Exhumando al mediocre en busca del líder

Si ustedes y yo mismo tuviéramos memoria de pez, que no es el caso pero si  así  fuera, digo. Si lo más lejos que pudiéramos recordar fuera desde hoy hasta el año 1977, paréntesis histórico glorioso, veríamos que la rivalidad entre zurdos y diestros ha ido in crescendo generando una curva que va desde la tolerancia manifiesta y el pacto gracias al sacrificio de temas estructurales de ambos bando en aras de una negociación con futuro tras la muerte de Franco hasta la rivalidad manifiesta y violenta por minucias insustanciales de cada bando que hoy  en día impiden cualquier acuerdo posible tras la exhumación del general. 

La derecha en este tramo histórico llegó a gobernar en dos ocasiones por méritos propios y en otras dos por los deméritos del socialismo. La izquierda gobierna hoy y lo hace sin complejos, con fuerza. La derecha se legitima por su aparente buena gestión previa exculpando la corrupción que le acompañó.

La zurda hoy vive desmemoriada  y exhibe  una audacia extrema que roza la temeridad y  anima a la rotura del sistema utilizando cualquier medio y si no los obtiene,  los crea, adapta y legaliza porque su horizonte y objetivos son tan justos y  necesarios para nuestro bien común que merecen el sacrificio voluntario de los acólitos y el violento suplicio de los disidentes. Si a esta situación le suman la derecha desfondada, desmembrada. 

La diestra llena de complejos artificiosos  y abandonada por dirigentes  como Rajoy mientras ebrio lloraba al peor estilo de Boabdil, comprenderán que el avance de la izquierda es imparable.  Además  hay que sumar las acciones de nuestro Rey emérito que en nada han colaborado con la estabilidad de la casa Real, valuarte de nuestra estabilidad y freno de futuribles que están por venir.

Esta es la España donde vivimos, una nación sin prestigio, sin eco internacional, sin modelo económico definido, con  presupuestos  avalados por la asociación de chamanes y brujos de  la España plural y sostenible, con la monarquía y la Constitución pendiente de su última misión imposible, con la ingente cantidad de personas condenadas a una pobreza no merecida y al tratamiento pusilánime, esquivo y ambiguo que Sánchez otorga al concepto de españa mientras llena su boca de un patriotismo exotérico incomprensible.

Este es  nuestro tiempo. Esta es la era donde nadie llega, nadie con la tilde de nuevo, alguien que pueda cambiar nuestro presente y lo haga haciéndose notar porque si no, será tarde para el resto de nosotros. Ese alguien no tiene que buscar excusas para justificar sus fracasos, tiene que resaltar los errores del contrincante no en sí mismos sino al definir las propuestas ilusionantes que ofrezca  sin apropiarse de fórmulas del adversario, sin pudor en la contienda.

Nuestra peor pesadilla sería que nadie tuviera el valor de iniciar en serio la etapa que precisamos para restaurar nuestro nombre y prestigio y para dar de comer, criar y formar con honradez a nuestros hijos. Necesitamos imperiosamente la nueva era que nos de la confianza en la libertad y en nuestras cansadas fuerzas para rechazar a tanto mediocre que nos rodea y cambiarlos por honrados ciudadanos. 

Como ven no nos quitamos a Franco de encima; ni vivo ni muerto, ni sepulto o exhumado, jamás lo conseguiremos porque nos perseguirá siempre. En unos casos como maléfico absoluto y en otros como salvador eterno.  Es el determinante inagotable de las dos Españas que hoy campan enfrentadas sin soluciones posibles y es la evidencia manifiesta de la total falta de líderes políticos y a la vez de la necesidad absoluta de encontrarlos si pretendemos un mañana mejor que aún está por llegar. 

* Rafael Simón Gallardo es médico y cuenta cuentos inveterado...