Día Miércoles, 01 de Octubre de 2025
La Ola soberanista

Tengo la sensación de que el secesionismo catalán, ese tan enfrascado en sus propias ideas que no es capaz de mirar más allá del horizonte de sus planteamientos, se dora la píldora así mismo sin ilustrarse o conocer cualquier otro tipo de obras distintas a las nacionalistas. Creyéndose intelectuales y cultos, se reflejan en Escocia sin haber visto Braveheart, donde con el simple hecho de ver la cinta uno se percata de que dicha nación era un Estado independiente conquistado por Inglaterra en una cruenta guerra, al igual que tachan a los que les llevan la contraria sin reproducir La ola.
Este largometraje alemán, inspirado en un estudio real realizado por un profesor de instituto de Estados Unidos, relata como un maestro radicaliza a sus alumnos hasta llevarles por la senda del fascismo. Sus talantes tranquilos y educados, pronto se convierten en unas figuras radicales e intolerantes que atacaban y señalaban a todo aquel que se atreviera a pensar distinto, a hacerles frente, a desafiar a La Ola y a su líder. Un movimiento con sus propias señas de identidad, una camisa blanca y una ola roja, que hacían resaltar a los que no compartieran sus ideales. Los que llevaran una camisa blanca eran aliados, hermanos, los que se negaran a ataviarse con esa prenda, eran perseguidos y acosados. ¿Les suena?
A mi también. De hecho, cuando estaba viendo la película, me sentía como si estuviera consumiendo un documental sobre la situación en Cataluña. En la República utópica independiente de Cataluña, no llevan camisas blancas, pero si lazos amarillos. Todo el que no lleve esa insignia en la solapa de la americana o incrustada en el vestido a modo de broche, es enemigo de la independencia. Todos los soberanistas llevan esos lazos. Recuerdo cuando hablaba con una amiga residente en Barcelona y esta me describía a los pasajeros de un autobús. No había hombre o mujer que no llevara algún ropaje o complemento amarillo. Del mismo modo que en el éxodo, Dios encomendó a los judíos marcar las puertas de sus casas con sangre de cordero para librarse de las plagas, los soberanistas parecen haber hecho lo propio para que los que lleven alguna señal amarilla no sean perseguidos.
Son conocidas las listas que ha hecho el independentismo catalán de todos sus disidentes. Periodistas, juristas, políticos, artistas… Han corrido muchos ríos de tinta para señalar a todos aquellos que desafían los intentos emancipadores de Puigdemont y su cuadrilla. Largas nóminas de ilustres de la sociedad catalana que son incluidos en el club de los fachas. Fascistas de mentira que tienen que aguantar a verdaderos déspotas como Torra y los CDR. Sin hacer autocrítica no se detienen a analizar su conducta y comportamiento. Prefieren escurrir el bulto y acusar de lo que son ellos a los demás. Todos los que no son independentistas son fascistas. Hasta Manuel Valls, socialista, candidato a la alcaldía de Barcelona y exprimer ministro francés, que no hace más que pedir en sus múltiples intervenciones una Cataluña consensuada y distendida, también es un facha para los catalanistas. Joan Manuel Serrat, igual que Valls, es socialista y facha según los rupturistas. Todos son unos déspotas mientras ellos son el paradigma de la democracia y del liberalismo. Por eso, el Grupo de la Alianza de los Liberales y Democratas por Europa (ALDE), expulsó el pasado octubre al PDeCAT de su agrupación, a la que pertenece Ciudadanos. Ni con esas despiertan de su existencia. Mundo, en donde ellos son los que luchan por la libertad y el resto sirve al Estado opresor español.
Es hora de que se quiten las gafas de realidad virtual. Hagan autocrítica. No son ni liberales ni demócratas. Los únicos que han estado señalando, acosando, violentando y marginando a los que pensaban distinto han sido ellos. Mientras iban de pacíficos estimulaban y alentaban a los CDR, unos terroristas armados con cócteles Molotov que no dudarían en terminar con la vida de algún discrepante si este fuera un daño colateral.
Decía el protagonista de la película La Ola, el profesor Rainer Wenger al final de la cinta, “Todos nos considerábamos mejores, hemos excluido a los que pensaban distinto. Eso es fascismo”. Frase de la que deberían de tomar nota personas como Quim Torra, ese, siento que lo repita tanto, que en sus columnas ponía que los españoles éramos unos tarados genéticamente. Somos peores que ellos, los catalanes son una raza superior más evolucionada y capaz. Se han comportado como fascistas, no como demócratas ni liberales. Han demostrado estar más cerca de Franco, quizá por eso lo invocan tanto, que de Nelson Mandela.
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