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ENRIQUE VILA
ENRIQUE VILA Sábado, 07 de Mayo de 2016

Mus

No sé dónde vamos a llegar, no sé a lo que estamos abocados, pero lo que sí sé es que hacer oídos sordos a las señales que el Universo nos manda es una insensatez. Una más de las muchas que nos permitimos.

 

Igual que cuando la leche se agria, los pájaros emigran fuera de estación y los perros ladran a la luna y sin motivo son indicios de que el innombrable merodea con sus siempre aviesas intenciones, venimos recibiendo avisos de catástrofes y vuelcos, fines de ciclo y época, cambios radicales y meta de carrera en callejón cortado. Adoptar frente a ello la defensa del avestruz, cabeza bajo tierra y esperar que pase, deja una parte muy vulnerable y apreciada de nuestra anatomía a disposición de quien la quiera perturbar. No sé si me explico.

 

¿Quién se iba a imaginar que, en condiciones normales, Jordi Hurtado cediera su trono en el reino de la sabiduría? La sonrisa profident eterna, la felicidad del conocimiento perpetuo, no ha aguantado el tirón y deja paso en la fuente de la juventud a otro. ¡dónde vamos a llegar!, y no es el único indicio, haylos a patadas.

 

Pedro Sánchez, sentado a la mesa, juega al Mus con Pablo de compañero frente a Mariano y Alberto (o Albert que lo mismo da). De mano va Mariano - con perdón de la rima – y como tal se da mus hasta su compañero. A Pedro se le ven las ganas de jugar, sin cartas ni triunfos, ansioso por quitar mano y empezar de cara nueva partida. Le pueden pasar cuenta las ganas. Albert no dice nada, si se corta jugará con sus cartas y aprovechará el ansia de Pedro contra el postre, Pablo, y también pide mus ante el imperceptible gesto contrariado de Mariano. La pelota, casi siempre en este juego, la tiene el último; Pablo decide si jugar con lo servido, como Pedro su compañero quiere, aprovechando la debilidad que intuye en la baza de Mariano o se da mus, rompe el juego de Pedro y engorda sus triunfos. No lo tiene claro, Mariano es muy de mus negro y parece Marlon Brando en “El rostro impenetrable”.

 

En el centro, ciento setenta y seis escaños tienen la culpa; transmutados amarracos que quitan y dan poder. Como público, cuarenta y siete millones siguen la partida que, fieles a las leyes del mus, se callan y dan tabaco. ¡Mus¡, dice Pablo, con gran disgusto de su compañero que lleva un rato pasándole señas sin disimulo. Se volverán a dar cartas pero el público, hastiado, pierde interés en la partida. Más de uno se queda con las ganas de volcar la mesa y cambiar de jugadores.

 

Manos que se decían limpias hace tiempo que no pasan por lavabo o conocen jabón. Mugrosas y oscuras lavan las de otros mientras se echan perfume en las propias escondiendo la basura que manejan. Solución efímera, la mezcla y el hedor que desprende resulta aún más repugnante si cabe.

 

Ahora resulta que el paraíso está en Panamá. ¡No hombre no, que o no os enteráis o no queréis¡. El Paraíso es esto y aquello, como mucho, su caja fuerte. Paraíso terrenal es el lugar en que, sin esfuerzo ni aportación, se goza de los frutos que germinan naturalmente de la tierra como infraestructuras, sanidad, seguridad, educación y protecciones sociales. Todo ello sufragado a base de espinazo doblado de quienes menos posibles manejan a favor y en beneficio de otros, mejor posicionados y menos contribuyentes. Pero claro, bastante padecen ya con supresión del billete de quinientos, como para exigirles residir y tributar aquí y ayudar a sus compatriotas. Crueldad supina e intolerable atentatoria de Tratados Internacionales sobre inalienables derechos humanos.

 

Tomar lácteos es machismo, probablemente la peor muestra del pecado original con que nacemos los varones carentes de bautismo reparador (no es broma, hay quien lo piensa sin hacérselo mirar ni ver necesidad), así que el día menos pensado El Mundo se pone en huelga y nos tenemos que plantear preguntar a alguien aquello de “Cuéntame cómo pasó”, es decir, cómo hemos llegado a que quien exige mayor protección social, más servicios públicos, más y más derechos para todos sea, precisamente, quien elude su sostenimiento.

 

¡Cómo está el mundo Facundo!, si no fuera por lo que es me partiría de risa pero por más que lo intento no pasa de media mueca forzada. Me recuerda al que a mitad de escalera se para porque no sabe si sube o baja.

 

*Enrique Vila es abogado. Fundador del despacho Romiel y Vila Abogados

 

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