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ENRIQUE VILA
ENRIQUE VILA Sábado, 17 de Septiembre de 2016

¿Suicidios de perros? ¡Anda ya!

Lo conseguimos!, ¡Eureka!, parecía imposible pero el ser humano, en su afán por extender sus propios defectos y miserias, es imparable. No conoce límites. Habrá que darle la razón a Alberto Einstein (de origen catalán) sobre las únicas dos entidades infinitas: el Universo y la estupidez humana. Personalmente no creo que haya pruebas fiables acerca del Cosmos.

 

El caso es que, por fin, hemos conseguido trasladar a nuestros mejores amigos las ganas de quitarse de en medio y no sólo eso, sino puesta en práctica de la nefanda idea, que es lo difícil. Y, como siempre, España es pionera del dudoso honor.

 

Van ya cuatro casos de perros que, voluntariamente, se quitan la vida. Tres por el simple y efectivo método de arrojarse al vacío, hastiados de su existencia. Otro, más sofisticado, colocándose una bolsa en la cabeza hasta asfixiarse. Así los asegura la policía municipal de Madrid en sus atestados, provocando las sospechas de la avezada y despierta Fiscalía de Medio Ambiente. Hasta aquí, aunque parezca mentira, no lo es.

 

El hecho de que no hayan dejado notas de despedida, ni para sus amados dueños, ha provocado las alarmas y sospechas del Fiscal encargado, no fuera que bajo la aparente desgana por vivir de los cánidos se esconda alguna malsana conducta digna de reproche penal. En otras palabras, que se haya desecho de ellos algún humano (indigno del calificativo) o can rival, simulando el asunto.

 

Ante la posible extensión de la epidemia, el Estado (en funciones) ha activado las alertas y creado un cuerpo especial de intervención rápida colocando al frente al ex ministro Soria, que también existe. En sus primeras actuaciones ya se ha salvado a un Border Collie riojano dentro de una cuba (y viceversa), un Mastín del Perineo en Albacete atiborrado de queso manchego curado hasta la extenuación, que no podía articular ladrido, un Golden Retriver asturiano con un cachopo para él sólo, un Podenco Ibérico con el hocico metido en el horno de Cándido en Segovia, un Pastor Merkel de cañas por Sevilla que no se tenía sobre las cuatro patas y un Caniche vasco, tras varios “chiquitos” sacándosele el dedo a los cuatro Rottweiler de su vecino. Unicamente se desconocen casos similares en Cataluña, achacándolo los expertos a la diferencia idiomática y al hecho diferencial.

 

Por su parte la Universidad Polítécnica de Remesar, Concello de Bóveda, Provincia de Lugo, baraja tres posibles causas. La primera y principal, desidia existencial ante el panorama actual. La sinrazón conductista, manipuladora de pasado y presente, de independentistas varios intentando conseguir por agotamiento lo que no se alcanza por la razón. El “No de Sánchez” igual de cansino y agotador además de inútil y narcisista, que le hace tambalearse como el último bolo en pie mientras sus compañeros solo se atreven a soplar disimuladamente, no sea que no se les convoque a la próxima cena navideña. La incierta, pero posible, victoria de Trump. Fotos de Kim Jong-un; decimoséptima edición de Gran Hermano; cifras de audiencia de “Salvame deluxe” o la amenaza de Ramoncín de volver a los escenarios, fundamentarían el deseo lógico de abandonarse, en opinión de los psicólogos caninos.

 

Otra línea de investigación apuntaría hacia la desidia personal. El suicidio, por muy canino que sea, cierra el atestado y no necesita de otras diligencias de investigación. De este modo se evitarían trámites, a veces fuera de horario laboral, como las incómodas e innecesarias tomas de declaración a sus dueños de por qué llevaba el animal encerrado en el balcón quince días sin comida ni agua, o por qué decidió meter la cabeza en una bolsa de basura intentando llevarse a su vacío estómago cualquier resto. Lógicamente, esta postura está prácticamente desechada. Para demostrarla habría que analizar, ponderar, valorar, entrevistar e identificar a sus autores (alguno posiblemente aforado), sin que el presupuesto alcance para sufragarlo, una vez deducidas las dietas, complementos de residencia, gastos de desplazamiento, coches oficiales, flyers, cenas oficiales y eventos de presentación del organismo oficial de investigación.

 

Por su parte, una tercera teoría cobra fuerza, basada en el único punto de unión entre los animales: todos nacionales y residentes en España. Contagiados de nuestras costumbres patrias, sostiene la no tan descabellada teoría, que podrían los suicidios podrían haber sido inducidos. La naturaleza hispana siempre responde a un reto, que se plasma en el famoso “no hay h….”. De ejemplos andamos sobrados: “no hay h…. a echar a los moros de la península”; “no hay h… a dominar el mundo”, “no hay h…. a ganar un mundial y dos Eurocopas seguidas”; “no hay h… a que te pillen robando y no dimitir”; “no hay h… a decir que no al más votado dos veces”; “no hay h… a repetir las elecciones hasta que salga lo que quiero”. Ante lo que sigue, indefectiblemente, “sobran h…, nos ha jodido mayo”. Del incontestable hecho, concluyen algunos psicólogos caninos, que los animales fueron retados a saltar o a asfixiarse, no pudiendo negarse dada su nacionalidad.

 

Sea cual fuere la causa poco importa al haberse incoado diligencias judiciales. Se calculan entre cinco y diez años para sentencia, siempre que no haya algún perro aforado ente los implicados y otros tantos entre recursos y ejecución. Todo ello si no procediera acudir al Tribunal de la Haya o Estrasburgo, en cuyo caso, a la lista de Einstein de cosas infinitas se debería añadir la Justicia española.

 

* Enrique Vila es abogado. Fundador del despacho Romiel y Vila Abogados

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