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JORGE BRUGOS Domingo, 15 de Abril de 2018

Déspotas analfabetos

Con incertidumbre, afectado, preocupado. Así es como me he despertado y he abierto las puertas a este nuevo día cuando a primera hora de la mañana me ha llegado la notificación de que los aliados habían atacado con bombas territorio sirio. Comenzaba lo inevitable, la escalada de violencia e histeria mundial quedaba representado por cada una de las bombas que los británicos, estadounidenses y franceses han arrojado a los dominios de Bashar Al Assad.

 

El duelo de sables entre Trump y Putin ha comenzado. Lo que parecía amor, se ha tornado en odio. Lo que iba a ser un idílico paseo por el mar entre los mandatarios cogidos de la mano, ha desembocado en un océano de sangre. Uno, por acción, otro por omisión. Mientras Putin pretende desestabilizar occidente utilizando cualquier resquicio que se le presente, véase la posible injerencia rusa en Cataluña con noticias falsas, Trump ha caído en la trampa del nuevo Zar todo poderoso. Ambos han empezado a demostrar quién de los dos tiene más grande su miembro viril. Lo que decían muchos iluminados se ha hecho realidad y sus egos se han impuesto al sentido común y a la diplomacia. El enfriamiento de su amistad y entendimiento ha dado lugar a la ya denominada como nueva guerra fría.

 

Porque, el mundo siempre está en guerra. Algunas personas, no cesan en su empeño en ver enemigos donde no los hay. En construir murallas en el castillo en vez de tender el puente levadizo. Ira, pecado capital, que asola el mundo, y que a falta de hombres de paz y de consenso, se abre camino a pasos agigantados. Enfado y rabia, que incluso en Alicante la hemos tenido que aguantar cuando el ya exalcalde, Gabriel Echavarrí, no pudo contener su frustración y enfado en el centro de la ciudad y comenzó a insultar a un compañero de partido. Ejemplo de ira, de división, de ego. Prepotencia, que también hemos sufrido los alicantinos cuando Luis Barcala y el por el entonces alcalde rivalizaban a cuchillo en los plenos y competían por ver quién de los dos la tenía más grande. Todo era cuestión de tamaño, lo único que le importaba a Echevarrí era que el fuera el que cortara el bacalao. Dimitiré, pero como y cuando yo lo diga. 

 

Desgraciadamente, los enfrentamientos se suelen deber a un exceso de ego de una de las partes. Incluso lo de Cataluña tiene como núcleo de la problemática, el despotismo de Carles Puigdemont. Por su peluquín, se cree inviolable y omnipotente, un hombre inmune a las leyes y al Estado. Quiere demostrar su fuerza cueste lo que cueste. Ignora que los catalanes se estén agrediendo entre ellos, olvida las familias que se han roto por el secesionismo y hace la vista gorda de las actuaciones violentas y kaleborroqueskas de los CDR. Todo vale mientras el tamaño de su miembro viril sea más pronunciado que el de Mariano Rajoy y Felipe VI. El orgullo ha derrotado al sentido común, un seny que no se va a recuperar hasta que el señor Puigdemont piense con la cabeza y no con los pies.  Del mismo que Putin en Siria, Puigdemont permanece impasible ante la escalada de violencia en Cataluña con el objetivo de desestabilizar el sistema establecido. El mandatario ruso pretende destruir occidente y engrandecer Rusia, el líder catalán, sin embargo, ansia hacer añicos el Estado de derecho español y desquebrajar nuestra nación. Por su orgullo, por su ego, por sus huevos. Nacionalismo, sinónimo de despotismo, la lacra de España, de Europa y del mundo.

 

* Jorge Brugos es Coordinador de Comunicación de Ciudadanos (Cs) en Alicante ciudad.

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