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ENRIQUE VILA
ENRIQUE VILA Lunes, 21 de Agosto de 2017

La hora de los pigmeos

He tenido que sujetar los dedos desde que el pasado 17 de agosto nos visitó de nuevo la barbarie en forma de Parca con turbante. Se me rebelaban buscando el teclado más cercano en que poder vomitar toda la rabia, impotencia, odio y sed de venganza contra los bastardos animales autores, cómplices, encubridores y demás repelente ralea de baja estofa que cometieron o permitieron con su silencio, la brutal acción terrorista de Barcelona. Tuve que retenerlos contra mi propia naturaleza. Más tarde, hacia la una y media de la madrugada, un nuevo golpe hacía casi imposible sujetarlos y a duras penas se entretenían pulsando otras teclas, las del mando a distancia, que me paseaban por los canales de un bucle informativo sobre lo sucedido en Tarragona con el triste consuelo de la eliminación de cuatro de estos abyectos ¿seres humanos? y la detención, herido, de un quinto. No puedo más.

 

He soportado, casi impasible, las imágenes y opiniones de todo tipo de “sabios” y comentaristas poniendo banda sonora a grabaciones por sí solas suficientes e incomentables, repitiendo y recordando fallecidos, perdidos, perdidos fallecidos o encontrados, héroes, solidarios donantes de transporte, alojamiento y sangre, y actuaciones de nuestros cuerpos y fuerzas de seguridad de los que no se puede estar más orgulloso. Pero, como temía, la hora de los pigmeos estaba a la vuelta de la esquina y no se ha hecho de rogar.

 

Me he emocionado viendo la Torre Eiffel iluminada con los colores nacionales, las muestras de cariño de los ingleses, americanos, alemanes, israelíes y demás pueblos consternados. Otros ni tan siquiera se han pronunciado, es decir, han colaborado. El gesto compungido en silencio de deportistas, los crespones negros de nuestros tenistas y hasta la permanencia en el puesto de salida de un nadador al que la mezquina organización le negó el homenaje y no dudó en hacerlo por su cuenta y a su costa. La imagen de un fornido y colosal morlaco embistiendo una furgoneta simbolizando la fortaleza de la piel de toro frente a la sinrazón terrorista. Todo esto se perderá como lágrimas en la lluvia. Eran y son espejismos de una fácil solidaridad virtual que, lamentable y previsiblemente, no tardaríamos en dilapidar.

 

Na y menos nos ha costado. Debe de ser algo inserto en los genes de quienes deberían velar por el interés general, por la unión siempre pero mucho más en estos momentos. Aprovechan cualquier circunstancia para demostrar sus limitaciones y escasa altura en lugar de atender a las enseñanzas del Lao-Tse occidental, Itlmo. Sr. D. Groucho Marx “Es mejor permanecer callado y parecer tonto, que hablar y despejar las dudas definitivamente.”

 

No sé quién tiene razón en la polémica sobre el idioma de los comunicados de la Generalitat, particularmente creo que por su transcendencia nacional e internacional debieron ser en español pero, francamente, no deja de ser mirar el dedo de quien señala la Luna. Discriminar o diferenciar entre fallecidos españoles y/o catalanes provoca disensiones innecesarias en momentos de imprescindible unidad. Poco han tardado algunos (vía twitter) de volver a culpar a la foto de las Azores (marzo de 2003, casi tres lustros la contemplan); la CUP (Candidatura de ¿Unidad? ¿Popular?) en criticar a Su Majestad (Jefe del Estado) y evitar una manifestación si la encabeza el actual legal representante del país. Hay quien se ha permitido criticar a la heroína legionaria, mosso/a de escuadra, que eliminó a cuatro indeseables ofuscados en arrasar vidas indiscriminada y salvajemente, quizá hubiera preferido que se sentara a hablar con ellos para convencerlos de su error tomando un té con hierba buena y especias. En Bilbao se pitan las banderillas decoradas con la bandera de España de una corrida de toros (surrealista). Las distintas administraciones se culpan mutuamente de la instalación, o no, de bolardos, maceteros y otras cuestiones. El (Des) Govern se apresura (casi se atraganta) a indicar que el “pruses” sigue, con más fuerza si cabe, su salto al vacío legal. Incluso hay quienes, como en la Universidad de la que proceden, no representan y han infectado, pretenden asistir de oyentes a reuniones para unir fuerzas contra estos animales y ver los toros desde la barrera sentados en la ambigüedad.

 

¿De verdad necesitamos todo esto ahora? Es la triste hora de unos pigmeos mentales que no han podido aguantar con la boca cerrada ni un par de semanas y, claro, se les han llenado de moscas atraídas por su putrefacto aliento. Necesario silencio dirigido a, por lo menos, escenificar una unión imprescindible para ganar la batalla a unos energúmenos a quienes alimentan con su torpe egocentrismo. La vida y la muerte giran alrededor de ellos tanto como el Sol lo hace alrededor de la Tierra. Una lástima que sea el marchamo de actitud repetida a lo largo de los siglos en esta querida España.

 

La historia de nuestro país está plagada de hechos y actitudes heroicas, sublimes y ejemplares realizadas por hombres y mujeres que, como ese nadador, antepusieron a sus intereses particulares los generales sin mirar consecuencias. El pequeño pueblo, soriano hoy, de Numancia tuvo más de veinte años en jaque a la mayor potencia militar del momento derrotando más legiones que Anibal con sólo cuatro mil hombres; la unión de navarros, aragoneses y leoneses se impuso en Despeñaperros al islamismo de la época; extremeños, castellanos, andaluces y demás conquistaron, siendo muy pocos, un continente entero; los tercios sometieron a Europa compuestos por vascos, catalanes, castellanos, valencianos, murcianos y de todo el resto del país; el pueblo español fue la peor pesadilla del pequeño corso en su afán imperialista; Zaragoza peleó casa por casa, muro por muro, con orgullo y honor maño; cincuenta españoles defendieron su bandera durante un año entero en Baler contra viento, marea, hambre y medios, y salieron desfilando. Haría falta una biblioteca entera para contener todos y cada uno de los momentos históricos que, unidos en la adversidad, hemos dado lo mejor de nosotros y plantado cara con orgullo y fortaleza. ¿Qué ha pasado? ¿Qué les sucede a los que deben dar ejemplo?. ¿Por qué no aprenden de aquellos a quienes se deben y, por lo menos, guardan un respetuoso silencio dejando para otro momento sus propios intereses y su afán de protagonismo?

 

La respuesta se deriva del título, eso sí, pidiendo perdón por la comparación a esos nobles habitantes centroafricanos y con un ruego, mejor dicho, una orden de quienes tienen que renovaros contrato, o no:

 

¡Dejad de miraros el ombligo por mucho que vuestra estatura os lo ponga tan cerca y empezad a preocuparos por ese pueblo que os paga el abultado sueldo. Olvidaos de zarandajas y mirad la Luna olvidando el dedo que la señala. Todos, sin excepción!

 

*Enrique Vila es abogado. Fundador del despacho Romiel y Vila Abogados

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