Día Miércoles, 01 de Octubre de 2025
Shangri-Lu (go)
Cansado y aburrido de escribir sarcásticas y veladas protestas y quejas - hay quien me llama ya Quejique- mando al carallo irresolubles problemas políticos, desmesuradas e irracionales reivindicaciones separatistas, volátiles promesas y demás cuestiones patrias o escandinavas. Las vacaciones están para eso y ya llegará el curso lectivo a colocarnos en la vía muerta por la que rodamos sin destino definido. Hoy no toca eso (el muy Honorable Pujol dixit). Hoy toca otra historia. [caption id="attachment_22945" align="alignright" width="172"] Enrique Vila[/caption] El paraíso terrenal, lugar de eterna felicidad y paz existe y se encuentra en esta nuestra comunidad ibérica o, por lo menos, yo he encontrado mi Shangri-La. Solo hay que cambiar el artículo “La” por “Lu (go)”, el Himalaya por la Sierra Do Courel, remontar el curso del río Sil, adentrarse en los frondosos paisajes gallegos y alcanzar la Terra de Lemos y el Concello de Bóveda. No tiene pérdida (o mejor sí), se trata de ese sitio donde el pintor agotó el verde de la paleta y que algunos desalmados tiñen de amarillo y rojo primero y marrón después, todos los veranos. Pasado Rubián, en la Parroquia de Remesar, se encuentra Penacoba (la Cueva de la Peña), donde el tiempo se ralentiza al llegar, se detiene mientras permaneces y se acelera desesperadamente cuando falta poco para partir. No lo pueblan monjes intemporales sino hombres y mujeres mucho más sabios y ricos en experiencias que “falan galego”, sin imposición y con normalidad. Idioma ibérico tan nuestro que al oírlos parecen recitar el “Cantar de Mio Cid” en castellano antiguo (De las sus bocas todos dizian una razón:¡Dios, que buen vassalo si ouiesse buen señor¡).
En algún lugar de Lugo.[/caption] Allí, en un pequeño valle discurre un río con menos caudal del deseado, hace años poblado de truchas y alguna nutria ajusticiadas por hordas de visones “liberados” gracias a piadosos comandos animalistas desconocedores del ecosistema propio. Centrado en el prado donde pastan vacas y caballos, el estanque, nenúfares y ranas y un poco más allá la casa de tejado de pizarra, con sólidos cimientos de sillares en planta baja y madera en la alta. Dos columnas de antigua y fuerte piedra dan la entrada tanto a la casa como al antiguo establo, hoy sala de televisión y zona de juegos. Los Cinco Elementos confluyen. La Tierra, oscura y fértil en que las piedras no germinan porque la vegetación no se lo permite; el Aire, puro y fresco; Agua, la terrenal, más fresca aún, y la que cae del cielo; y Fuego, maldito fuego intencionado segador de vida.
El Quinto Elemento, en versión de Luc Besson, es el pegamento que los conjunta y da forma, el que potencia la unión de los cuatro no como suma sino como elevación a la enésima potencia, el Amor por todo ello sin el que los otros son física elemental. Para no identificarlos les llamaremos D. Manuel y Doña Remedios (Reme y Manolo para los amigos), que derrochan Amor por su terruño a pesar del sacrificio que supone saludar al Sol, estabular caballos a su caída, recoger rebaños por la noche o cuidar de riegos sin horario ni jornada definida. Arar campos, sembrar huerto, recoger frutos o plantar castaños a la espera de resultados no precisamente inmediatos. Talar y cortar leña, arreglar aperos, manos, tenerlo todo impecable y cocinar y servir a los huéspedes.
Lobos, jabalíes y los malditos topos del carallo
Tras todo, se sientan a la mesa del yantar junto con los ocupantes de la casa con una sonrisa y buen ánimo y se hace el silencio cuando Manolo, más comunicativo, cuenta las anécdotas del lugar. Que si un lobo bajó y mató varias ovejas pero se comió una, que si los jabalíes andan mordiéndole los castaños, que si los topos (malditos topos del carallo) le estropean la huerta, que si el último mastín que tuvo (llamémosle, por ejemplo, “bisbi”) murió peleando con un lobo (fábula para niños que prefieren la encarnizada y heroica lucha antes que la vejez que se lo llevó). Maestro natural de la psicología, trata con niños, jóvenes y adultos con tal soltura que obtendría el doctorado cum laudem conversando con su examinador.
Y Reme, de voluntarios sonoros silencios, no cocina, hace del comer tradicional un arte: judías como mantequilla devoradas por niños urbanitas desganados; pollos de corral de oscura carne y muslos como avestruz, acompañados de salsa de zanahorias, cebolla y champiñones; ternera estofada con verduras; cordero al horno árabe; caldo y cocido gallego; lacón con grelos; merluza y pulpo a la gallega, todo con cachelos y otros acompañamientos. Sin olvidar, las tortillas españolas, pizzas y pasta que también nos regala o el queso tradicional con membrillo previo al café. Y todo ello, en silencio, atenta a demanda de cualquiera, de modo que cuando le arrancas una sonrisa es un éxito que te apuntas, y si decide intervenir no te pierdas una coma, pues ha dicho mucho más de lo que, a simple vista, parece. Es lo que tienen los callados, que llevan más tiempo que los demás escuchando.
Un bosque profundo
Duchas de agua helada en la serrería centenaria que se conserva, paseos kilométricos por el bosque profundo siguiendo el riachuelo, siempre hacia abajo. Parece mentira pero alguno lo siguió hacía arriba. Debe ser de esos que piensan que el pollo nace envasado como el chorizo embutido y el tomate cortado. Hay quien se entretiene, hacha en mano, cortando leña a pleno verano padeciendo al no diferenciar abedul de roble. Para gustos los colores. En definitiva, el entorno perfecto para desintoxicarse de la rutina insertándose en la propia del lugar. Los que lo conocemos sólo deseamos que ese Quinto Elemento, sostenido por la sangre de la tierra que circula por las venas de los imaginarios Reme y Manolo, fuera perpetuo y, en su defecto, lo más extenso posible. Todo para seguir ocultando a enemigos, amigos, conocidos, cuñados, concuñados, primos segundos, tíos lejanos, jefes pedantes, compañeros con aires, barbies de ciudad, sommeliers de agua embotellada, malasombras, graciosos de media noche, eruditos comprados, intransigentes, chillones, malos conversadores, desleales, traidores, conversos recalcitrantes, impositores de criterio, blogueros de la vanguardia, defensores de la pureza, ortodoxos varios, maltratadores, gente de medio pelo o de pelo y medio subidos de tono, pagados de sí mismos, palmeros de la fama y, en general, a quien no sepa apreciar la belleza del silencio, la sencillez, la honradez y el buen ánimo, su ubicación exacta. Claro que tampoco encajarían en el puzle por más que pensaran que los desencajados somos el resto.
*Enrique Vila es abogado y fundador del despacho Romiel y Vila Abogados.
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