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Joaquín Núñez Jueves, 03 de Marzo de 2016

HISTORIA

Cuando subas a la Nao Victoria imagina...

Hace casi 500 años la Nao Victoria partió junto a otras cuatro naves rumbo a las llamadas 'islas de las especias'. Tres años después regresó al puerto de Sanlúcar de Barrameda tras completar la primera travesía de la historia alrededor de la tierra.

La Victoria volvió sólo con 18 marineros a bordo, entre ellos Juan Sebastián Elcano. Su compañero Fernando de Magallanes había muerto un año antes luchando contra los indígenas en la isla de Cebú (Filipinas) sin poder completar la circunnavegación del globo. Una réplica de esa nave, gestionada por la Fundación Nao Victoria, se encuentra desde ayer miércoles en el puerto de Alicante.

 

La Nao Victoria puede ser visitada hasta el domingo. Los visitantes que suban a bordo se encontrarán con una nave de reducido tamaño en relación al enorme buque-restaurante que se encuentra a su lado, el Santísima Trinidad, una réplica de la embarcación del siglo XVIII que participó en la Batalla de Trafalgar en 1805.

 

Sin embargo, esa comparación entre ambas naves engrandece a la Nao Victoria. Porque sus dimensiones, más humildes, ayudan a entender mejor la dureza de la travesía que aquellos valerosos navegantes llevaron a cabo entre 1519 y 1522. Los marinos que ahora navegan con la Victoria difundiendo la historia del barco explicarán a los visitantes que estos días suban a la Nao que en aquellos tiempos los navegantes no dormían en la bodega, sino en la cubierta, a merced de las inclemencias atmosféricas. Sólo el capitán dormía con cierta protección, en su camarote, y algunos oficiales también tenían el privilegio de resguardarse por la noche en la tolda de la cubierta.

 

Temporales, vientos y olas en la Nao Victoria

 

No es difícil imaginar terribles tempestades a bordo, noches infernales, olas enormes y vientos gélidos que rompían la piel en los lejanos mares del sur. Uno se imagina a Magallanes o a Elcano con las cartas de navegación sobre la mesa, escuchando la voz apagada de sus hombres y el crujido de la madera. Basta una mirada al palo mayor o a los frágiles cabos para darse cuenta de la desigual batalla que libraron hace 500 años el hombre y la naturaleza. Los visitantes de la Nao Victoria también se sorprenderán cuando no vean por ningún lado la rueda del timón.

 

Encontrarán en su lugar, en la cubierta alta de la nave, una palanca incrustada en el suelo. Es el pinzote, el palo que hacía (y hace) girar la caña del timón y que emplea el timonel. Hoy se sigue utilizando para dirigir la nave en sus travesías. La Nao Victoria estará en Alicante hasta el domingo y pondrá después rumbo a Castellón. Días más tarde se dirigirá hacía Sète, en Francia, donde participará en una competición. Cerca de 500 años después de aquella aventura por los océanos de todo el mundo, una réplica de la Nao Victoria sigue recorriendo los mares.

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