Los socios de Sánchez

Me preocupa, y mucho, como se banalizan algunos partidos políticos como si fueran demócratas, moderados o una perita en dulce que dota al panorama nacional de un punto de vista tranquilo y sosegado. Hablo de los socios de Sánchez, esas formaciones que le hicieron Presidente y que le pueden volver a dar las llaves de la Moncloa. Es curioso escuchar, -y esta columna va destinada en parte a estos que así piensan-, a aquellos que van a votar al PSOE por miedo a que Vox penetre en las instituciones. Ignoran que las siglas a las que van a apoyar son el principal cómplice de los que han intentado desquebrajar nuestra democracia, o han cooperado para que se consumaran miles de asesinatos a sangre fría.

Abascal no es el único que ha empuñado un arma. Antes que él, y de manera más sanguinaria y letal, otros agarraron con la mano una para asesinar a inocentes que lucharon por la libertad. EH Bildu, esta formación, cuyo líder ahora va con aires de moderación y de libertador, fue el cabecilla y el instigador de que los terroristas de ETA mataran a verdaderos demócratas. Secuestros, atentados, -como el del Hipercor de Barcelona-, que sesgaron la vida de concejales del Partido Socialista, este mismo que ahora se telefonea o brinda con el verdugo de sus compañeros sin pestañear y con una sonrisa de oreja a oreja como si esos gestos fueran lícitos. Carantoñas, y sumisión, ante los que insultan o tachan de nazis a la Policía Nacional y a la Guardia Civil, que carece de coherencia. No tiene sentido, que mientras se habla de democracia, y el señor Pedro Sánchez aparenta un semblante de moderación y de hombre de Estado, se pacte con los radicales y los que defienden a asesinos que humillan a las víctimas de ETA acudiendo a homenajes a forajidos de esa banda terrorista. ¿Y es peor Vox que esto? No. Es evidente que la formación de Abascal tampoco es paradigma de talante, pero hasta el momento, ninguno de sus dirigentes ha encerrado en un zulo a un inocente. Mártir, que, si es, por cierto, Ortega Lara.  

Filo -Terroristas, con los que compadrea Sánchez, que no solo están en las filas de Bildu, sino también en ERC. Este partido, que pese a representar el punto de vista más moderado del independentismo, -imagínense lo fanático que es Torra-, pertenecen a él antiguos miembros de Terra Lliure, este cuerpo armado que sembró el odio en Cataluña en los 80 y que, con su disolución en 1991, como así lo manifestó en declaración judicial su Secretario de Organización en 2006 Xavier Vendrell, muchos militantes del grupo terrorista desembarcaron en Esquerra Republicana. Presumirá Rufián de pertenecer a un partido limpio de corrupción, pero sus siglas, están pringadas de sangre inocente. Víctimas, que fueron acosadas, secuestradas y asesinadas por la banda liderada por Fredi Bentanachs, este terrorista, que ahora arenga a los CDR y que Joan Tardá, ex diputado de ERC en el Congreso, no duda en apoyar cuando acosa a Guardias Civiles como hizo en 2017. Estos son los pacíficos, con los que se abraza Sánchez, los que acusan a los demás de sembrar el odio a la par que ellos insultan a los cuerpos de seguridad del Estado y homenajean a terroristas. El mundo al revés. 

Existencia, -quien sabe si cocinada por Tezanos-, en la que Pedro Sánchez tiene carta blanca para formar gobierno con quien quiera y cuando quiera. Es indiferente que se reúna con un supremacista como Quim Torra que escribe que los españoles somos bestias taradas o que va paseándose con un lazo amarillo que dice que España es una dictadura mientras su gobierno silencia a quienes no comparten sus tesis o los dirigentes del PDCat publicitan su ideología supremacista en todas las televisiones de nuestro país. Lo dicho. Surrealismo puro y duro. Encienden la alarma anti-fascista, riendo con gobernantes autoritarios como Puigdemont y Torra, este que animó a los CDR a calentar la calle o cuyos esbirros acusaron a S’HA ACABAT! -asociación de estudiantes catalanes constitucionalistas que fue creada como consecuencia de la deriva buenista de Sociedad Civil Catalana-, y Cayetana Álvarez de Toledo, de ir a provocar a la Universidad Autónoma de Barcelona mientras eran acosados por células de CDR y otros radicales. En este nuevo orbe sanchista, los villanos son los que son maltratados y los héroes son los acosadores. Un mundo ideal. 

Realidad, a la que también contribuye, como no, -ya lo hizo cuando ETA ponía bombas y Arzalluz usaba los muertos como coacción al gobierno central-, el PNV. Esta formación que detrás de su piel de cordero se esconde un lobo feroz. Bestia que presumía de ética moral cuando tuvo que echar a Mariano Rajoy aliándose con el PSOE pero que se limpió las manos cuando los terroristas mataban sin piedad. Hace unas semanas, el diputado en el Congreso, Aitor Esteban, acusaba a Ciudadanos de acudir a Rentería para provocar cuando fueron amedrentados por radicales. En este panorama paralelo a lo establecido, la culpa es de los que sangran.

Golpeados, que al igual que los otros, también son criticados por Podemos. El partido de los débiles se pone del lado de los poderosos solo cuando le interesa. Como cuando agreden a constitucionalistas. Ahí, ellos son los primeros en brindar su apoyo a los que tienen las de ganar. Echenique acusó mediante un tweet incendiario a Rivera de querer incendiar el País Vasco. Muy coherente. El dirigente de Podemos, otro partido que forma parte del grupo de WhatsApp de amigos de Sánchez, que apoya a regímenes dictatoriales y que es financiado por ellos, aspirando a convertir a nuestro país en el hábitat natural de los dirigentes chavistas que están matando a los venezolanos.

No sé qué es peor, si Vox, o una malgama de partidos conformados por supremacistas, filo terroristas o comunistas que aspiran a destruir nuestro sistema y transformarlo en una nueva Venezuela.