Día Sábado, 22 de Noviembre de 2025
Menú tercio de libra

La semana pasada, una pasada de semana, hemos asistido, impasibles-serenos-moderados, al esperpéntico espectáculo que el Alto y Supremo Tribunal ha tenido a bien obsequiarnos. Gracias, de corazón. No sólo ha desacreditado a sus propios integrantes, revocando una sentencia firme, irrecurrible, sino que lo ha escenificado de forma que los herederos de Valle-Inclán han puesto en manos de sus abogados –sólo los cutres tienen uno– una demanda por violación de derechos de autor del creador del Esperpento. Si el fondo es intragable, la forma es de eso que sólo se paga con mastercard.
Mientras en cualquier otro lugar del mundo, el llamado civilizado, se habrían arrancado los pelos, llorado por las esquinas, subido la cotización del prozac o causado destituciones en masa, aquí permanecemos, como digo, impasibles. Tenemos costumbre, viene de serie en nuestro ADN. Ninguna Institución que se precie pierde ocasión de quedar en ridículo. Marca de la casa.
Para muestra un botón. Horas después de la irrepetible jugada del Poder Judicial en el parchís del Estado (fichas verdes), era el turno del Presidente (fichas rojas), apresurándose, por si le madrugaban, a matar la ficha expuesta, contarse veinte votos y declarar “A Dios pongo por testigo que nunca más los españoles pagarán el impuesto de las hipotecas”, promulgando un Decreto Ley de dudosa legalidad (menudencias) que asigna a los Bancos la obligación de su pago. Eso sí, las malas consejeras –las prisas– ha hecho que se olviden de las cajas rurales, más o menos un 5% del mercado hipotecario. Pepe Gotera y Otilio, chapuzas a domicilio. Preguntado si las entidades financieras repercutirán este coste al comprador-consumidor-ciudadano declaró, aún enfundado en el corsé de Escarlata O´Hara, “No lo creo, apelo a su responsabilidad”. Hala, pues arreglado, no se hable más del asunto. Es de sobra conocida, admirada y mítica esta característica de las entidades financieras. Casos como las cláusulas suelo o la colocación de participaciones preferentes a sus impositores, lo demuestran.
Turno de fichas amarillas, cómo no, separatistas a juego con el color. Aprovecho el puente y presento querella contra el Supremo que juzga a los míos en enero. Así motivamos la recusación que la Justicia Europea, más ciega que la tuerta española, me concederá. Esperando su momento, las fichas azules –de superflua identificación– hacen cuentas y meditan. Vaya panorama para un pueblo anhelante de que todos saquen tres seises seguidos y se vayan a la calle. Sin pasar por la casilla de salida y sin cobrar.
El anuncio del Presidente O´Hara y su llamada a la responsabilidad social de los bancos, me ha recordado la anécdota del menú tercio de libra. En los 80, una cadena de comida rápida de los EEUU, competidora del imperio Mc Donalds, ideó y puso en el mercado el menú tercio de libra al mismo precio que el cuarto de libra del adversario. Fracasó. El motivo, la gran mayoría de clientes creía que el cuarto de libra era mayor que el tercio no estando dispuestos a comer menos por el mismo precio. ¿desde cuándo un cuarto (4) es mayor que un tercio (3)?
Aquí no hubiera pasado. Desde nuestra juventud, quien más y quien menos, es doctor en economía aplicada. Litros o litronas, tercios, cuartos y quintos. Ideal, este último, para que en verano no se caliente la cerveza y colmar la mesa, ufanos y orgullosos, de botellines ante el asombro y reconocimiento de transeúntes. A salvo el tema de fracciones, tan ingenuos e inocentes como aquellos yanquis nos consideran.
¿Habrá quien crea, de verdad, que la responsabilidad social evitará la repercusión del coste del impuesto al consumidor?, ¿es más un cuarto que un tercio?, ¿hay vida inteligente en otros planetas?, ¿y aquí, la hubo alguna vez?
El lícito en el fondo, cuestionable en las formas, negocio bancario se alimenta principalmente de las operaciones de activo, es decir, aquellas por las que presta capital que se reintegra con intereses, asegurándolo con garantías sobradas de manera que resulte preferible atenderlo a despedirse del bien rehén. Apelar a su responsabilidad es tanto como pedir a un perro que no ladre o mueva la cola de alegría; a un escorpión que no pique a la rana que le vadea el charco o a un político que no mienta. Va en su ADN y naturaleza.
Si a la operación planteada el día antes del Decreto Ley de nuestro particular Red Butler (Cara Cable para más señas), se le suma del 0´5 al 1´5 del Impuesto de Actos Jurídicos Documentados, dependiendo de la C.A., a cargo del banco el día después de su entrada en vigor, ni responsabilidad social ni puñetas. Sonará de nuevo la melodía a cargo del Maestro Paganini, esto es, el consumidor necesitado.
Así que, por favor y por respeto, cuando se entone el “vamos a contar mentiras tralará” que sea de forma que cueste pillarlas, por lo menos para entretenernos en descifrarla.
Meanwhile, es decir, entretanto, en una pequeña pero soleada ciudad de la Costa Blanca, dos asociaciones AESPANC Y ACAPAN promueven carreras y recaudan los fondos que el Estado no proporciona (ocupado, obviamente, en asuntos más serios) para que infatigables investigadores pongan todo su esfuerzo en evitar que el diagnóstico de cáncer de páncreas sea, sin posible revisión, sentencia firme. Gracias, gracias, gracias.
* Enrique Vila es abogado. Fundador del despacho Romiel y Vila Abogados














José | Miércoles, 14 de Noviembre de 2018 a las 16:43:30 horas
Como siempre el ilustre letrado acierta y agrada con su pluma melodramática, conmueve con su realismo pragmático y cautiva con su fina crítica rebosante de buena ciudadanía.
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