El Consell apaga Canal 9

El apagón se ha producido después de una larga noche en la sede de RTVV que debería pasar a la historia de la democracia. Policía por todas partes, trabajadores defendiendo sus puestos de trabajo y el derecho de los ciudadanos a tener una televisión pública plural, algo hasta ahora inexistente en la ya extinta RTVV. Una noche con una programación especial en la que se narraba en directo el cierre de la cadena.

La muerte de Canal 9 es el último tono negro que le faltaba al sombrío cuadro de la Comunidad Valenciana, en cuyas Corts, el órgano soberano de los valencianos, conviven con tranquilidad una decena de imputados. Una Comunidad sin la CAM, sin Bancaja, una comunidad de Ciudades de la Luz y de Fórmulas 1, que ahora se ha quedado sin voz propia en valenciano. Una Comunidad, cuyos ciudadanos se quedarán sin la útil información que proporcionaba la radio y la televisión pública valenciana ante episodios dramáticos, como las frecuentes gotas fría. Sin la información sobre fiestas locales, deportes minoritarios.

Sin las películas del Oeste que todas las tardes, invariablemente, veían muchos ancianos en las residencias. Sin noticias de su propia cultura. Y como icono de años de burda manipulación quedará la última entrevista realizada en la cadena, a la presidenta de la Asociación de Víctimas del Metro, Beatriz Garrote, que nunca tuvo voz en Canal 9, porque la silenciaron, porque no quisieron que los ciudadanos conocieran que el dolor de las víctimas tenía unos responsables. Todos ellos, de una u otra forma, han apagado RTVV.