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REDACCIÓN
REDACCIÓN Jueves, 05 de Junio de 2014

La abdicación del Rey, Rubalcaba y el Club Bilderberg

Me gustan las teorías de la conspiración. El día que vi en el cine 'JFK' sentí un gran alivio porque hasta ese momento yo creía que mis gustos eran raros y que a nadie más, excepto a mi y a los autores de los libros de OVNIS que compraba con la paga semanal, le atraían los temas inexplicables. Aquella tarde supe en la butaca del cine que no estaba solo y que otros como yo guardaban un secreto parecido al mío. Salí a la calle respirando un aire nuevo, dulce y fresco, y caminé hacia mi casa con la seguridad que me proporcionaba la certeza de que nunca más me avergonzaría de mi extraña pasión por lo desconocido.

 

En aquel tiempo yo ya estaba completamente convencido de que detrás del asesinato del presidente Kennedy no estaba solo Lee Harvey Oswald. Nunca me creí la teoría del lobo solitario y aún hoy sigo pensando, como millones de personas más en todo el mundo, que en el asesinato de JFK pudo estar involucrado el FBI, la mafia, el propio alto mando del ejército, los Illuminati o todos ellos juntos en una macro conspiración. Y, además, estaba también el asesinato de su hermano, el senador Robert Kennedy. Desde aquellos años juveniles estoy convencido de que no nos enteramos de nada.

 

En mi trabajo como periodista he intuido en ocasiones que las informaciones que publicaba eran solo una parte de la verdad, que en el fondo la verdadera noticia no era la que yo estaba publicando, sino otra, oculta. Me parecía, a veces, que yo era un instrumento del que alguien se servia para confundir a los lectores. No me ha pasado siempre, es solo una intuición, pero admito que en ocasiones he notado un instante de lucidez, una especie de zozobra interior que me avisaba de que en el fondo yo estaba siendo manipulado. He leído estos días que el Club Bilderberg está detrás de la reciente abdicación del Rey Juan Carlos. Los socios de esta selecta organización celebraron su reunión anual el pasado fin de semana en un hotel de Copenhague y el lunes el monarca anunció de forma sorpresiva que abdicaba. Sostienen entonces algunos escritores especializados en Bilderberg que, evidentemente, ambos hechos guardan relación, y que la renuncia del Rey se fraguó en alguna sala del hotel.

 

Las tonterías que se escriben a diario sobre el Club Bilderberg son de una notable magnitud. También se ha escrito estos días que los representantes españoles en Bilderberg apoyan a Eduardo Madina como nuevo líder de los socialistas. Es todo tan absurdo que a mi me parece que la difusión de estas disparatadas ideas forma parte de la gran conspiración mundial, de un gigantesco lavado de cerebro colectivo. ¿Cómo alguien en su sano juicio puede creer que una organización secreta se reúna en un hotel de lujo a la vista de todo el mundo?

 

El Club Bilderberg tiene toda la pinta de ser un señuelo para incautos, una zanahoria para conejos. Mientras todos hablamos del club, es probable que el verdadero círculo de conspiradores esté reunido en una mansión de los Hampstons o en una recóndita villa de la Provenza. Pero más allá de mi afición por lo raro y de mi romántico gusto por lo desconocido, creo que la verdadera conspiración ocurre delante de nuestras narices a diario. Y no nos queremos dar cuenta o no hacemos nada para evitarla. Cómo entender si no, que el secretario general de los socialistas, Alfredo Pérez Rubalcaba, haya apoyado de inmediato al Gobierno tras la abdicación del monarca. ¿Por qué refrenda la cúpula del PSOE a Rajoy en este asunto, pese a que hay voces en su partido que quieren que sean los ciudadanos los que decidan sobre el futuro del régimen monárquico? ¿Por qué hay voces que ahora susurran cuando antes gritaban? ¿No es ésta una conspiración de silencio?

 

Quizá no sea necesario buscar conspiradores en hoteles, ni tampoco imaginarlos en lugares recónditos. Estoy convencido de que los verdaderos conspiradores no llevan capucha ni hablan en latín, no manejan códigos secretos, ni se esconden detrás de túnicas y capuchas. Tampoco creo que se reúnan en salas débilmente iluminadas por velones dispuestos en forma de círculo. Tal vez, los verdaderos conspiradores salen en televisión todos los días, utilizan corbata y sonríen y son amables con los niños y las ancianas mientras apuntalan el orden establecido con nuestra romántica ingenuidad.

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