Día Martes, 16 de Septiembre de 2025
Aldea Compromix

Año 2017, después de Cristo; cuarto y mitad después. Europa, el mundo entero, se sume en un sentimiento y tendencia globalizadora que conecta a los seres del planeta entre sí, vivan en Cornualles o Calasparra; en Omsk (no confundir con Homs) o Dos Hermanas. Movimiento reductor de distancias físicas pero mucho más mentales.
¿Toda? ¡No! Una pequeña aldea de 23.255 km2, situada al este de la piel de toro, se resiste numantinamente a estos asedios de progreso. Blinda sus fronteras a la Pax Romana, urbi et ubre (insisto, ubre), a cualquier avance y reafirma una supuesta, e incluso a veces sospechada, identitat diferencial propia e intransferible. Un irreductible grupo radical, impasible el ademán e inasequible al desaliento, tiene como principal objetivo aislarse de la vanguardia, del país, del mundo, y volver a las cavernas si fuera necesario con tal de hacerlo en su lengua y costumbres. Cuevas de las que algunos jamás saldrán porque no son físicas o materiales.
Su titular formal, calienta-banquillo real, el jefe tribal Ximipuiguix, mira de soslayo y silba por lo bajo “per a ofrenar noves glories tararariro tararara... ” mientras alzado en su escudo regional, observa desde la atalaya y con desdén el panorama, dejando hacer y deshacer a sus avanzados alumnos, brazos ejecutores, Marzarix y Oltrix (ésta de procedencia germana, ahí dejo la guasa). La primera en la frente. Hay que echar el ancla a mejoras y adelantos. “Sus vais a enterar, nanos”, dice para sus adentros Marzarix mientras impone un bando (también llamado decretox lingüisticox) que apuntilla lenguas menos ricas, floridas y extendidas que la de la Aldea como la de Shakespeare, Moliere, Kant y Cervantes. En especial esta última, el maldito, demoníaco, dañino y opresor castellano, llamado por los más radicales y sin pudor “Español”, algunos incluso en voz alta y sin ocultarse. Muestra inequívoca de su peligrosidad; de la necesidad de preservar a las futuras generaciones de su nefasta influencia.
Alimentados y envalentonados por una secreta pócima mágica, cuya receta únicamente conoce el druida jefe de la tribu, llamado “Allipebrix”, levantan muros para mantener la aldea ajena a los cambios mundiales, a la interconexión general, comenzando por alterar, a golpe de norma, su forma de entenderse. Será obligatorio usar, primera y principalmente, dicha lengua con todo bicho viviente, entre los habitantes de la Aldea por supuesto, pero también con los visitantes:
- ¿Qué vol prende? - Preguntan camareros a los inocentes y ojipláticos turistas.
- ¡Ay don andestan! - Responden ingenuos acompañando alzado de cejas.- güer de fak am ai, du llu espik inglis?
- Ni inglis, ni franse, ni cartofen, açí es parla la nostra llengua y prou. Veste a fer la ma si no te agrá.
Hay quien, con mirada desconcertada y puede que exageradamente, comprueba móvil y geolocalizador para asegurarse de la ubicación, verificando que no, no están en la tierra de Pujoles, fuet, sardana y cava, pero ¡cómo se parece!, ¡La Mare de Deu y el torró de Xixona!
Para empezar por la base, la débil línea de flotación, se obliga a las escuelas a hablar dicha lengua en cualquier asignatura, relegando a un segundo plano inglés, francés y otros idiomas obsoletas y muertos, absolutamente inservibles para el progreso personal de los estudiantes.
Necesario, imprescindible, es diseñar un sistema operativo informático propio. Para lo que se nombran las correspondientes comisiones y solicitan informes de universidades adeptas con sesudos estudios de mercat, realizados por no menos sesudos acólitos. Por fin se encuentra el nombre adecuado. Lo llamaremos “Finestras”, concluye, satisfecho de sí mismo, el autor del estudio que analiza su necesidad y pertinencia para el mantenimiento de la pureza aldeana. Añade, en anexo (anex), que será incompatible con el resto de sistemas mundiales para no correr el riesgo de contagio o la posibilidad de malsana influencia. Un nuevo éxito sube al marcador del partido de la regresión.
Unida a la imposición del idioma, y ante su cantada aceptación ciudadana por aclamación, otras medidas se barajan, todas ellas preservativas (esto es, profilácticas) de la vasta cultura y costumbres locales. Se decide imponer el traje tradicional como indumentaria oficial los fines de semana; en materia culinaria se aconseja el comienzo con diversas viandas autóctonas, pero seguidas siempre de “paella” sin sofreír arroz bajo pena de cárcel, en domingo y fiestas de guardar. Se nombra a la horchata y la naranja bebida y fruta oficial y, finalmente, futbol, baloncesto, tenis y otros deportes tienen que rendirse a la tensión, espectacularidad y plasticidad de la “pilota” o “trinquet”. Lo que no triunfa, tiempo al tiempo, es el protocolo de agasajo a mandatarios extranjeros por medio de la elegante y tradicional “mascletá”. Un malogrado y desafortunado incidente pospone su aplicación.
En la última visita del embajador de los EEUU, vaso de horchata en mano ben fresqueta, se prendió en su honor la traca y el servicio de guardaespaldas abatió al mestre pirotecnic y sus cinco acompañantes. Siete bajas en total, seis por disparos y uno de infarto fulminante, precisamente el embajador. Desde entonces las relaciones con los USA, no atraviesan su mejor momento pero ellos se lo pierden. Servidumbres de un imparable avance cultural que, de momento, sólo ha obtenido el aplauso internacional de Corea del Norte, y de otra región situada, también, al norte de la Aldea, con la misma deriva desde hace años a la que Ximipuiguix, Marzarix, Oltrix, sueñan con ser anexionados. Mientras, la ONU tramita la admisión del valenciano para sus sesiones y la posible participación en Eurovisión con temas musicales propios como la mundialmente famosa “la Manta al Coll y el Cabaset” o “El tío Pep”.
Pero no todo es armonía y felicidad en la Aldea. Un grupo de intransigentes, conocidos como los “maromenor”, escindidos de “loramigos a larocho”, principalmente de la zona Sur, no son capaces de apreciar lo positivo de las medidas. Defienden la absurda postura de libertad de elección de uso de la lengua española, y el aprendizaje de otras como el inglés, francés o alemán. Seres incapaces de entender la necesidad de cerrarse al mundo y mirarse el ombligo como forma de razonamiento. Mentes abyectas que pretenden tener derecho a decidir en qué lengua deben de aprender sus hijos sin que ningún dictador se la imponga. Retrógrados y desagradecidos los hay en todas partes.
*Enrique Vila es abogado. Fundador del despacho Romiel y Vila Abogados
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