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ENRIQUE VILA Sábado, 12 de Junio de 2021

ANA Y OLIVIA

Los equipos de fútbol El Valle e Intercity guardan un minuto de silencio antes del partido

. Los jugadores del equipo de futbol cadete infantil de Colegio el Valle e Intercity han querido sumarse a las muestras de dolor y pena de una madre y el rechazo de toda la sociedad. Sobran las palabras.

 

Así es, sobran las palabras y se impone el silencio. Un minuto, sólo uno. Insuficiente, escaso, para demostrar toda la repulsa hacia cualquier género de violencia machista pero mucho más contra la barbarie, la crueldad y sinrazón de los crímenes que nos atenazan la garganta. El mismo que dedican a demostrar su cariño y adhesión hacia Beatriz, una madre rota por el dolor de perder su vida, toda, por el salvajismo (egoísmo) de un ser de imposible calificación.

 

Hoy, penúltimo partido de liga, fin de exámenes y portal de unas bien ganadas vacaciones tras el largo y complicado año y pico padecido, los jugadores del equipo de futbol cadete infantil de Colegio el Valle e Intercity han querido sumarse a las muestras de dolor y pena de una madre y el rechazo de toda la sociedad. Afortunadamente ni son los únicos, ni es anecdótico o residual.

 

No pueden cambiar el pasado pero sí el futuro. Niños-adolescentes de catorce y quince años, futuros adultos a la vuelta de la esquina se solidarizan y muestran su pena. Grandes ellos y los que alientan estos gestos. No es nada, claro que no, si nos quedamos en los sesenta segundos en pie silenciosos y compungidos. Si se rasca, ahonda y miramos bajo la alfombra es mucho, pero que mucho más.

 

Significa que ellos, hombres mañana, toman conciencia y reniegan de cualquier violencia hacia la mujer por el hecho de ser hombre y por el hecho de ser mujer. Que la combinación de cromosomas es un mero hecho biológico intranscendente y aleatorio. Que tener uno u otro sexo, su combinación o lo que se quiera, no da patente de corso ni título de propiedad o usufructo sobre pareja o ex pareja y que, la vida, ese derecho fundamental del que ellos disfrutan y a otras le han arrebatado, no pertenece a nadie sino a uno mismo.

 

Significa que entienden y comprenden el intocable derecho de sus madres, hermanas, venideras (o actuales) parejas, primas y amigas a vivir en paz, tanto como el propio. Y por encima de todo, que ellos no integrarán el elenco de cobardes y miserables contrarios a esta deseada normalidad, como que ellas siempre podrán contar con su amparo y ayuda si lo necesitan. Lo que hoy es silencio mañana será grito. Ojala no sea necesario.

 

Que ser padres es algo muy distinto a disponer a capricho de los hijos y sujetarlos a los propios complejos y miedos. Es amparar, proteger y cuidar de ellos hasta que puedan valerse por sí mismos, aún mucho después, y enfrentarse a la vida con sus propias manos y medios. Que quien así no lo ve los encontrará de frente, codo con codo en apretada línea con sus compañeras, dispuestos a erradicar y eliminar de plano una lacra histórica de la que no serán autores y mucho menos cómplices. Ni activos ni pasivos, el tiempo del silencio, un minuto, ha pasado.

 

Que ser hombre, si es que significa algo, no es usar la fuerza y testosterona que viene de serie sino encauzarla debidamente, por ejemplo sobre un césped.

Ana y Olivia – cómo no, también su madre – y tantas otras que se pierden en el recuerdo de las tristes noticas de los informativos, han estado presentes en un eterno y evitable minuto. Descansen en Paz.

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