Del Jueves, 02 de Octubre de 2025 al Jueves, 16 de Octubre de 2025
La tercera de Newton

Qué poco sospechaba que me encontraría, a estas alturas, dando gracias a los causantes de los males que últimamente pretenden quitarnos el sueño. Particularmente no lo consiguen, caigo en brazos de Morfeo ya sea a media tarde, como buen español, o casi de madrugada, con una facilidad que es digna de análisis científico; es más, desde este momento dono mi persona (o lo que de ella quede) a la ciencia a estos exclusivos efectos. No creo que sirva para nada más.
Pero a lo que íbamos. El encogimiento que nos provoca las crisis que padecemos casi nos hace olvidar la Tercera Ley de Newton. Para afectados por la LOGSE y posteriores reformas educativas, el insigne masón descubrió, tras ponerse hielo en el chichón que le dejó la manzana, que además de la Ley de la Gravedad existían otras normas físicas que regulaban la materia. Leyes que, de momento, no han sido revisadas ni derogadas por el Parlamento Catalán, Donald Trump (hasta que descubra su vigor durante el período Obama), o el temible niño grande Kim Jong Un. Aunque vista la deriva de estos personajes, no sería de extrañar la introducción sorpresiva en el orden del día parlamentario por Dña. Karma Fortasec de su sustitución por otras que, más acordes con el sentimiento nacional diferencial, regularan la física del movimiento en el ámbito territorial de Cataluña y satélites. Al tiempo.
Según la mencionada regla, a toda fuerza -acción- se le opone otra -reacción- de igual magnitud y dirección pero de sentido contrario. A tenor de los acontecimientos no andaba desencaminado el científico, aunque poco podía sospechar su influencia en el comportamiento humano, al fin y al cabo no somos más que materia a veces incluso pensante. Creer que no iba con nosotros la fiesta es dar demasiada importancia a los ácaros del Universo que somos.
A las pruebas me remito. El disparate secesionista catalán -acción- ha provocado la salida del letargo del orgullo patrio -reacción- que dormía la siesta de los Justos a la espera de un lujurioso Príncipe azul que le besara. Es cierto que ha sido un feo monstruo, en lugar del encantador miembro de la realeza, quien lo ha despertado provocando un sonoro esputo al contacto de sus labios, pero a falta de pan y a estas horas de la madrugada no está la cosa para ponerse exquisito. Se ha podido escuchar el himno nacional sin elementos que irrespetuosamente, no ya con él sino con sus prójimos, lo vilipendiaran bajo excusas baratas de libertad propia de expresión. Derecho que, al parecer, sólo a estos “demócratas” les corresponde. La bandera nacional, la oficial, cuelga de cada vez más balcones sin pudor ni miedo, antes al contrario, con orgullo y hasta con rabia reactiva desafiando a quien no le guste a que mire para otro lado. En las redes sociales, españoles satisfechos con su linaje, historia y presente no sólo no se esconden (impropio), sino que plantan cara al dominio irracional de la web por reaccionarios que desconocen la diferencia entre sentirse orgulloso de ser español y cualquier tendencia política. Para todos esos “illuminati” aclaro: ser español solo significa sentirse feliz de haber nacido en una tierra con tanta historia y cultura como ninguna, que no es poco; es sólo creer que nos unen lazos de hermandad con quienes compartimos nacionalidad para socorrernos y ayudarnos, que no es poco; sólo es saber que nuestros antecesores han marcado la diferencia en la historia del mundo mundial, nuestro presente es aceptable (¡Ojala fuera mejor!) y que, en el futuro, seguiremos siendo una parte muy importante del mundo, que no es poco; es saber, sólo, que nuestros compatriotas dan la cara en cualquier situación interna o externa y estar feliz por el carácter que, con sus matices, nos une, que no es poco. Todo esto es compatible con cualquier tendencia política y creencia, hasta religiosa.
Lo otro, la tendencia política, es particular e independiente de ser y sentirse español, francés, británico, chileno o japonés. Entidades heterogéneas; agua y aceite para entendernos. Sólo desde el interés más rastrero e ignorante se confunden.
Los viles y sucios ataques terroristas también han besado los labios de una Vieja Europa dormida, repleta de molicie y autocomplacencia, que empieza a tomar constancia y conciencia de la necesidad de defender las cotas sociales y humanas que ha alcanzado si pretende preservar su forma de vida. Son muchos siglos de evolución, con sus luces y sombras, para tirarlos a la basura por acomodo y cobardía. Acción-reacción.
La proliferación de corruptos que sin pudor se quedan con el patrimonio de TODOS y sustraen medios a la sociedad que bien pudiera haber ayudado social, sanitaria o económicamente a verdaderos necesitados, está provocando la exigencia de la limpieza y pulcritud que siempre debió haber tenido la función pública y el descrédito y rechazo a quienes lo cometen, lo perdonan o se muestran tibios con ellos. Ya era hora.
Los desmanes de los impunes poderes financieros se van corrigiendo, muy lentamente, en beneficio del consumidor que, como defensa, cada vez es más exigente en reclamar sus derechos y recibir un trato educado y una información completa, veraz, comprensible.
Otras muchas enfermedades de nuestra sociedad, al introducirse en pequeñas dosis gracias a que, por fortuna, hay inmensamente más gente de bien que malnacidos, están provocando anticuerpos preparados para atacar los virus y bacterias que amenazan su salud. Como el encantador de cobras inmune a su mordida que lleva años tatuándose con agujas mojadas en tinta mezclada con veneno de serpiente.
De cualquier situación, por mala que sea, hay que aprovechar, aprender y prepararse para evitar que se repita. Esa es la función de las vacunas, alertar a los dormidos anticuerpos para que, cuando el virus aparezca, se le quiten las ganas de volver a por más gresca.
Por lo que parece, las leyes físicas y los remedios médicos también se pueden aplicar a la sociedad. Casi dan las ganas de agradecer a estos hideputas (se diría en el XVII) que nos hayan avisado de su venida para recibirlos como se merecen, es decir, parapetados y listos para rechazarlos, inmunes a su podredumbre y con un felpudo a la puerta que avisa. Not Welcome.
*Enrique Vila es abogado. Fundador del despacho Romiel y Vila Abogados
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