Día Martes, 30 de Diciembre de 2025
El futuro se decide hoy desde la responsabilidad compartida
2025 no será recordado por grandes discursos ni por otro informe lleno de cifras. Será recordado como el año en que la sostenibilidad dejó de ser teoría y se vivió en la piel. El año en que dejó de ser una moda para convertirse en una llamada ética. Una llamada a preguntarnos, con honestidad, cómo vivimos, cómo producimos y cómo cuidamos aquello que nos sostiene. Porque esa red que nos conecta no es abstracta: es la tierra, son las personas y es nuestro futuro común.
En 2025 entendimos algo incómodo: no hablábamos de sostenibilidad solo por convicción, sino por supervivencia. Como quien camina confiado y descubre, de pronto, que el suelo que pisaba empieza a crujir bajo sus pies. La sostenibilidad ha dejado de ser un término técnico para convertirse en una exigencia moral. Porque cuando una sociedad debate sobre sostenibilidad, en realidad está decidiendo qué tipo de sociedad quiere ser. Frente a crisis ambientales persistentes —como la presión sobre los límites planetarios que seguimos sobrepasando— la pregunta ya no es si debemos actuar, sino cómo hacerlo y con qué valores. No es una cuestión ideológica, sino de responsabilidad compartida.
Este año hemos aprendido que la resiliencia no es resistencia pasiva. No consiste en aguantar sin cambiar, sino en adaptarse con propósito. Resistir sin transformarse ya no es resiliencia: es negación. Hoy sabemos que no basta con recuperar lo perdido; es necesario repensar lo que tenemos para construir algo mejor y más justo. Resiliencia no es volver al punto de partida, es aprender a caminar distinto.
La comunidad local lo ha demostrado. Desde iniciativas de agricultura regenerativa hasta espacios urbanos capaces de absorber agua y reducir impactos, pasando por proyectos educativos donde la sostenibilidad deja de ser una asignatura aislada para convertirse en un estilo de vida real. Pequeños ejemplos que, juntos, evidencian que el cambio no siempre nace en grandes estrategias, sino en decisiones cotidianas.
Pero 2025 también nos dejó señales preocupantes. En Europa, algunos avances regulatorios destinados a reforzar la transparencia y la responsabilidad empresarial en sostenibilidad se vieron debilitados por la presión de intereses económicos. Cuando la ética se negocia, deja de ser ética. Las leyes pueden marcar mínimos, pero solo los valores marcan el rumbo. La sostenibilidad no se garantiza únicamente desde la norma: se ejerce —o no— en las prácticas del día a día.
La verdadera sostenibilidad no puede descansar solo en políticas públicas ni en etiquetas verdes. Debe nacer del compromiso ético de ciudadanos, empresas e instituciones. Ha de traducirse en decisiones que integren bienestar social, justicia ambiental y prosperidad económica, no como objetivos aislados, sino como un ecosistema de valores interconectados. Un marco que sigue encontrando referencia colectiva en las 17 metas de desarrollo sostenible.
Este año hemos comprobado, además, que resiliencia y sostenibilidad se refuerzan mutuamente. Las organizaciones que integran prácticas sostenibles no solo soportan mejor las crisis, sino que aprenden, innovan y crecen sin comprometer las oportunidades de las generaciones futuras. No se trata de idealismo, sino de visión a largo plazo.
Pero el aprendizaje más profundo de 2025, al menos para mí, es ético y humano. No basta con sobrevivir: debemos prosperar de forma que todos crezcamos. La sostenibilidad sin justicia es solo un eslogan. Y la resiliencia sin propósito no es más que fuerza bruta.
Por eso, la invitación que quiero dejar hoy es clara: hablemos de sostenibilidad con honestidad y ambición ética. Exijamos acciones coherentes, desde nuestras comunidades hasta los espacios de decisión global. No se trata de imponer sacrificios, sino de compartir responsabilidades y construir juntos modelos de vida que honren la dignidad humana y la salud de nuestro planeta, nuestra casa común.
Porque no habrá transición ecológica sin transición ética.
Y porque el futuro no se escribe mañana: se decide hoy, en cada gesto, cada política y cada decisión que tomemos a partir de ahora.
*Inma Lara Vázquez es periodista y consultora de comunicación especializada en sostenibilidad, acompaña a empresas e instituciones en procesos de transformación responsable.




















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