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JORGE BRUGOS Miércoles, 21 de Marzo de 2018

Héroes

Todavía recuerdo cuando un independentista catalán me increpó en medio de un bar de Tarrasa (Tarragona), con un inolvidable: “La puta Guardia Civil, la puta Guardia Civil”. Con desprecio y descaro, el parroquiano de aquella lúgubre tasca despotricaba contra la benemérita con la intención de atentar contra la nación española.

 

Aquel, no es más que un mero ejemplo de cómo algunos, y no solo nacionalistas, sino también izquierdistas revanchistas melancólicos de la II República y de la Guerra Civil, minusvaloran a la Guardia Civil debido a su connotación militar y patriótica. Un orgullo nacional, que no es de izquierdas ni de derechas, ni de Tabarnia, señor Rufián. Sino trasversal. Porque estos vestidos de verde, son los héroes que en multitud de ocasiones han salvado la vida de millares de personas. Seres humanos, rescatados, sin tener en cuenta su sesgo ideológico o tinte político. A los guardias civiles les pagan para salvar vidas y proteger a todos los ciudadanos de la nación española. Se sienta uno orgulloso o no de la rojiigualda, todos los españoles son amparados por estos héroes.

 

Salvadores, que pierden la vida por nosotros, guardianes que cuidan de nosotros. Porque por mucho que una mentira se diga, esta sigue siendo eso, una falacia. Aunque algunos se empeñen en asemejar el tono verdoso de sus uniformes con el gris, nunca se transformara. A diferencia del señor Puigdemont y su cuadrilla, el estado español no utiliza a los cuerpos de seguridad como policía política. Tanto los guardias civiles como los policías ven en la protección y el resguardo del pueblo español, su sino, su destino. La razón por la que se alistaron, el motivo por el que un día decidieron dar un paso al frente y sacrificar su vida por nosotros, incluso por todos aquellos que despotrican contra ellos. Por mucho que uno les critique, miraran siempre con los mismos ojos a todos los ciudadanos, porque como he dicho, su vocación reside en la preservación de la integridad y seguridad de todos y cada uno de los ciudadanos.

 

No como los Mossos d´Esquadra, ese cuerpo del que tanto presumen los independentistas, que con mirada de desprecio y de forma repulsiva, escaneaban con la mirada a todos los apoderados de Ciudadanos o PP en las elecciones del 21-D. Un cuerpo policial, transformado en una policía política, hombres sensatos y con vocación de servicio, convertidos en fanáticos por la manipulación de sus superiores. Solo algunos valientes han conseguido gritar, han dicho basta a la dictadura ideológica que se vivía en los cuarteles. Cansados de la superioridad moral de los nacionalistas, son muchos los que han pedido el traslado a la policía nacional. Hartos de no poder pensar, hastiados de no poder manifestarse de forma distinta a sus superiores y compañeros, cansados de recibir reprimendas de la estructura secesionista. 

 

Ya es hora de que despierten, no solo Rufián, que debería de dejar de twittear y leer más libros. Sino también todos aquellos Don Quijotes que les encanta ver gigantes cuando lo que hay no son más que molinos de viento. Me refiero a los podemitas, estos, que se sacan causas de la manga, aunque no existan. Mítica es la imagen de Juan Carlos Monedero enseñando la foto del joven senegalés fallecido en Lavapiés mientras acusaba a la policía de haber sido la culpable de su muerte cuando simplemente le había dado un infarto de forma natural. ¿Acaso es que la policía tiene poderes psíquicos capaces de causar accidentes cardiovasculares a los ciudadanos? Déjense de rollos y empiecen a hacer política de verdad. Sirvan a los españoles como lo ha hecho Diego Díaz, Guardia Civil fallecido mientras rescataba a un hombre atrapado en su vehículo. Se fue sirviendo, protegiendo.   

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