¡Ché qué cola!

Mi amigo Fran vende hierro, es un cocinillas consumado y un culo de mal asiento: lo mismo te lo encuentras subiendo al Maigmó, que de fiesta en Amsterdam, que de picnic con sus niñas. Fue él quien me preguntó un día “oye, ¿tú sabías que la Coca Cola se inventó en un pueblo de Valencia?”; para que no pensara que se había pasado con la marihuana, me puso en la pista de tan curiosa historia. Y flipé.
Yo conocía el pueblo valenciano de Aielo de Malferit por ser la cuna de mi querido Nino Bravo pero no tenía ni idea de que, en 1880, tres mozos del pueblo fundaron unas destilerías en las que producían licores que eran de lo más original, por lo menos en sus nombres: “Lágrimas de Contribuyente”, “Leche de Vieja” o “Placer de Damas”. Pero el que nos interesa es uno, inventado por ellos, que contenía nuez de kola y hojas de coca y que se fabricaba en forma de jarabe. Era (es, todavía se produce) del mismo color y sabor, aunque más concentrado, que la Coca Cola. ¿Casualidad? Podría ser. Le llamaron en un primer momento “Anís Celestial”, nombre cursi que te cagas, la verdad sea dicha. Pero pronto lo cambiaron a “Nuez de Cola Coca”.
Tuvieron los muchachos bastante éxito con sus brebajes e incluso ganaron medallas en varios certámenes internacionales llegando incluso a suministrar a la Casa Real, que eso viste mucho. Y aquí está el tema que nos ocupa: en 1885 Bautista Aparici, uno de los propietarios, viajó a un certamen de bebidas en Filadelfia, uno de los muchos a los que fue (también estuvo en la Exposición Universal de París en 1889, cuando se inauguró la Torre Eiffel). Pues bien, en USA Aparici fue repartiendo ejemplos de su bebida de Cola Coca al personal. Curiosamente, un año después, el farmacéutico John Pemberton creaba su bebida a la que llamó Pemberton’s French Wine Coca. Chico calla, quina casualitat.
Aquí, el azar y la diferente forma de ver los negocios a uno y a otro lado del Atlántico cambiaron la historia de los refrescos para siempre. Porque mientras los tres de Aielo siguieron con su producción artesanal, sus exposiciones internacionales y esperando a ver si la bebida molaba o no, en los Estados Unidos, el yerno de Pemberton, que tenía un ojo para los negocios que no veas, le compró al suegro la empresa por 2.300 $ de la época, le cambió el nombre a la bebida, patentó la Coca Cola y creó la mayor campaña publicitaria vista hasta la fecha. En diez años el valor de la compañía creció en un 4.000% y el yerno (llamado Asa Griggs) se forró hasta los dientes. Cuando los valencianos quisieron patentar su bebida ya era 1903, lo cual la hace parecer posterior a la todopoderosa Coke. Pero no. De hecho cuando Coca Cola desembarcó en España de la mano del amigo americano, no tuvo más cojones que acercarse a Aielo y comprar la patente de la Nuez de Cola Coca para poder vender en España.
Y es por esto, amigo lector, que quizá ese refresco lleno de azúcar que te ha prohibido el médico y que en la tele beben americanos veinteañeros de indudable salud; ese cubata que felizmente paladea el señor mayor en el puticlub; ese kalimotxo que bebe el punki, ese alcoyano plis play, esa chispa de la vida, en definitiva, sea mucho más de la tierra de lo que creemos.
La paella, las naranjas y la Coca Cola. ¿Se imaginan?
Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.31