El estreno de 'Perdida' y los músculos faciales de Ben Affleck

'Perdida' es una excelente película. Es necesario el breve introito aclaratorio para que no se me moleste la peña por el aguacero que sigue a continuación. ¿Qué coño hace Ben Affleck metido ahí? Mira Ben. Eres un tío alto y guapo, pero tu fino talle y esa soberbia apostura que te ha regalado la madre naturaleza no es suficiente para pasearte indolente por la pantalla como si la movida que ocurre dentro no fuera contigo.

La interpretación es un asunto, entre otras cosas, de músculos faciales en movimiento o contracción, según requiera el caso. Tu careto vale para la primera parte de 'Perdida'. Me refiero, querido Ben, a ese rostro de estupefacción permanente, a esa cara adolescente de: "Ah, ¿pero había examen?".

Admito, aunque me duela (en el epílogo aclararé la razón) que en ese papel estás genial. Lo clavas. En esa parte de la película llevas colgado el cartel de soy un pazguato y no me entero de la misa la mitad. Genial, soberbio. Me siento, además, identificado, porque la mayor parte de los tíos somos así. Mas pavos que pavos. Pero chaval, cuando 'Perdida' da el volantazo y el argumento se va a tomar viento fresco tenías que cambiar el careto. Como diría un crítico de cine de los de antes, se trataba de que aportaras un nuevo registro interpretativo. Pero mantienes el rostro de patán pese a que ya te has jamado la tostada de que tu esposa es una verdadera zorra. Y la película, Ben, Ben, Ben, comienza a acusar cierta querencia al desplome por tu flanco interpretativo. Y lo peor es que eres un tipo muy inteligente: guionista de 'El indomable Will Hunting' y director de una interesante 'Argo', por las que te llevaste sendos y merecidos premios Oscar. No todos los guaperas pueden decir lo mismo. Claro, yo supongo que cuando diriges una película te acercas al protagonista y le dices por lo bajini: "Majete, actúa y no hagas como yo, que me toco los huevos en todas las películas".

El problema añadido es que en 'Perdida' tienes delante, detrás, arriba y abajo (en sentido figurado y real, porque mira que le dais a la zumba) a una señorita llamada Rosamund Pike que lo borda. Rosamund le da a su papel una prodigiosa hondura. Su interpretación tiene una enorme riqueza de matices. Es una santa, una bruja, una pobre y desgraciada esposa, una puta. Es mala y cabrona, es atractiva, interesante, callada, comedida, sexi, perversa, celosa y esquizoide. Pasará mucho tiempo hasta que olvide la interpretación de la actriz inglesa, un verdadero animal. Rosamund se lo debe, en parte, al director, David Fincher, que ya mostró su pericia en la excelente 'La red social'. Salí de 'Perdida' mareado, aturdido, con la sensación de que el director me había vapuleado, manejado y desorientado a su antojo durante las más de dos horas de duración de la cinta. David Fincher hiciste de mi un muñecote de trapo.

El 'incidente Affleck'

Entiendo que de la lectura anterior se puede desprender que le guardo cierta animadversión a Ben Affleck. Pues es cierto. No lo puedo negar. Es rencor. Estábamos tirados en el sofá viendo 'Pearl Harbor' y ella lo soltó de golpe, sin pensarlo. La idea brotó directamente de su cerebelo y explotó en el aire que compartiámos en ese desordenado apartamento. "A ese le haría yo un favor', dijo. En la pantalla estaba Ben Affleck con la carita de estoy que lo parto y lo sabemos todos. Así que yo, que por aquel entonces era un tío blandito, me escondí en una dureza apostada y le dije indiferente: "Nena, a ese seguro que le gustan rubias, ya puedes volver a tu color original". Y es que ella por aquel entonces estaba en una extraña fase vital y se había tintado el pelo de rojo, aunque ella repetía una y otra vez que era un caoba alegre. A partir de aquella tarde cada vez que veo a Ben Affleck imagino a mi ex novia haciéndole favores.