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ENRIQUE VILA
ENRIQUE VILA Sábado, 13 de Marzo de 2021

Señores voy a serles franco, estoy hasta los cojones de todos nosotros

 

La frase se ha hecho famosa hace unos días pero, ni mucho menos, es novedosa. La ha pronunciado el diputado andaluz de ciudadanos Fran Carrillo, el pasado miércoles en el parlamento regional. Aburrido, hastiado, del bochornoso espectáculo con que nos están obsequiando nuestros “dignos” representantes democráticos repartiéndose cromos (léase sillones, cargos y sueldos) en diversas partes de nuestra geografía patria. El copyrigth, en caso de tenerlo, pertenece a D. Estanislao Figueras, efímero Presidente del ejecutivo de la Primera República tras la abdicación de Amadeo de Saboya.

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Los males que acuciaban a este bendito país, aunque parezca extraño, no distaban mucho de los de hoy en día. Serios problemas para aprobar una constitución que finalmente en 1.873 entró en vigor; una crisis económica sangrante y galopante; divisiones y falta de altura (moral e intelectual) de los padres de la patria y la eterna, cansina, cuestión catalana con la proclamación del Estat Catala. Vamos nihil novum sub sole, o lo que es lo mismo, que somos tontos no para un rato sino para siempre. La estupidez la llevamos inserta en el ADN, puede que tenga que ver con el clima y la dieta.

 

Eso sí, ahora le sumamos una pandemia porque nos parecían pocos problemas que torear, que a meternos en líos innecesarios, ponernos la zancadilla y cojones no nos gana nadie, ni en la Tierra ni en parte alguna del Universo. Como la prensa fue la primera víctima del proceso, antes se dudaba del modo de contar noticias y hoy hasta de los datos concretos, desconozco el número real de fallecidos por (o con) la misma, de ingresados, parados, ertes-eres, empresas cerradas y demás desgracias directa o indirectamente ligadas al virus del mercadillo chino.

 

Ahora bien, no hace falta ser muy listo, hasta algunos políticos podrían (prestando una mínima atención) entenderlo, para saber que cuando venzamos la crisis sanitaria que se está llevando la mejor generación que ha parido este país y está robando el presente a nuestros jóvenes, la económica y social, ahora solapada, será un tremendo tsunami de consecuencias aún imprevisibles frente al que, en lugar de construir sólidos diques, nos dedicamos a excavar profundos fosos.

 

Al frente de este panorama, en la vanguardia de defensa, se sitúan aquellos que se han postulado y elegido para dirigirnos cuyo comportamiento es difícilmente calificable. El espectáculo que dan es dantesco y bochornoso, lamentable, miserable, rastrero y ruin, y aún así faltan calificativos. Las colas del hambre, cuyas imágenes nos “ahorran” los medios, son interminables y la miseria se extiende imparable más contagiosa que la propia enfermedad.

 

Las cifras de las funerarias desmienten las oficiales y todo el mundo conoce de primera mano, fallecidos, despedidos, situaciones angustiosas y dificultades económicas que nunca alcanzarán a quienes protagonizan el sainete político al que asistimos impotentes el común de los ciudadanos. Nunca mejor dicho.

 

En unos pocos días y de manera coordinada se ha producido un asalto al poder a base de mociones de censura que, sin dudar de su legalidad, evidencian un taimado y preconcebido guión alejado de las necesidades de los afectados por los verdaderos y reales problemas. Recuerda a aquella acción frente a los Templarios que urdieron Felipe IV (el hermoso) y el Papa Clemente V, en 1.307, dando órdenes para que el día 13 de octubre, simultáneamente y en diversos lugares, se arrestara a toda la Orden haciéndola desaparecer. Un solo golpe, una sola acción coordinada en la que nada se dejaba al azar. Planeada con mucha anterioridad en los sótanos del poder, donde se quitan las caretas de amabilidad y honradez los actores de la obra. Entre iguales no necesitan disfraces, se conocen de sobra, cojean del mismo pie.

 

Todo este esfuerzo, todo este tiempo, bien podrían emplearlo en aquello para lo que fueron elegidos, solucionar problemas no crearlos, resolver crisis, no aumentarlas, mirar por el bienestar y progreso de los ciudadanos no por el propio. En este todo vale con tal de alcanzar la poltrona, permanecer en ella y perpetuarse a base de influencias y puertas giratorias, demuestran su mezquindad y profunda bajeza.

 

Hace tiempo que son el problema, no la solución, como lo demuestra que alguno incluso llegue a citar a D. Estanislao, “voy a serles franco señores, estoy hasta los cojones de todos nosotros”. Por experiencia sabemos que cuando alguien se da cuenta de que está haciendo el ridículo, lleva en ello mucho tiempo antes de que se percate y sea consciente de ello. Cuando alguien se hace el gracioso sin serlo, hasta que lo reconoce, ha pasado un largo tiempo en que creyéndose la monda resultaba patético. Cuando uno se cree un sex symbol y regala retruécanos a diestro y siniestro creyéndose el triunfador que no es y se da cuenta de lo contrario, el papelón que lleva representando debería provocar un  retiro ermitaño vitalicio.

 

Pues eso, que si ellos mismos se dan cuenta de lo farsante, interesado, mezquino, lamentable e inaceptable que es su comportamiento, no sólo deberían modificarlo urgentemente, sino que, además, de tener un soplo de vergüenza – de la que carecen – el retiro voluntario o forzoso debiera ser consecuencia necesaria.

 

Tengo demasiados años para creer en milagros.

 

*Enrique Vila es abogado. Fundador del despacho Romiel y Vila Abogados.

 

 

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