Lo cortés y lo valiente

Estimados Sres. Iglesias-Montero, Montero-Iglesias:

No nos conocemos y probablemente no lo hagamos nunca. No nos hemos comido jamás una paella juntos y no creo que lo hagamos, aunque nunca se sabe, la vida es como una caja de bombones (Forres Dixit). Tanto a Uds. como a mi probablemente nos sentaría mal, no creo que fuéramos buena compañía mutua y a la hora de comer hay que disfrutar.

Adoro mi país, sus costumbres, sus usos y tradiciones, su lengua y su carácter variopinto y unitario, su gloriosa historia que Uds. sistemáticamente olvidan e incluso pretenden borrar. Me espantan sus propuestas y forma de conducirse y creo, firmemente, que no nos pueden llevar a nada bueno sino todo lo contrario, al caos y al más absoluto desastre e incluso a la desaparición del mapa de una de las naciones con que la humanidad siempre estará en deuda. Qué duda cabe que con sus luces y sus sombras, no creo que estén exentos de ella ni el Mahatma Gandhi ni la propia Teresa de Calcuta. ¿Ven Uds. por qué no seríamos buena compañía each other?

Está claro que, a la inversa, pensarán que el equivocado soy yo. Puede ser, no se lo discuto, me tengo por un férreo demócrata (con nimios altibajos) convencido de que quién que no se plantea si puede estar equivocado parte de un error de base que, indefectiblemente, le tiene que llevar a conclusiones torcidas. Por eso siempre defenderé su derecho a opinar distinto y a manifestarse conforme a sus creencias. Dentro de los límites legales, claro.

Sentado lo que nos distancia, no puedo sino unirme a Uds. en el deseo, la convicción y la esperanza de que todo les vaya bien. Me refiero, cómo no, a los dos niños/as que prematuramente han traído a este mundo que sigo esperando sea distinto al que Uds. pretenden. Me uno al rezo, civilmente hablando, de que salgan adelante cuánto antes henchidos de salud y fuerzas para crecer y ser la alegría y, al tiempo, preocupación de sus padres; así como que la madre, Dña. Irene, pronto se recupere física y anímicamente del trance al igual que Ud. Seguro que está pasando por unos muy difíciles momentos en que no puedo sino desearle toda la fuerza del mundo para mantenerse firme y sereno. Ya habrá tiempo de acordarse de ellos como una mala pesadilla con final feliz. Como se puede imaginar, también soy padre.

Poco más que decirle, salvo mis más fervientes deseos para Uds. y su familia de larga vida y prosperidad separando los dedos a lo Leonard Nimoy y que esa paella que Uds. y yo no compartiremos lo puedan hacer cualquier domingo los cuatro con mejor compañía que la mía.

Un fuerte abrazo y muchas fuerzas. Animo.

* Enrique Vila es abogado. Fundador del despacho Romiel y Vila Abogados