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ENRIQUE VILA
ENRIQUE VILA Miércoles, 22 de Febrero de 2017

Rendición

Abandono, temporalmente, el chascarrillo y la sorna donde me encuentro tan agustito a petición propia. El cuerpo no me pide coñas marineras. Lo siento. La rendición de nuestra ancestral cultura, de nuestro modo de vida y principios, durante tantos siglos formados, es una evidencia, una realidad imparable a menos que despertemos del letargo buenista occidental. No es nada nuevo, basta repasar la historia para predecirlo.

 

La lucha femenina (o feminista, aunque me gusta menos) viene sufriendo asedios constantes de mano de obtusas y retrógradas mentes ancladas en la prehistoria. Nada nuevo, nada desconocido. Pero en toda confrontación, daña más el imprevisible “fuego amigo” que los ataques del enemigo, “de las aguas mansas líbreme el Señor, que de las bravas ya me libro yo”, dice el refrán. Los golpes desde dentro, las traiciones y cobardías inesperadas de los propios resultan mortales; los envites del enemigo se capean y prevén, al fin y al cabo es su dudosa obligación. Así se han rendido plazas y perdido guerras.

 

Recientemente, ha sufrido dos varapalos, cuasi definitivos, a mano de quienes tienen el deber, la obligación y la responsabilidad de defenderla. Ver al gobierno “femenino” de la occidental y democrática Suecia desfilar portando el símbolo de sumisión e inferioridad de la mujer en Teherán, ha sido el primero de ellos. El ejecutivo sueco rindiéndose al poderoso caballero Quevediano, Don Dinero, cubriéndose la cabeza con amplios velos me deja tocado, pero nada comparado con la actuación de otro de sus poderes públicos.

 

Herido de gravedad, la puntilla. Un juzgado de la misma nacionalidad, aprueba el matrimonio de una niña de 14 años con su primo, cuya edad no se desvela, atendiendo a contundentes razones, a saber, la niña parece madura y razones religiosas y culturales así lo aconsejan. ¡Acabáramos!, si viene basado en razones culturales y religiosas no hay más que hablar.

 

El mismo país que tiene aprobado el matrimonio entre personas del mismo sexo desde el día del trabajador de 2009, el mismo progresista territorio que deroga la Ley Sálica para igualar los derechos dinásticos entre géneros, se descuelga vergonzantemente, reniega de su cultura, tradiciones y creencias y rinde plaza sin lucha ni resistencia, desde dentro. Eso, en mi época no tan lejana tiene un nombre, o dos. Cobardía y miedo, que viene a ser lo mismo, dos demonios que se retroalimentan y parasitan; cuánto mayor es el miedo, mayor la cobardía y la cobardía engorda el miedo hasta la obesidad mórbida.

 

No pertenezco, es obvio, al colectivo afectado, injuriado, vilipendiado, pero no por ello me indigna menos, esta lucha no es de géneros sino de personas y quien silba o se pone de perfil por ser del colectivo favorecido, además de demostrar carencia de honor y principios, que vaya cavando reposo perpetuo. Es la defensa a ultranza de la libertad personal, individual e idéntica para todos los seres humanos por el mero hecho de serlo, igualándolos por la cima no por la base aunque. Igualdad, Legalidad, Fraternidad y un pecho al aire liderando la revuelta.

 

Todos, incluso quienes no la merecen, tenemos madre, Santa y venerable madre. Nos rodeamos de compañeras, parejas, hijas o sobrinas de parecida edad, amigas, vecinas, conciudadanas y compatriotas cuyo bienestar y respeto como personas es innegociable, intocable, prioritario a cualquier otra consideración o conveniencia. Menospreciarlas, otorgarles un status inferior no se encuentra en mi sistema operativo, no lo entiende el programa, es una orden contraria a su funcionamiento. Inocente de mí, creía que tampoco operaba en otros países europeos y menos en Suecia.

 

No sé por qué aún me sorprenden políticos renegando de sus convicciones, si las tienen, comulgando con ruedas de molino. Sean de dónde sean, provengan de donde provengan, comparten naturaleza vil. Muestra de ingenuidad pueril que prefiero no perder. Ahora bien, justificar el matrimonio de una niña de 14 años con un adulto, muy adulto, por motivos culturales y religiosos es demasiado, me gripa el motor. Las mismas “respetables” razones, las mismas creencias culturales y religiosas, llevaban a los jíbaros a cortar y reducir las cabezas de sus adversarios, a arrojar traidores a la Roca Tarpeya, a matar padres cuando envejecían, a enterrar vivas a concubinas en el Antiguo Egipto, a quemar en la hoguera presuntas y endemoniadas brujas, a ablaciones sexuales y todo un sinfín de crueldades ¿superadas por nuestra avanzada cultura? La yenka, un pasito para adelante y cinco siglos para atrás.

 

Nieva sobre Estocolmo. No son copos de agua congelada sino lágrimas de Valkiria cayendo desde salón central de Asgard, el Valhala, donde se reúnen los valientes guerreros caídos en combate que merecen gloria eterna. No lloran por miedo, sensación desconocida, sino por vergüenza de linaje y género, incapaces de entender a descendientes que predican una cosa y hacen la contraria. Que defienden de boquilla el bien y se esconden temblorosas tras su contrario.

 

Me vuelve a la mente aquella novela gráfica Marvel, de recomendada lectura, “El Estandarte del Cuervo”, con sorprendente base histórica. El Estandarte del Cuervo (Odín), da y quita. Da la victoria al ejército que lo protege y ondea, pero reclama como pago y tributo la muerte de quien lo porta. Es un honor disputado por los valientes, sin reparar en consecuencias, llevarlo a la batalla porque el sacrificio por convicción no es comparable a la vergüenza de la rendición.

 

“Todos los bravos sentimientos del mundo no valen lo que una brava proeza”.

 

*Imagen. Estocolmo (Veronika Galkina @CC·Condado de Estocolmo).

 

* Enrique Vila es abogado. Fundador del despacho Romiel y Vila Abogados

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