaño.

 

Poco antes de terminar el asunto, oí la conversación entre dos de las invitadas, señoras muy puestas ellas, preguntándose si el guitarrista vendría a tocar a su villa, nosequé día para nosequé celebración. Y a pesar de que uno no habla con el servicio, sobre todo si el servicio no habla tu idioma, le preguntaron al guitarrista, mientras éste guardaba con parsimonia el micro dentro del carrito, si había alguna forma de contactar con él porque esta semana querían que tocara para ellas. Me imagino que pensaban que a semejante figura solo se le podía encontrar en las tabernas del puerto o algo así, por lo que sus caras fueron un poema cuando Antonio les dijo:

 

- “La mejor manera de contactar conmigo para contrataciones es a través de mi página de facebook pero esta semana la tengo toda ocupada, lo siento”.

 

Después, con un “buenas tardes” y una leve inclinación de cabeza, sin esperar respuesta, recogió sus bártulos y echó a andar. Y era un cuadro ver a las dos señoras, copa de cava en mano, mirar a Antonio largarse de allí. Después se miraron incrédulas y soltaron un “oh, well” sin saber muy bien qué decir.

 

Y yo vi largarse al músico, solo, calle abajo y me acordé de las palabras de Víctor Fernández Gopar sobre la nobleza:

 

“No está hecha de oro,

plata ni cobre:

es cosa que bien puede

tenerla un pobre”.

Comentarios
Comentar esta noticia

Normas de participación

Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.

Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.

La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad

Normas de Participación

Política de privacidad

Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.123

Todavía no hay comentarios

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.