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ENRIQUE VILA
ENRIQUE VILA Viernes, 25 de Enero de 2019

Sintaxis

Los que cursamos EGB, allá por el pleistoceno, algo recordamos acerca de esta rama de la lingüística. Así, a lo bruto, era –o es, lo desconozco– la rama encargada de analizar las relaciones de las palabras entre sí formando expresiones, creando el mensaje. Maromenor. Hoy nos evoca otro significado mucho más triste y desolador. El de una huelga, paro patronal, movilización sectorial o el eufemismo que se quiera, espejo de las vergüenzas de un Estado timorato, débil, cobarde y fragmentado.

 

Toda reivindicación tiene sus razones. Quiénes las conocen en profundidad son los afectados. Desde fuera se puede opinar, criticar o censurar, pero difícilmente tener una visión directa de la chispa que prende la hoguera. Para eso hay que padecer el día a día y los sinsabores de largas jornadas, apurados finales de mes y abultados pagos al Estado para mantener su macro maquinaria de gandules, cretinos, mentecatos y pazguatos. Lo fácil es sentar cátedra en tertulias de café, radio o caja tonta, tan sencillo y gratuito como osado. Me descubro –chapeau– ante tertulianos renacentistas, conocedores de todas las ramas del saber. Especialistas en aeronáutica cuando un avión no llega a destino; en estadística social ante la proximidad (¡Dios lo quiera!) de elecciones; chefs de alta gama, ingenieros nucleares o militares curtidos si la ocasión se presenta.

 

Ahora bien, una cosa es el fondo y otra la forma; el significado profundo y el mensaje transmitido, la sin-taxis. Tan importantes es lo uno como lo otro, tanto monta y monta tanto. Tener razón y perderla por el modo de exponerla o andar errado (incluso herrado) y triunfar por la forma de explicarlo, es un constante en nuestra sociedad de la comunicación, de la difusión inmediata de acontecimientos y noticias. Sé de lo que hablo.

 

Como dijo el Dr. Victor Frankenstein, vayamos por partes. El mensaje que los profesionales (o asalariados) del taxi transmiten y nos llega es retrógrado, involutivo y coactivo. Se ponga quien quiera cómo se ponga o quiera. Es algo así como si los empleados de correos, junto al gremio de papelerías, reclamaran del gobierno la limitación del correo electrónico; los escasos héroes kiosqueros supervivientes, la eliminación de las páginas web de periódicos y revistas; los restauradores la prohibición del servicio a domicilio o los empleados de entidades financieras la banca telemática. Absurdo. Tanto que no necesita explicación.

 

Acto seguido, no contentos con la inactividad o respuesta del ejecutivo montan la de no te menees frente a la sede de Apple o Microsoft, mientras se boicotea cualquier evento nacional de relevancia para captar la máxima cobertura mediática. Un par de contenedores ardiendo, varias carreteras cortadas y algún que otro atropello con lesionados (reales o ficticios, da igual), siempre ayuda a la causa. Por supuesto, es esencial que la protesta presente aspecto de drama nacional así como buscar la fecha idónea para presentar batalla. A ser posible un puente vacacional, o alguna circunstancia que trastoque los planes de usuarios que muestren su indignación frente a cámaras o redes sociales. Misión cumplida, ya hemos mostrado músculo y paralizado un país por nuestros santos bemoles, a partir de ahora la solución tiene que caer como fruta madura.

 

Así no amigos taxistas, así no se hace. Flaco favor hacéis a vuestra causa con este mensaje que ha calado en la sociedad y os presenta de forma tan negativa.

 

Pero hablemos del gobierno, mejor dicho, del desgobierno. ¡Reunión de pastores, ovejas muertas!, dice el refrán. Avezados maestros en ponerse de perfil y silbar.

 

Si hasta septiembre de 2018 la Ley (estatal) 16/87 de 30 de julio de Ordenación de los Transportes Terrestres atribuía la competencia en la materia al Estado, Caesar Pedro aprueba el Real Decreto 13/18 de 28 de septiembre que en su Disposición Adicional Primera transmite a las Comunidades Autónomas (benditas sean) la capacidad para modificar el art. 182.1 de su Reglamento que regula la materia. Impulsada por Poncio Abalos Pilatos, Prefecto de Judea y ministro del ramo, permite que éste se lave, con media sonrisa picarona, las manos ante el conflicto. A otra cosa y por lo bien que lo hemos hecho, pues eso, un cigarrito pal pecho.

 

Así ni tiene que intervenir, ni cosa parecida. Qué más da que lo ordenado en Galicia se parezca como un huevo a una castaña a lo de Andalucía, Cantabria o Murcia. Y lo que te rondaré morena en cuanto se permita a los municipios regular la cuestión por ordenanzas particulares, ahí sí que nos vamos a reír. Y porque no se puede diseminar el asunto por barrios y hasta por comunidades de propietarios, que si no os ibais a enterar de lo que vale un peine sin púas.

 

Probablemente en esto, como en otras muchas cosas, esté equivocado y el tiempo me lo demuestre, pero ni taxistas ni gobierno están haciendo las cosas bien. Los unos por exceso y los otros por defecto. A los primeros no soy nadie para pedirles rectificar, con su comportamiento labran su futuro; a los segundos tengo todo derecho a pedirles, exigirles, que se dejen de monsergas. Que entiendan que gobernar es algo más que viajar con cargo al erario público en business –o Falcon–, fijar los precios del bar del Congreso (cañas 0,96 cts., cafeses 0,88 cts. desayunos, 1,08 €.), o ponerse de acuerdo, sin discusión, a la hora de subirse el escaso sueldo.

 

La culpa será, seguramente, de la maldita sintaxis que hace parecer al mensaje transmitido, más que otra cosa, un abuso continuo hacia la ciudadanía, una incapacidad innata o buscada. Cuidado. Por menos de eso ocurrieron los motines de Arganda, Aranjuez o Esquilache. Agitar la gaseosa es lo que tiene.

 

* Enrique Vila es abogado. Fundador del despacho Romiel y Vila Abogados.

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