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REDACCIÓN
REDACCIÓN Miércoles, 02 de Julio de 2014

Al Paseíto de Ramiro le han quitado la dignidad

El Paseito de Ramiro de Alicante es seguramente uno de los espacios públicos peor tratados por los responsables políticos municipales. El paseo es en la actualidad un adefesio arquitectónico y estético, un monumento a la vulgaridad y una patada al sentido común y también a la historia. La sola contemplación de las fotografías del Paseíto de Ramiro en sus orígenes, a finales del siglo XIX, y en las imágenes de las décadas posteriores invita al desasosiego, cuando no a la tristeza, pero también al enfado y la crispación. No se trata aquí de evocar el pasado de la plaza, bien documentado en la web de Alicante Vivo, ni tampoco de lamentarse, aunque resulte incluso un ejercicio reconfortante. Es una cuestión de justicia. Se trata de mostrar qué es hoy el Paseíto de Ramiro y en qué lo han convertido, y de llamar la atención sobre la necesidad de repensar algunas decisiones o de cambiarlas si fuera necesario.

 

El Paseíto de Ramiro se encuentra frente a una de las zonas de Alicante mas hermosas: la Playa del Postiguet. Pero le da la espalda y la ignora. Algún jardinero fiel cumpliendo las órdenes municipales ha creado una barrera física y visual entre la playa y el paseo, un incomprensible muro verde. Desde los bancos del Paseito no se puede ver el mar, pese a que está enfrente, a solo 100 metros. Cualquier persona sentada en uno de los bancos solo ve el cemento del suelo y el feo muro dibujado por las copas de los árboles dispuestas de forma artificial y rectilínea. Una geometría innecesaria. Se podrá argumentar, tal vez, que esa barrera se ha creado voluntariamente para amortiguar el ruido del tráfico procedente de la avenida de Juan Bautista Lafora.

 

Pero hay otras soluciones y, además, ¿a quién molesta ese ruído si nadie se sienta en los bancos? Porque el Paseíto de Ramiro es, como alguna que otra plaza de Alicante (¿Balmis?) un paseo vacío. Quizás nadie haya advertido todo esto. Quizás nos hemos quedado todos ciegos en esta ciudad. O nos hemos acostumbrado a ignorar al Paseíto de Ramiro en su infame fisonomía. Es verdad. Hace años que decidimos pensar que ya no estaba allí. Fue hace dos décadas, cuando una nefasta reforma acabó con el suelo de tierra, con algunos árboles, plantas y parterres, con los antiguos bancos y el pequeño murete de piedra y forjado que lo circundaba. Fue el final del paseo romántico. Antes, en 1975, se había construido a su lado el mamotreto del edificio de la Biblioteca Pública, otra de las barbaridades urbanísticas de la ciudad, y que parecía adelantar el maltrato que le dispensarían en el futuro prebostes sin sensibilidad.

 

Este es también, y por qué no, un ejercicio de respeto hacia un paseo al que hace años le arrebataron la dignidad. Porque en su decadencia física, el Paseíto de Ramiro conservaba esa dignidad antigua y auténtica de lo que es realmente verdadero. Y quienes pasamos por allí durante años camino de la Biblioteca Pública, con nuestros libros y nuestras ilusiones, lo recordamos y lo recordaremos siempre así. Forma parte de nuestro pasado y del de Alicante. Porque la historia de las ciudades se construye también, y sobre todo, con las sensaciones, los sentimientos y las esperanzas de quienes las habitan.

 

*Joaquín Núñez es periodista. Dirige Alicante Press. 

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