Mossos de la independència

21 de diciembre de 2017, dos Mossos d´Esquadra que custodian la entrada al colegio electoral me miran con desprecio y por encima del hombro al apreciar que mi brazo sujeta una carpeta de Ciudadanos. Ante sus actitudes altivas, esbozo una sonrisa, y un, buenos días mientras estos se miran con expresión chulesca dejando escapar una sonrisa de superioridad. 

Me llama la atención como algunos se siguen sorprendiendo al ver el comportamiento del cuerpo autonómico de Cataluña. Ilusos, se acaban de percatar de que los Mossos no son policías, sino esbirros del separatismo. Agentes, que, en lugar de proteger a todos los ciudadanos sin distinción, purgan y persiguen a los que no comparten sus ideales. Principios entre los que no impera la justicia y el amparo de los derechos de sus paisanos, sino el de la independencia. Policía política al servicio de Puigdemont y sus secuaces. Todos son engranajes de la maquina soberanista. Eslabones entregados en plenitud a la causa rupturista. Hombres y mujeres que un día rompieron el pacto que habían hecho con sus ciudadanos para conseguir la independencia. Como si de Star Wars se tratará cuando el emperador Palpetine decretó la orden 66 y el ejército clon se reveló contra la República, los mossos hicieron lo propio, cuando su President Puigdemont, controlado por la CUP, celebró el referéndum del 1 de octubre.

Esa fatídica fecha, ese día en el que se fracturó Cataluña y España entera. Aquella jornada, en la que la policía nacional, desolada por sus colegas de la guardia autonómica, tuvo que reaccionar desesperadamente y mal ante la alianza de los Mossos con su pueblo independentista. El plan tramado por el Gobierno para que no se celebrará la consulta se vio truncado porque el Mayor Trapero escogió el bando de los delincuentes. Unos Mossos que traicionaron sus principios, se alinearon con los soberanistas y escondieron las urnas en sus domicilios mientras el por entonces Ministro de Interior, Juan Ignacio Zoido depositaba su confianza en los servidores del independentismo. Defensa soberanista, liderada por unos Mossos que llevan ya tiempo riéndose de España y de los españoles. 

Policía política, que señala a los que quitan lazos amarillos mientras premia a los que adornan las calles con ese atrezo tan insultante. Mossos, que en ningún momento han sufrido represalias por traicionar su lealtad al Estado, sino al contrario. Ni cuando el 155 rondaba por Cataluña, el gobierno de Rajoy tomó cartas en el asunto para depurar el cuerpo de seguridad autonómico. En lugar de eso, toma traca, nombro como sustituto de Trapero a Ferrán López, mano derecha del Mayor que desafío al Estado. ¿Se imaginan que Konrad Adenauer hubiera puesto a disposición de un alto cargo de las SS. la seguridad de los alemanes? El ejecutivo tendría que haber expulsado a todos aquellos que no cumplieron con la obligación de su cargo, no quedarse de brazos cruzados mientras el soberanismo se rearmaba esperando a que el manto del 155 desapareciera. Ahora, el secesionismo, más restructurado que nunca, espera su turno en la partida martillear el ya frágil Estado de Derecho mientras Pedro Sánchez abanica al nacionalismo y Mariano Rajoy, con su paso firme pero manso, no hacía más que dar tiempo a Puigdemont para fabricar argumentario que justificara la independencia. Bendito 1 de octubre, dirán los sobernanistas, aquel día en el que gracias a la traición de los Mossos conseguimos hacer ver al mundo que España era un Estado opresor que aporreaba a sus ciudadanos.