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ANTONIO MONTALVO Sábado, 18 de Abril de 2015

Una mirada al alicantino que fue el líder del PSOE en el exilio

Hace escasas fechas, leía en la prensa alicantina que la ciudad francesa de Toulouse iba a dedicar una calle al político y pedagogo alicantino Rodolfo Llopis. Resulta cuando menos curioso comprobar lo poco conocido que en entre la población, nacional y de nuestra tierra, resulta ser este insigne alicantino, que ocupó el puesto más alto en la jerarquía de uno de los dos partidos más importantes de España, el Partido Socialista Obrero Español, durante casi 30 años, cierto es que todos ellos en el exilio durante el franquismo.

 

Rodolfo Llopis.Rodolfo Llopis Ferrándiz nació en Callosa de Ensarriá en 1895. Su padre era sargento de la Guardia Civil y quiso que su hijo accediera a los estudios que él no tuvo. Estudió magisterio y se convirtió con el tiempo en un ilustre pedagogo. Pronto se interesó por la política, ingresando en el PSOE de Pablo Iglesias en 1917 y compaginando desde entonces ambas actividades. Tras el advenimiento de la Segunda República en 1931, el Ministro de Instrucción Pública Marcelino Domingo le nombró Director General de Primera Enseñanza, obteniendo como gran logro en sus dos años de gestión la extensión de la construcción y equipamiento de escuelas primarias en España.

 

También puso las bases para la formación de la mejor generación de maestros que había conocido nuestro país. “De ahora en adelante, quien elija la profesión de maestro, lo hará porque a ello le impulse la vocación”, llegó a decir Llopis. Su reputación en materia pedagógica fue tal que formó parte del equipo que redactó el artículo 48 de la Constitución de 1932, que versaba sobre la política pedagógica. Diputado a Cortes por Alicante de manera ininterrumpida de 1931 a 1939, durante la Guerra Civil fue Subsecretario de la Presidencia con Francisco Largo Caballero. Al término de la contienda, hubo de exiliarse, como tantos otros, recalando en Toulouse (Francia) junto a su esposa.

 

A partir de ese momento, se vio forzado a abandonar la pedagogía. Sin embargo, fue durante el exilio cuando adquirió gran notoriedad política, al ser elegido Secretario General del PSOE en el Congreso de 1944 y llegando a presidir el Gobierno republicano en el exilio durante seis meses en 1947. En 1956 asumió también la Presidencia de la UGT en el exilio. No puede decirse que la labor de Llopis al frente del PSOE en el exilio fuera fructífera y quizá por ello no haya tenido la relevancia y el reconocimiento en España que una figura de su talla hubiera debido tener.

 

En los primeros años, porque durante la posguerra los partidos republicanos y el gobierno en el exilio trataron por todos los medios que las instituciones y gobiernos aliados forzaran la caída del régimen de Franco, pero la desunión de los distintos partidos (nacionalistas, socialistas y comunistas), que hacían “la guerra por su cuenta”, junto, por qué no decirlo, a la habilidad de la diplomacia franquista, hicieron fracasar cualquier intento, hasta que, finalizada la Segunda Guerra Mundial, los gobiernos aliados fueron, uno detrás de otro, reconociendo al gobierno de Franco.

 

Posteriormente, Llopis defendió en todo momento la acción política desde una organización en el exterior, pero conforme fueron pasando los años esa política demostró ser totalmente ineficaz, máxime cuando se compara con el éxito que para la lucha antifranquista estaban teniendo el Partido Comunista y, sobre todo, las Comisiones Obreras, capaces incluso de infiltrarse e influir notablemente en el Sindicato Vertical franquista. Todo ello provocó el surgimiento de un sector crítico a Rodolfo Llopis, que exigió la renovación del partido y del sindicato. En 1971, en el Congreso de la UGT vencieron las tesis renovadoras y Llopis abandonó la presidencia, pasando a ser Nicolás Redondo su secretario general.

 

En el XXV Congreso del PSOE de 1972 celebrado en Toulouse, la obcecación de Rodolfo Llopis frente a los renovadores encabezados por el propio Nicolás Redondo, Pablo Castellano y Felipe González, que pedían su dimisión, provocó una ruptura traumática del partido hasta el punto de que Llopis fundó un nuevo partido, el denominado PSOE Histórico. Se materializaba la fractura entre los socialistas del exterior, encabezados por Llopis, y los jóvenes residentes en España, más cercanos a la realidad de los nuevos tiempos. Ambas facciones trataron de conseguir la legitimidad de la Internacional Socialista, hasta que en el famoso Congreso de Suresnes, en las afueras de París, en 1974, François Mitterrand, Willy Brandt y Bruno Pitterman escenificaron su apuesta por el sector renovador y finalmente Felipe González fue proclamado nuevo secretario general. A partir de ese momento, Rodolfo Llopis abandonó la primera línea política, dejando paso incluso en “su” PSOE Histórico, partido que siguió su camino hasta que en 1986 se integró en Izquierda Unida (anteriormente había cambiado su nombre por el de PASOC).

 

Llopis regresó del exilio en 1976, con 81 años, presentándose al Senado por Alicante en las primeras elecciones democráticas de 1977, como candidato de Acción Socialista Democrática, coalición de la que formaba parte el PSOE Histórico. Consciente al fin de que su tiempo en la política había terminado, regresó a Francia, muriendo en Albi en 1983, a los 88 años, mientras el partido que él había dirigido durante tantos años acababa de alcanzar su hito más glorioso: el gobierno de España, por primera vez en solitario, con 202 diputados en el Congreso. Quién sabe si el bueno de Rodolfo Llopis se alegró de la aplastante victoria de su sucesor en el PSOE o murió maldiciendo su suerte. Tantos años de lucha en el exilio para que la gloria se la llevara otro…  

 

*Antonio Montalvo es Ingeniero de Telecomunicaciones de formación. Consultor de Negocios Internacionales y experto en Internacionalización de Empresas.

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