Día Sábado, 22 de Noviembre de 2025
La Marsellesa
Verano, momento deseado en que todo se relativiza, el tiempo se ralentiza, se relajan las costumbres y todos deseamos gozar del paréntesis que acompaña a la calina. Exhibimos cuerpos sin pudor, con desigual resultado, y calmamos calores con baños y refrescos que despiertan los adormecidos cerebros que coronan nuestros cuerpos, sombrero guayabero o gorra macarra aparte.
Desinteresados por la cruda y cruel realidad, esperamos no ser despertados de esa siesta bi o trimensual. Cuando toque despertar ya nos ocuparemos de todo aquello con algo de importancia y que tenga el mal gusto y poca educación de suceder en estos triviales días. ¿No se dan cuenta los acontecimientos que no encajan, que no caben?, que ahora el molde se estrecha y reduce y no deja pasar nada distinto de jolgorio, fiesta y relax; que el tamiz reduce sus poros y nos aparta los malos rollos. Bendito lapso plagado de adormidera.
Triunfo absoluto de las serpientes de verano. Al clásico y ancestral “hombre muerde perro” se le unen otras culebras de la misma guisa. El peluquero de Fransua Hollande, maldita la falta que le hace, tiene asignado sueldo de 10.000,00 €/mes ganado a pulso, básico y funda-mental (nunca mejor dicho) para el mantenimiento de las relaciones internacionales de nuestros vecinos. Los “Panteras Negras” acudirán en plena barbarie violenta a la Convención Republicana portando las armas que su Constitución les permite, si bien queda prohibido el uso de pistolas y globos de agua, mucho más peligrosos y mortíferos. Dos concursantes televisivas, tras obtener el Doctorado Cum Laudem, se blanquean el ano en directo para gozo y éxtasis de la audiencia que, con toda seguridad, aparcará debates de investidura menos interesantes a favor de la imprescindible claridad de dicha puerta trasera. Surge de inmediato la pregunta, ¿Cómo se han dado cuenta? ¿Quién habrá tenido el mal gusto de recriminárselo?
La montaña humana, Bud Spencer, fallece infartado tras el segundo gol de la Italia de su corazón a la Roja en horas más que bajas. Por muchas vidas que viviera nunca le darían un Oscar pero pocos, o ningún oscarizado, puede igualar las tardes de domingo en que por 25 ptas. (15 cts) te inflabas a ver bofetadas a mano abierta como abanicos de colores y falsos mamporros recibidos por malvados de manual sin maldad. Y el estío, lento, cansino y perezoso despliega sus efectos sobre todos o casi todos nosotros.
Pero va el despertador y suena más estridente que nunca. Ni el desagradable ring, ni las noticias presintonizadas, ni siquiera una melodía al azar. Es la marcha fúnebre que se empeñan en tocar desalmados músicos de la muerte. Bajo el paraguas de la libertad a ultranza occidental (necesitada de una seria reflexión) cualquier banal elemento es susceptible de crear caos y destrucción. Un camión, por ejemplo. Un simple camión de los que millones de veces cruzan nuestras calles y se integran en nuestro anhelado y peleado quehacer diario. Sesga vidas, rompe relaciones, provoca pánico y atemoriza intenciones al tiempo que arrolla con sus enormes ruedas sueños de ancianos, hombres, mujeres y niños de toda tendencia y creencia.
Voceros del momento se aprestan a asumir su propia culpa, como el torturado que adora al torturador tras recibir de él toda su rabia y saña. Ha acabado por identificarse y creer que es responsable de todo y que no es culpable el violento sino su mal comportamiento. Una mirada altiva, una mala respuesta una pose erguida no sumisa, han provocado al carcelero a actuar así. Perdón - le pide, lo siento - le dice-, en la más abyecta de las posturas cobardes. Símbolo inequívoco de batalla, o mejor guerra, perdida de antemano por rendición. ¿Pactamos un tres cero sin jugar?.
Pero no es el camión sino quien lo conduce. No son las cosas sino las personas que despojadas de cualquier sentimiento humano deciden actuar así contra sus semejantes movidos por incomprensibles razones. Una vez más la Marsellesa se canta a voz en grito en el día de la Revolución, evocando la inmortal “Casablanca” en el Rick´s Café, frente a un yugo opresor igual de totalitario y nombre distinto.
* Enrique Vila es abogado. Fundador del despacho Romiel y Vila Abogados













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