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ENRIQUE VILA
ENRIQUE VILA Domingo, 13 de Enero de 2019

Gandules, cretinos, mentecatos y pazguatos

¡Cómo adoro el Español! Es imposible no amar un idioma que cuenta entre sus filas con palabras como “gandul”, “cretino”, “mentecato” o “pazguato”. El triunfo del concepto sobre la explicación. Concentrar, resumir y transmitir con pocas letras todo un mundo no está al alcance de cualquier lengua. El “gandul” no es sólo vago, no, es algo más complejo, de difícil explicación pero sencilla visualización. Al “cretino” le sucede algo similar, no sólo es un panoli altivo y orgulloso sino que, además, pierde el culo por demostrarlo. “Mentecato” es, básicamente, el bobo feliz por serlo y ejercerlo que carece de la pasión activa del cretino. Los “pazguatos”, además de lo dicho, suman una admiración paralizadora –faros de coche en oscura carretera de montaña– por lo que oye o ve pero no entiende. El problema es que al existir concepto hay destinatario. Haberlos haylos a patadas, capazos y paladas.

 

La iniciativa balear, sin competencia jurídica alguna, de obligar a usuarios y administración –incluida justicia, notarios y registradores– a usar el catalán como lengua oficial y únicamente el español si se pide expresamente (Decreto 49/2018 de 21 de diciembre), lo demuestra. Claro que a nadie sorprende ya dado el elevado número de gandules, cretinos, mentecatos y pazguatos que colapsa el aforo de instituciones públicas y privadas. Su impagable (literalmente) y frenética labor, que gustosamente sufragamos, resolviendo inaplazables problemas de convivencia es admirable. Como es que extiendan tan necesaria y razonable medida fuera de su territorio a Cataluña y la Comunidad Valenciana. Sobradamente conocida es su universalidad y extendido, frecuente y mundial uso. Viajar a Turquía, China, Polinesia, Laponia o el Tibet sin conocer y usar esta lengua limita extremadamente al viajero. Que la Ley Estatal (Ley 39/2015 de 1 de octubre) diga exactamente lo contrario o que el Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana anulara una norma idéntica por ilegal, son simples matices sin importancia que, vista la deriva nacional, pronto serán resueltos. ¡No, no, no se vayan todavía, aún hay más! (Porky dixit).

 

La caterva de ilustres merecedores de tales conceptos es interminabla. Su afán por ejercer como tales, orgullosos y ufanos, inacababla, su tesón y dedicación inagotabla. Qué se lo pregunten a los pobres “Clicks” de Playmobil o a las piezas de Lego, sobre los que ronda, volando en círculos, cuantiosa multa por resistirse al progreso imparabla del uso de este lenguaje mundial. No es para menos. ¿Cómo van a jugar los niños con estos complicados artilugios sin un manual de instrucciones en catalán? Aunque el mecanismo de un “Click” o el montaje de una pieza de Lego parezca más simple que el de un vaso o un tirachinas, no debemos llevarnos a engaño. La dificultad siempre depende del destinatario. No sería extraño que algún progenitor (lo de padre/madre hay que superarlo) a la hora de ensamblar un muñeco, colocara la cabeza en la zona de posaderas, dado que es la parte con la que suelen algunos y algunas, raras veces pensar.

 

Una fuerza universal e imparabla hace que, ante todo ello, hayamos perdido la capacidad de sorpresa. Es la fuerza de la costumbre que nos habitúa a convivir con lo extravagante vistiéndolo de normalidad. Aquello que hace poco sería impensabla hoy es otro paso en la alocada deriva de auto destrucción que nos rodea. Nueva zancada hacia el abismo de enfrentamiento que no paran de excavar algunos pazguatos haciéndolo más profundo, complicando la salida. El primer requisito para salir de un pozo, además de querer, es dejar de cavar. La lista de memeces, pérdida de tiempo, dinero y esfuerzos es interminabla.

 

Toca, perdón, ponerse serio, a la altura del problema. El pueblo, los ciudadanos/as, nos desentendemos con facilidad de nuestro propio destino dejándolo en manos de lamentables, pésimos y nefastos gestores. Así nos va e irá. Seres que suman a su incompetencia natural una falta absoluta de preparación y un enorme, desproporcionado, desconocimiento –voluntario o no– del significado de “democracia”. Preciosa palabra con que llenan sus bocas, la mastican y después escupen incapaces de digerirla. Su sabor les repugna, provoca arcadas y si algo tragan confían en su tránsito intestinal para eliminarla lo antes posible. Añádase a la receta del guiso un desmesurado ego mesiánico salpicado de especias de poder y holgada vida a costa de otros, los que agachan a diario el lomo y se parten el espinazo para mantener a catetos de sillón acolchado. Sírvase, finalmente, todo ello en delicada fuente de ausencia de responsabilidad con aderezo de impunidad y listo. A la mesa que frío no vale.

 

Democracia no es imposición; no es contentar al propio y joder al ajeno sino servir al soberano. Desde finales de 1978 es el pueblo español (C.E. Artículo 1.2..- La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado) con cuya paciencia y tolerancia se viene jugando. Claro que, para entenderlo y respetarlo hay que evitar que gandules, cretinos, mentecatos y pazguatos marquen el paso. Que quienes dirigen la galera del Estado –de capitán a tambor– en que somos atados remeros también se encadenen a la nave y compartan riesgo de naufragio. Que sus decisiones no sean inocuas para ellos y transcendentes para el resto. Tomar las riendas del carro, controlar el ejercicio del poder, de cualquier poder, evitar innecesarios y desmesurados privilegios, castigar severamente a corruptos y abusones y demostrar con actos, pensamientos y tertulias de bar no sirven, quién es soberano y quién servidor.

 

Siempre hay otra opción. Tragar y tragar. Convertirse en avestruz, cabeza bajo tierra y posaderas al aire, y esperar que todo pase o se arregle por sí solo. Confiar en la Divina Providencia, los unos, en la Justicia Social Universal, los otros, y en la bondad inherente al ser humano, los de la moto. Es decir, ser gandules, cretinos, mentecatos y pazguatos.

 

* Enrique Vila es abogado. Fundador del despacho Romiel y Vila Abogados.

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