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ENRIQUE VILA
ENRIQUE VILA Viernes, 03 de Agosto de 2018

¡Esto es increible!

¡Esto es increible!

 

Supongo, mucho aventurar es, que los más vividos recordarán aquel programa de televisión importado de los EE.UU., de claro relleno estival. Todas las siestas, una presentadora muy, muy, muy rubia, de facciones muy, muy marcadas y perfecta sonrisa “profident”, comentaba junto a su compañero; un hombretón de más de metro ochenta, perfectamente peinado, elegantemente trajeado, mandíbula en ángulo recto y copiada sonrisa, “colgate” esta vez, comentaban las más increíbles y absurdas “hazañas”, generalmente de sus paisanos. Mientras, esos mismos compatriotas que asistían como entregado público, gritaba sonriente y feliz a coro (alentado por el becario de turno): “¡Esto es increible!”.

 

Gracias sus denodados esfuerzos tuvimos la fortuna de conocer al campesino del Medio Oeste que había criado la calabaza en la que cabía Blancanieves, los Siete Enanos, una cocina recién reformada (con placa de inducción), jardín y barbacoa, en la que pretendía, Blanca, celebrar el banquete nupcial y después mudarse a vivir; el gallo Sam que a la salida del Sol entonaba “As time goes by” a requerimiento de su harem cacareante (play it Sam, cococoroco); el guardabosques alcanzado por un rayo siete veces, vivito y coleando que orgullosamente perjudicado y ufano de su suerte, aún tenía ganas de contarlo; o el poco apegado a la vida motorista que saltaba sobre los rotores de tres helicópteros. Eso sí, a estas proezas seguía la prudente advertencia: no intente esto en casa. Menos mal, no tengo gallinas. Y el público sorprendido gritaba “That's Incredible”, que viene a significar: si no fuera por el bocadillo y la remota posibilidad de que saquen mi cara en la tele para fardar en la pelu, iba a venir tu padre (o tu madre o ambos.-inclusivo- ) a ver esta ful.

 

La sensación de déjà vu es inquietante. De un tiempo a esta parte asistimos a los más alucinantes sucesos como el público del programa, eso sí, hemos sustituido la caja tonta por la más tonta, si cabe, pantalla del ordenador y móvil con la misma desidia existencial paralizante que nos impide ir más allá del grito unánime, “¡Esto es increible!”.

 

Ojo al dato, D. Pedro, flamante Presidente/a del gobierno, adalid de la moderación, azote de ricos y férreo defensor de derechos de desfavorecidos y proletariado, manda sacar brillo al avión presidencial (el FUA, Force Uno Air) en el túnel de lavado para asistir a un juvenil concierto y manda abrir el, aún más inútil, aeropuerto. A la ida y a la vuelta. “¡Esto es increible!” gritan las redes sociales esperando el bocadillo.

 

En el nuevo frente del Jarama, Dña. Carmen Calvo/a, tras su aclamada intervención en pos de la reforma del lenguaje inclusivo/a de la/el Constitución, arremete lanza en ristre y escudo alto, contra molinos de viento que confunde con Gigantes, enredando a D. Alonso de Quijano en un menage a trois con Dulcinea del Toboso y Dña. Aldonza Lorenzo, a la sazón la misma persona. “¡Esto es increible!” gritan más fuerte los internautas a ver si, de una vez, llega ese bocata.

 

A escasa distancia, pero con igual desacierto, Carmen de Madrid, Carmena para los amigos y no tanto, celebra la sin par hazaña de seiscientos subsaharianos que únicamente armados con heces infectadas, cal viva, palos, piedras y esprays lanzallamas, enfrentan a un reducido número de defensores de la legalidad pasándoles por encima sin que dieran un paso atrás. El deber y el honor es su divisa. Y no queda ahí la cosa, sino que les llama a residir en su casa, perdón, en su feudo. “¡Esto es increible!”. El bocadillo sigue haciéndose esperar y el público se desespera.

 

Por el Este, recuperado el Reino de Valencia por la alianza de hordas populistas (¡corred insensatos!, se oyó gritar a un anciano de sombrero en punta y bastón blanco), se hace imprescindible a petición generalizada, casi unánime, impartir religión islámica ante el silencio cómplice de defensoras de una igualdad de género que, mucho, lo que se dice mucho, no contempla tan pacífica doctrina. Mientras, otras necesidades menos acuciantes, como la urgencia de asistencia de los médicos de guardia, es limitada por escasez del presupuesto. Tendrán que ir en bicicleta o en taxi, léase Cabyfi. Y ya es un estruendo el grito “¡Esto es increible!”, ¿dónde demonios (por no decir cojones) está el prometido bocadillo?

 

Big Mclaska, con patatas de luxe, Coca ligth y por un euro más toalla de playa, retira los fondos a la UCO para seguir investigando sospechosos casos de corrupción y, acto seguido, destituye al jefe de la unidad, de impecable curriculum, por pérdida de..., digamos confianza. “¡Esto es increible!” y ya sabemos que el prometido bocadillo nunca llegará.

 

Casoplones, coches oficiales, asesores, puertas giratorias y prebendas territoriales descompensadas levantan el mismo soniquete e idéntica inactividad.

 

Finalmente se aclara todo. La promesa del bocata procede de una herencia recibida de egoístas oligarcas, enemigos del pueblo llano, que dilapidaron los recursos públicos en su propio beneficio impidiendo que pan y chóped alcancen a todos los necesitados, pero estamos haciendo un tremendo esfuerzo personal desde las instituciones para revertir la situación. Y el público responde “Ahora lo entiendo todo”. Ordenadamente, con el estómago vacío y sonrisa saciante se retira del plató.

 

¡Esto es increible!

 

* Enrique Vila es abogado. Fundador del despacho Romiel y Vila Abogados

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